Un día de Abril, desperté por la mañana y recordé que pronto seria mi cumpleaños, entonces me pregunte: ¿ Qué regalo deseo para esa fecha?….meditando decidí obsequiarme una hermosa y bulliciosa fiesta de cumpleaños, con mis amistades más queridas, una deliciosa cena, buen vino y por supuesto música que nos permita bailar hasta el amanecer, saqué la libreta de direcciones para comenzar a llamar telefónicamente cuando algo me detuvo, otra reflexión : ¿Qué beneficio me quedará después de la fiesta?. Bueno, contesté, compartiré con mis amistades, reiremos pero siento que algo me falta, quizás una buena compra de algo especial más; ¿Qué es lo que quisiera tener?….
Me di cuenta que nada era tan imprescindible como para comprar y ser feliz solo por algo…Mi alma estaba en búsqueda de un presente, sin embargo no escuchaba lo que realmente anhelaba.
Como una especie de reacción involuntaria los pasos se dirigieron hacia el jardín, estaba necesitando sentir el cuerpo, el aire. Observando el entorno natural, la visión de esta materia curiosa, se fijó en un rosal.
Este se encontraba lleno de hojas, rosas que mediocremente abrieron en colores casi insípidos.
Fue cuando inmortalicé la memoria aludiendo entonces al trabajo que alguna vez había realizado en un invernadero, de esta especie de flor. Donde se cuidaban en forma especial con el fin de ser exportadas, ya sea alegrando alguna amistad, algún amor o simplemente para bendecir en regocijo un hogar.
Como vi, el rosal a tan mal traer, cogí unas tijeras iniciando de esa manera la poda. Mientras tanto, remembraba el proceso que debía ejecutar para dejar mi rosal vigoroso.
Uno de esos pensamientos eran en primera instancia sobre la parte científica de la evolución de una planta, en donde el tallo es quien absorbe todos los minerales de la tierra llevándola a sus ramificaciones y dentro de estas, se encuentran las hojas,
Lo cual mi rosal tenía en demasía conllevando a que la flor en sí no tuviese la suficiente pigmentación para adquirir un intenso matiz y una textura resistente en sus pétalos.
Las espinas eran otro impedimento, con mis tijeras las corté. ¡Total ya era innecesario que tuviese! Era inútil protegerse de quien se debía confiar.
Sólo dejé aquellas hojas que permitían entregar una sutil belleza a tan elegante miembro de la naturaleza.
Me alegraba de solo pensar que estaba liberando a mi planta de cosas que eran inservibles para su crecimiento, ahora la estaba llevando a crecer en fortaleza y plenitud.
Dejé la vara en armonía, alejándola de todo tipo de enramada, inservible. Le regué y le ubiqué donde pudiese llegar el sol para entregarle la energía necesaria para su desarrollo.
Cuando finalicé, la miré y exclamé desde el alma ¡Bingo! ¡Ese es el regalo que deseo hacerme!
Comprendí que yo era un rosal y que lo mismo que había hecho con mi flor debía hacerlo con mi vida para regenerar mi ser y crecer en brío.
Realmente me había dado el mejor regalo de mi vida, y no solo para mi cumpleaños sino que para la eternidad.
Si deseas ser tú una de esas personas que desean nutrirse de lo que realmente haga evolucionar tu alma saciándola de castos e intensos colores, propagándote para crear un inmenso jardín en tu interior pues deja aquellos recuerdos que de nada sirven en tu hoy, aprende de ellos para fortalecerte y seguir su crecimiento.