Había una vez un alma, que dentro de los cielos vagaba en búsqueda de un  algo. Más todo aquel que pasaba por su lado no se atrevía a preguntar. No porque no le interesara lo que a ese luminoso fluido de arco iris le sucedía, sino porque reconocían que en algún proceso de evolución se encontraba y no deseaban interrumpir su silencio deambulante. Como  forma de respetar su libre albedrío, es decir, su libertad de acción.
Después de tanto ir y venir el alma se sentó en una de las playas de la eternidad y comenzó a llorar. Sus lágrimas recorrían su esencia hasta caer en la arena. Gota a gota se fue mojando cada partícula que configuraba el paisaje.  Formando una pequeña hilera de agua cristalina  desembocando directamente al lago de cristales vivientes.
Y allí la esencia divina se quedó contemplando todo lo que le rodeaba.
En eso una voz que ya conocía le pregunta ¿Por qué lloras hermoso haz de luz?
– Porque hoy recién me doy cuenta de tanta inmensidad y poder de amor que guardaba  mi interior.
– ¿Lloras de tristeza? Preguntó nuevamente la melodía que entonaba el viento.
– ¡Para nada, es de alegría! Tanto ir y venir buscando respuestas cuando todo estaba en mí. Ahora se en forma consciente que construyo todo lo que pienso, atraigo todo lo que siento, escucho todo lo que percibo y toco todo lo que deseo, más lo que había olvidado y ahora se transforma en mi alimento diario, en mi saciedad, en mi plenitud es que amándome incondicionalmente, aceptando todo, todo de mi  puedo volver a comenzar, más para ello debo vaciarme de tantos recuerdos, perdonarme porque cada cosa persona o situación que irrumpe mi realidad ya  que es parte mía también. Para que mencionar lo que ya sabes ¿no?
– Dime y que has sacado por conclusión interrogó interesado aquel canto cálido.
Que la aceptación, el perdón, la honestidad, la voluntad y la acción diaria permiten la transformación envolviendo todo en un sentir intenso convirtiéndose en emociones diversas que en su conjunto converge en el mayor de los sentimientos, el amor. Y desde allí todo lo que puedas tocar se cristaliza como una forma de quedar en cero,  iniciando desde allí, todo lo nuevo todo el oro hacia tu vida.
Y sabes  lo más maravilloso de todo. Te  vas dando cuenta que estas siendo parte constante de una creación ilimitada.
Entonces, fue cuando desde donde provenía el susurro majestuoso, cayó un rayo de luz dorado en donde aquellas partículas mojadas por el sollozo jubiloso, se tornaron  en piedras preciosas resplandecientes.
El aire enaltecido decretó en vibración de un cántico divino, lo siguiente: -Coloca esas piedras preciosas en tu esencia más pura porque desde allí radica toda tu luminosidad, hoy la bendición de  tú verdad te ha hecho libre y el cosmos se une a ti otorgándote la energía necesaria para  la evolución que has escogido.
– ¡Gracias! Exclamó el alma, me siento honrada por ti y por todos aquellos que han venido antes que yo a tu presencia.
– ¿Cómo vas a reiniciar el camino, ahora? Preguntó curiosa la divinidad.
– Por ahora sólo deseo contemplar, la maravilla de Ser y de Estar y sintiéndome parte de todo aquello que mi espíritu percibe.
En silencio siguió su reflexión entonando una canción del arte más bello que acababa de conocer, su SOY YO.
Amaneció y aquel cuerpo etéreo despierta inserto en un cuerpo físico, radiante se levanta porque sabe y siente que aquello que percibe en su entorno es parte de la visión completa de lo que ES, porque por otra parte su realidad es también lo que en sueños logró vivir y descubrir.

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