En ocasiones el Maestro con el discípulo caminaban sobre la playa, para entablar conversaciones filosóficas que ayudaban y aportaban a la enseñanza de trascender en ese camino de  vida.
En una de esas largas caminatas, el discípulo turbado por los hechos de su entorno personal, pregunta a su Maestro:
-Maestro, ¿Qué tengo que hacer para inducir el despertar de consciencia en mí? Porque he hecho todo lo que he de hacer y aun siento que no provoco en mi la luminosidad que debiera.
El Maestro sin divagar le responde con una orden: -Llena tus manos de arena
El discípulo curioso por lo que debía venir y sin pensarlo realiza la acción pedida por su mentor.
El Maestro observando la acción, pide otra vez: – Coloca más arena en tus manos.
El discípulo un poco complicado por la situación, responde exclamando ¡No puedo!
El Educador, respira profundo y le contesta: ¿No puedes o no quieres?
El seguidor ofuscado le vuelve a responder concretamente ¡No puedo, mire como está, llena!
El acompañante en su paz plena y sin titubear le vuelve a preguntar ¿No puedes o no quieres?
El aprendiz avergonzado e impotente por no poder cumplir con las expectativas requeridas en ese preciso momento, reitera:- Simplemente N-O—P-U-E-D-O
Viendo la desesperación del estudiante, el Maestro, pide: – Abre los dedos de tus manos, observa que sucede.
La arena se va entre mis dedos, contesta.
El Maestro tomo un puñado de arena y desde arriba soltó las partículas para que cayeran en la mano de su discípulo. Mientras realizaba ese acto hablaba: – Cuando dejas que la vida fluya, viviendo tú aquí y ahora,  sintiendo que todo es abundante y confiando en ello, conectas con la misma fuente. Amplias tanto tus perspectivas que podrías formar una playa de posibilidades.  De ti depende, abres o cierras. En ti también está la responsabilidad de las decisiones y sus consecuencias. Abres o cierras.
Y  desde este acto reflexivo y de rendición agradecida podrás seguro responder tu mismo a la pregunta que me has hecho.
Dime ahora;- ¿No puedes o no quieres?
En ese instante aquel estudiante impetuoso, inspiró profundamente para botar lentamente lo que tenía que venir. Y en un exhalo de habla contestó: – NO QUIERO.
Al abrir los dedos de mis manos, permití la apertura en mi corazón para discurrir el amor, venido desde la propia fuente, porque todo lo que está es creación de ella-él.
“Nada me faltará, todo lo que requiera vendrá a mí en su momento justo y perfecto. Porque todo movimiento se comporta de esa manera.”
El diestro acompañante de camino, menciona traviesamente;- ¿puedes decir entonces, que lo que requieres está en un abrir y cerrar, los dedos de tus manos?- finaliza guiñándole un ojo en señal de complicidad.
Recuerda que todo lo se nos ha dado de arriba, es manantial inagotable de polvos de estrellas.
El estudiante menciona, antes de partir quiero agradecer esta enseñanza, tomó una vara que había por allí y comenzó a dibujar un corazón en señal de rendición, comprensión, agradecimiento y sentimiento. Porque ahora cada cosa que habitaba en sus sentidos estaba presente y en congruencia con lo eternamente celestial.
Finalizando con un grito de liberación: ¡Todo es mi decisión! ¡Gracias por esa libertad!
Así se marcharon discípulo y maestro charlando sobre el aprendizaje de ese día, felices del descubrimiento.
 

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