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REFLEXIONES DIARIAS AA 8 MAYO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    8 MAYO

    «UN LUGAR DE DESCANSO»

    Todos los Doce Pasos de A.A. nos piden que actuemos en contra de nuestros deseos naturales… todos ellos desinflan nuestros egos. En cuanto al desinflamiento del ego, hay pocos Pasos que nos resulten más difíciles que el Quinto. Pero tal vez no hay otro Paso más necesario para lograr una sobriedad duradera y la tranquilidad de espíritu.

    — DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 52

    Después de poner por escrito mis defectos de carácter, no tenía deseos de hablar sobre ellos, y decidí que era hora de dejar de llevar esta carga solo. Tenía que confesar esos defectos a alguien más. Yo había leído —y se me había dicho— que no podría mantenerme sobrio a menos que lo hiciera. El Paso Cinco me daba un sentimiento de pertenecer, de humildad y serenidad cuando lo practicaba en mi diario vivir.

    Fue importante admitir mis defectos de carácter en el orden que se presentan en el Paso Cinco: “ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano”. Admitirlo ante Dios prepara el terreno para la admisión ante mí mismo y ante otra persona.

    Como lo describe la práctica del Paso, una sensación de unidad con Dios y con mi prójimo me llevó a un lugar de descanso en donde me podía preparar para los otros Pasos hacia una sobriedad completa y llena de significado.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    Mi reacción común es intentar ver por mi propio beneficio, defenderme, justificarme incluso darle paso a mi propio miedo, culpando al otro de mis desventuras.

    En la medida que he ido comprendiendo los principios espirituales del Programa, me doy cuenta que en la vida cotidiana aplicar todo lo que me sugieren los Doce Pasos tiene su complejidad porque constantemente enfrento mis deseos naturales contra los deseos naturales de otros, entonces sé que mi ego va a jugar un papel importante puesto que mi reacción común es intentar ver por mi propio beneficio, defenderme, justificarme incluso darle paso a mi propio miedo, culpando al otro de mis desventuras, culpar al otro de estos momentos difíciles que me confrontan y en donde percibo e identifico que estoy en un enfrentamiento de instintos naturales donde uno intenta imponer a otro los suyos.

    Me cuesta trabajo aplicar la tolerancia, que implica comprensión del otro, ponerme en el lugar del otro, prestarle la razón por un momento, porque si me siento agredido mi auto-conmiseración es fácil que salga a flote cuando me siento en desventaja o si me considero superior es muy fácil que de paso a la prepotencia y además caigo en el error de menospreciar al otro; y todo esto trae sus propias consecuencias, que la experiencia me ha enseñado son desagradables y en nada favorecen mi tranquilidad y equilibrio emocional.

    Así las cosas, tengo que empezar por aplicar ese dicho que es muy común en el grupo y entre mis compañeros “hazle al revés”, que significa que debo actuar de manera diferente y contraria a lo que sería mi deseo y reacción natural y ante mi egoísmo poner mejor mi generosidad, ante la injuria poner el perdón, ante la discordia llevar armonía, ante la oscuridad llevar la luz, ante la soberbia tener actos humildes, ante la ira poner serenidad y todo esto con base a pedirle a Dios que me libere del encadenamiento de mis propios defectos y me permita guiarme hacia las cualidades y fortalezas que puedan llevarme a una mejor relación conmigo mismo y por ende con los demás. Esto no es otra cosa que vivir los Doce Pasos y hacerlos parte de mi acción, sólo por hoy.

    Cuando practico el Quinto Paso primero admito ante mí mismo todo lo que me acontece, todo lo que yo he hecho, pienso y siento, como consecuencia inmediata de ello lo admito y reconozco ante Dios y para formalizarlo lo acepto y externo ante otro ser humano; y este ejercicio lo realizo, no solamente cuanto comparto mi inventario moral minucioso sino cuando comparto mi inventario diario y lo voy practicando cuando utilizo la tribuna y con auténtica sinceridad hago catarsis pues expulso mis sentimientos, emociones y pensamientos primero para escucharme, para manifestarlo abiertamente a mi Poder Superior y a mis compañeros.

    En mi experiencia personal, Dios está presente en cada reunión de mi grupo, en cada apadrinamiento, cuando solicito la ayuda y sugerencias de mis compañeros, cuando ejerzo la humildad y estoy dispuesto a recibir la experiencia, la fortaleza y la esperanza que me otorga A.A., N.A. y/o grupos de Doce Pasos, pues todos estos son los conductos e instrumentos que Dios utiliza para que sepa cuál es el camino a seguir.

    Al principio pensaba y sentía que al desinflar mi ego quedaba a expensas de los demás, estaba a su merced y que podrían pisotearme como quisieran; no había entendido que la práctica de los Doce Pasos no implican que me denigren, que sea servil, que deba soportarlo todo, que no sea merecedor de tener cuidado por mí mismo y por tanto con esta forma de actuar le dé cabida a mi auto-conmiseración, auto-consolación, auto-saboteo y a vivir revolcándome en el sufrimiento de permitirme sentirme menos que los demás, pues precisamente el Programa me va concediendo tener un cambio de juicios y actitudes, y en este cambio de mi manera de pensar, de mis reacciones y conductas ante los hechos y actos de los demás son lo que hace que pueda ir teniendo un profundo cambio de personalidad que me va despertando a una nueva conciencia y esto significa que voy reconociendo mi propio valor con honestidad, buena voluntad y mente abierta que me permiten no ofenderme de las conductas de otros que están igual o más de enfermos emocionales negativamente que yo.

    Cuando un compañero o mi padrino me hacen ver lo que realizo de manera errónea, que me dejan ver cómo me manejan mis defectos de carácter y cómo regreso a antiguas conductas, realizadas de otra forma o con otra máscara pero en esencia por defensa de mis mismos instintos en conflicto, no tengo tanto problema, a diferencia de cuando sucede lo mismo con mi esposa, mis hijos, mis hermanos y personas cercanas.

    En estos casos procuro tener un momento de pausa y abstenerme de reaccionar e inmediatamente pienso en esta parte del enunciado del Paso Doce que dice “en todos nuestros asuntos” y si algo me ayuda a poder llevarlo a la práctica, efectivamente es el hecho de dar un Quinto Paso que me ayude obtener humildad y serenidad para mi diario vivir. No cabe duda, en mi caso, que el practicar los principios espirituales con mis compañeros son un entrenamiento para poder hacerlos con los demás.

    En la medida que comparto en tribuna, en pláticas con mis compañeros, en mi apadrinamiento y en un Quinto Paso formal y solemne, es que voy dándome cuenta con mucha mayor claridad de que formo parte de una Fraternidad en la que sus integrantes han pagado un precio altísimo por su membresía, y que en mi caso personal he efectuado el pago con un cúmulo de pérdidas de todo tipo, de ignominia, de desprecio de los demás, de inmoralidad, de un gran enojo conmigo mismo, de un inconmensurable dolor, de un profundo desamor y de un inmensa incapacidad para vivir bien.

    El Quinto Paso me permite manifestar, reconocer, admitir y procesar todo aquello que me pensé me hacía parte de la basura humana y al aceptarme enfermo de adicción, al enfrentar el inventario de mis defectos de carácter, al admitir y compartir la naturaleza exacta de lo peor y más funesto, nefasto y lamentable de mi ser, voy encontrando la salida a mis disturbios emocionales, voy resurgiendo de mis cenizas para caminar más ligero y con mucho mayor ánimo, aliento y anhelo de bienestar debido a mi conversión y despertar espiritual.

    Felices 24 horas en unidad con Dios y con mi prójimo.

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