En el eje cafetalero de Colombia, se ubican las grandes familias colonizadores que desde la antigua Europa decidieron iniciar sus vidas en tan lejano país.
El Estado amparados por la corona Española, en esa época, les regala varias hectáreas de  tierra para que comiencen a trabajarlas.
El matrimonio comienza a trabajar de sol a sol, preparan la tierra para sembrar el grano del cafetal más apropiado según el clima de la zona.
Es así como en el 1700 se construyen poco a pocos futuras grandes Haciendas familiares en son  de una gran empresa.
Pedro de Lugo fue uno de ellos, en donde se estaciona en Santa Marta.
Paso a paso fue cimentando un sueño, el de tener un gran cafetal y ser uno de los más grandes cafetaleros de Colombia.
Don Pedro un hombre de carácter y con una sabiduría sobre la naturaleza que muchos querrían tener. Logró motivar a muchos habitantes del pueblo para que trabajaran con él en su gran sueño.
Para lograr ello, él tenía muy claro que un trabajador feliz era un aporte al equipo, que la empresa es como una familia, cada aporte es importante.
Siempre prestaba oídos a las personas del pueblo, por sobre todo aquellos que eran dueños de esas tierras antes de la colonización, es decir a las personas oriundas de la zona, a los ancestrales o indígenas llamados común mente. Por ello, el patrón cedía un trozo de sus tierras para que allí las familias construyeran sus viviendas y pudiesen cultivar para sustentarse. A cambio él les pedía trabajo.
Sus trabajadores estaban siempre muy agradecidos de su patrón. Él tenía muy claro cuáles eran los nombres de sus trabajadores y sus familias así que siempre saludaba y se encontraba preocupado por el bienestar de ellos.
Siempre les hablaba a sus hijos sobre la importancia del respeto por el otro.
Al pasar los años se fueron heredando las responsabilidades del cafetal en donde la primera generación tenían muy arraigado los principios de papá y mamá con respecto al significado del trabajo de esa gran familia.
En poco tiempo las tierras de Don Pedro de Lugo fueron tomando un poder adquisitivo casi invaluable para la época. Se había transformado en el mayor cafetalero de Colombia. Y su producto ya era exportado a lugares lejanos ya sea por barco o por tierra.
Don Pedro siempre premiaba a sus trabajadores más aplicados por ello cada vez que observaba que uno de sus empleados se esforzaba de sobremanera pues le iba otorgando ciertas responsabilidades que le permitían a ese hombre optar a mejores condiciones de vida.
Esto ya era observado por los hijos de Don Pedro con un cierto desprecio, más pese a la crítica que siempre les hacían con respeto a esas decisiones respetaban, las opciones del patriarca.
Durante la segunda generación se integraron a la empresa los maridos de las nietas de Don Pedro.
Existía a esas alturas en el Estado una mayor preocupación por la Educación por ende las parejas de sus nietos estaban mejor preparadas educacionalmente hablando para formar empresas de toda índole. Aun que el inconveniente era que ya al llegar el estudio y los libros también nacieron las ideas y los ideales por ende los principios que comenzaron a reinar en la cultura se politizaron aun más, perdiendo la esencia humana con la cual iniciaron décadas atrás.
Los nuevos Jefes de la empresa de Don Pedro quisieron erradicar reglas obsoletas de negocios para contribuir con la demanda y la oferta de la época, colocando una nueva línea de acción en la producción del café.
Mermando casi por completo la sabiduría con la cual se había creado y transformado el cafetalero en uno de los mas exitosos de la zona.
Ahora existía el dinero, por ende ya no se regalaba tierras sino que se pagaba un sueldo mínimo por cierto a cambio de trabajo.
El valorar al trabajador ya estaba erradicado, primero eran los intereses de la familia. Con lo cual cada integrante tenía desde ya asegurado un rol en la cafetalera. Independiente de sus capacidades.
Fue así que ante estas nuevas políticas muchos de los trabajadores más leales de Don Pedro fueron expulsados y algunos prefirieron renunciar ante el trato que estaban observando de sus nuevos jefes, ya que no se estaban reconociendo sus capacidades ni valorando su esfuerzo.
Por ende la empresa se tornó rápidamente a un pensamiento más industrial de la época.
A través del ahorro de mano de obra y abuso de trabajo lograron sacar una producción digna de un gran cafetalero. Y la posición seguía en los primero lugares.
Ya en la tercera generación la pelea por los intereses de la empresa era ya cosa habitual. Cada integrante deseaba hacerse cargo sin importar habilidades ni capacidades para ello, lo importante era el carisma y la fuerza política del cada individuo lograba desarrollar. De esa manera con una buena labia podía venderse el producto y cerrar contratos millonarios.
Quien asume como gerente de la empresa era el marido de una de las bisnietas de Don Pedro.
Para ojos de los ascendentes varones de Don Pedro ello era una ofensa para la familia y decidieron tomar al toro por las astas y en señal de descontento provocar un pequeño incendio amenazando a la familia de los peligros de los cuales se verían inmersos si la situación seguía de esa manera.
El escenario cambió de contexto y aquel pequeño accidente se fue transformando en la mayor tragedia de los cafetales De Lugo.
Los familiares arrepentidos comenzaron a pedir ayuda a sus trabajadores para apagar el incendio, más algunos ya exhaustos por el exceso de trabajo y otros que definitivamente no quisieron colaborar se despreocuparon del estado de la hacienda, haciéndose esta polvo.
Los De Lugo perdieron absolutamente todo. No les quedaba nada más que su dignidad entre las piernas.
Se abrazaron y lloraron y recién allí comenzaron acordarse de su antepasado Don Pedro y como llegó a ese país a formar esa belleza de hacienda cumpliendo su sueño.
Lloraron por vergüenza y por el daño causado al recuerdo y esfuerzo de su antepasado pidiendo perdón por ello.
Fue entonces cuando apareció de la nada un bisnieto de uno de los trabajadores más leales de Don Pedro y les dice parte de lo que somos es gracias a su Bisabuelo, él creyó en nosotros y nos regaló un pedazo de tierra, vio el esfuerzo de mi abuelo y lo premio con granos de café de los mismos que cultivaba Don Pedro, porque él sabía que mi bisabuelo con todo lo aprendido podía transformarse en un pequeño productor de café y así fue.
Gracias a ello pudimos estudiar y ser lo que somos hoy en señal de agradecimiento a lo que son ustedes en esencia, ascendientes de Don Pedro le hacemos entrega de granos de café para que siembren y puedan convertir esta Hacienda lo que fue, esta vez,  con los cimientos correctos.

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