EJEMPLOS. HACER VALORES CATEGORICOS, SENTENCIAS DRASTICAS JUICIOS SEVEROS

LA PERSONA QUE TE ENFADA TE DOMINA.

Un día un visitante fue a ver a Buda y empezó a propinarle insultos.

Al maestro parecían dejarle impasible los insultos que le lanzaba aquel visitante. Cuando, más tarde, sus discípulos quisieron saber cuál era el secreto de su imperturbabilidad, él dijo:

“Imaginad lo que ocurriría si alguien os ofreciera algo y no lo tomarais; o si alguien os enviara una carta y os negarais a abrirla: su contenido no os afectaría en lo más mínimo, ¿no es así? Pues haced lo mismo cuando os injurien, y no perderéis la calma.”

La única clase de auténtica dignidad es la que no sufre menoscabo con la falta de respeto de los demás. Por mucho que escupas a las cataratas del Niágara, no lograrás reducir su grandeza.

AUTOR: Anthony de Mello.

LIBRO: La oración de la rana.

LineaRecorte

imperturbabilidad

no entrar al trapo

no coger regalos que no son tuyos

no extremos, matices, ni blanco ni negro, aprender a contextualizar y a comprender, de verdad.

sobreprotección

Un Maestro dejó a uno de sus discípulos un arrozal para que lo cuidara durante tres años. Cuando el primer año llegó a su término, el Maestro fue a ver el campo y la cosecha había sido muy buena, puesto que el discípulo había provisto a la tierra del agua que necesitaba.

Transcurrió otro año, y resultó que la cosecha fue más abundante que la anterior, puesto que el joven había abonado convenientemente el campo. Cuando el tercer año finalizó, el Maestro se dirigió al arrozal para ver los resultados obtenidos. Pero resulta que el discípulo, entusiasmado con lo producido en el año anterior, abonó demasiado la tierra que dio muchísimo arroz pero tan pequeño y frágil que no servía para comerciar con él. En realidad, fue una cosecha inútil, y el trabajo realizado no dio ningún fruto.

Entonces el Maestro dijo a su discípulo: «Así pasa con las personas. Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas. «

Nada es veneno, todo es veneno : la diferencia esta en la dosis

Paracelso

Le preguntaron a Rumi, maestro espiritual persa del siglo. XIII:


¿Qué es el veneno?


– Cualquier cosa más allá de lo que necesitamos es veneno.


Puede ser el poder, la pereza, la comida, el ego, la ambición, el miedo, la ira, o lo que sea …


¿Qué es el miedo?


La no aceptación de la incertidumbre. Si aceptamos la incertidumbre, se convierte en aventura.


¿Qué es la envidia?


La no aceptación de la bienaventuranza en el otro. Si lo aceptamos, se torna en inspiración.


¿Qué es la ira?


La no aceptación de lo que está más allá de nuestro control. Si aceptamos, se convierte en tolerancia.


¿Qué es el odio?


La No aceptación de las personas como son.


Si las aceptamos incondicionalmente, a continuación, se convierte en amor.


¿Qué es la madurez espiritual?


Es cuando se deja de tratar de cambiar a los demás y nos concentramos en cambiarnos a nosotros mismos.


Es cuando aceptamos a las personas como son.


Es cuando entendemos que todos están acertados según su própia perspectiva.


Es cuando se aprende a “dejar ir”.


Es cuando se es capaz de no tener “expectativas” en una relación, y damos de nosotros mismos por el placer de dar.


Es cuando comprendemos que lo que hacemos, lo hacemos para nuestra propia paz.


Es cuando uno para de demostrar al mundo lo inteligente se es.


Es cuando dejamos de buscar la aprobación de los demás.


Es cuando paramos de compararnos con los demás.


Es cuando se está en paz consigo mismo.


La madurez espiritual es cuando somos capaces de distinguir entre “necesidad” y “querer” y somos capaces de dejar ir ese querer …


Por último y lo más importante!


Se gana la madurez espiritual cuando dejamos de anexar la “felicidad” a las cosas materiales!

-Si alguien se acerca a ti con un regalo, y tu no lo aceptas ¿ a quien pertenece el regalo? pregunto el samurai


-a quien intento entregarlo- respondio uno de los discipulos


-pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos-dijo el maestro. cuando no son aceptados, continuan perteneciendo a quien los cargaba consigo.


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SER UN PASOTA ES SER UN SIMVERGUENZA, UN EGOISTA, UNA MALA PERSONA


“Quien te enfada, te domina”… Piénsalo bien, o ¿no es verdad?


Cuando algo no ha sucedido como queríamos o alguien no ha respondido como esperábamos, cuando nos ha molestado el comportamiento de una persona o lo que nos ha dicho, solemos expresar aquello que sentimos con expresiones tales como “me has hecho enfadar”, “me has hecho daño”, “me has cabreado…”


Si nos paramos a reflexionar sobre ello y decidimos profundizar, la traducción de nuestros mensajes viene a ser algo tal como “tú eres el culpable de cómo me siento”, “tú eres el responsable de que yo esté así” o “tú me has perjudicado”, es decir, yo estoy mal por tu culpa.


Si alguien nos enfada es porque le hemos concedido el permiso para hacerlo, pues en realidad cuando alguien nos enfada, lo que internamente resuena en nuestro interior es “lo que tú piensas sobre mí, es más importante que lo que yo pienso sobre mí”. Piénsalo.


En estos casos, la responsabilidad de cómo nos sentimos, la dirigimos hacia los demás, es decir hacia afuera. Por lo que dependiendo de los demás, así nos encontraremos nosotros.
Resulta que en lugar de hacernos cargo de nuestras emociones y sentimientos, de dirigirnos hacia dentro y asumir la responsabilidad de lo que sentimos, otorgamos el poder o el consentimiento a los otros. Porque nadie puede enfadarnos sin nuestro consentimiento ¿o no?


Y es cierto, que asumir todo el peso que conlleva un enfado o una molestia es algo complicado y que cuesta… y más si estamos acostumbrados a poner nuestro foco fuera. Sigue siendo más fácil, culpar al compañero y que sea el quien intente lidiar con nuestro cabreo, que nosotros mismos… pero así nunca llegaremos a conectar con nuestro interior.


En ocasiones, esto sucede porque nos encontramos movidos por nuestro ego, el cual, a modo de resumen consiste en identificarnos con lo que tenemos, lo que hacemos y cómo nos valoran.


Una vez que nos hemos alejado del ego y lo hemos dejado aparcado, comenzamos a tomar más responsabilidad tanto de nuestros pensamientos y comportamientos, como de nuestras emociones, y nadie nos puede hacer daño; porque consideramos que aquello que somos está mucho más allá de los bienes materiales, nuestros actos o de la opinión ajena.


Para ello podemos ayudarnos pensando que cuando alguien nos insulta o hace algo que no nos gusta es como si nos estuviera ofreciendo un regalo. Si no lo aceptamos, el regalo seguirá siendo de la persona, mientras que si lo aceptamos lo recogeremos. En última instancia, la decisión será nuestra.


Así, los insultos, las provocaciones o incluso las acciones de otros, son como esos regalos, que nosotros elegimos si aceptar o no; por lo que no podemos culpar a nadie de nuestra decisión, tan solo podemos responsabilizarnos de nuestra actitud, de nuestra elección.


Además, tenemos que tener en cuenta que el choque de las expectativas que nos hemos formado con la realidad, también puede ser un detonante de nuestra molestia, pues las cosas no han pasado como imaginábamos.


No podremos controlar las circunstancias ni tampoco a las personas, pero sí que podemos controlar nuestra respuesta. Por lo que no podemos cambiar lo que alguien dice de nosotros o lo que hace y nos molesta, pero por supuesto que podemos cambiar la actitud con la que enfrentamos la vida.


La responsabilidad asusta, pero es la que nos permite ser dueños de nuestra vida.
Reconocer nuestras emociones y sentimientos y hacerse cargo de ellos, nos otorga la libertad de conocernos y elegir nuestra actitud ante la vida.


“Reconocer que ” yo soy el que elige” y que ” yo soy el que determina el valor que una experiencia tiene para mí ” es algo que enriquece pero también atemoriza”
(Carl Rogers)

 
Hay situaciones que nos enfadan, simple y llanamente. Hay momentos en que no logramos dominar esa sensación de ira que va creciendo rápidamente en nuestro interior hasta estallar. También hay personas que ejercen ese mismo efecto. Puede tratarse de personas extremadamente perfeccionistas, demasiado críticas o gente que no se comprometen. De una forma u otra, lo cierto es que sus comportamientos y actitudes terminan haciendo mella en tu equilibrio psicológico, te desestabilizan y generan ira.


Sin embargo, en realidad esa persona no es la culpable de que estés enfadado. No te has enfadado por su culpa, has sido tú quien le has dado el permiso para hacerlo, has permitido que su comportamiento tenga una resonancia en tu interior, has permitido que te desestabilice. Después de todo, debemos recordar que solo puede hacernos daño aquello que realmente nos importa.


Por eso, cada vez que dejamos que una persona desate nuestra ira, es como si dijéramos “lo que piensas sobre mí, es más importante que lo que yo mismo pienso”. De esta manera, cedes el control y le das poder al otro, pierdes la batalla antes de empezar.

Tus emociones son solo tuyas

Carl Rogers afirmó “Reconocer que ‘yo soy el que elige’ y que ‘yo soy el que determina el valor que una experiencia tiene para mí’, enriquece pero también atemoriza”. Y es que cuando nos enfadamos, tenemos la tendencia a apuntar el dedo hacia los demás.


Poner el foco fuera de nosotros es más fácil porque así nos liberamos de cualquier responsabilidad y evitamos tener que trabajar para controlar ese enfado. Es más fácil culpar a otro por nuestra ira que buscar las causas en nuestro interior. Después de todo, nos han enseñado a pensar que el enfado es una respuesta ante determinadas condiciones del medio.
Sin embargo, esta es tan solo una pequeña parte de la verdad. Lo cierto es que nuestras emociones y sentimientos son nuestra responsabilidad porque, si bien no podemos elegir cómo sentirnos ante determinadas circunstancias, podemos elegir cómo reaccionar ante ello, tenemos la capacidad de modular nuestras reacciones y mantener el control.


Por eso, cada vez que dejamos que alguien nos enfade, estamos cediendo el control, estamos dándole una importancia que probablemente no tiene y, sobre todo, dejamos que nos arrebate algo muy preciado: nuestra estabilidad emocional.


Aceptar que las emociones son nuestras y que podemos elegir cómo reaccionar puede atemorizar porque implica asumir una responsabilidad enorme, pero, a la vez, abre un mundo de nuevas posibilidades porque nos invita a conocernos mejor, a bucear dentro de nosotros para comprender por qué reaccionamos de determinada manera.

¿Cómo mantener la calma?

Si lo pensamos bien, reaccionar con enfado ante alguien es como poner en sus manos nuestra estabilidad emocional. Sin embargo, ¿le confiarías tu equilibrio psicológico a un desconocido que, por demás, es descortés y te resulta antipático? Desde el punto de vista racional, la respuesta es un rotundo «no». Sin embargo, desde el punto de vista emocional, es lo que hacemos cada vez que nos enfadamos. Por eso, es importante aprender a mantener la calma. Responder con tranquilidad empodera. Y mucho.


1. Descubre el origen del enfado. Normalmente la persona que tienes delante no es sino la llama que ha prendido la mecha. Puede ser que en realidad estés enfadado porque has tenido un mal día, porque algo no salió como esperabas o porque tenías demasiadas expectativas puestas en ese encuentro. De una forma u otra, la causa del enfado se encuentra dentro de ti, no tiene sentido buscarla fuera. Ese pequeño ejercicio de insight te permitirá cambiar el foco del exterior al interior, y ese simple cambio de perspectiva ya te permitirá retomar las riendas de la situación.


2. No lo tomes como algo personal. La mayoría de las veces nos enfadamos porque asumimos el comportamiento o la actitud de la otra persona como un ataque personal. Sin embargo, casi nunca es es así, se trata de una interpretación errónea. Básicamente, lo que sucede es que nuestro ego, que a menudo es desmesurado, nos hace pensar que determinadas situaciones son un ataque personal, porque nos hemos sobre identificado con la experiencia. Por eso, es importante aprender a valorar las situaciones asumiendo una distancia emocional, así podrás desarrollar una perspectiva más objetiva y racional. El mundo no complota en tu contra, es solo una percepción distorsionada de un ego enorme.


3. Cambia la forma de pensar. Para mantener la calma en las situaciones más complicadas, puedes pensar que la ira es una especie de regalo. Si una persona está intentando enfadarte, puedes permitírselo, o no. Si aceptas ese “regalo”, te enfadarás y la persona habrá ganado poder sobre ti. Al contrario, si no lo aceptas, si no le sigues el juego a los insultos y las provocaciones, no tendrá más alternativa que guardar para sí todos esos sentimientos tóxicos. Recuerda que hay personas que van por el mundo como si fueran camiones de basura emocional, pero está en tus manos aceptar que descarguen esos sentimientos tóxicos o pedirles que los coloquen en otro sitio, lejos de ti.


En todo caso, ten siempre en mente una frase de Aristóteles: “Cualquiera puede enfadarse, es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.


AUTOCONTROL ( DUEÑO DE MI)


Mi padrino dijo que soy el dueño de mis sentimientos y que tengo derecho a sentirlos.Lo importante es lo que hago con ellos


El problema en mi vida no ha sido tanto lo que siento sino el no dominarme cuando lo siento. Soy un sube y baja emocional al que le ha costado encontrar un equilibrio que le permita vivir serenamente.


Experimento sentimientos como todo ser humano. No puedo anularlos sino que una vez que los identifico, puedo manejarlos sabiamente. En otras palabras necesito ser el dueño de ellos porque si no me dominarán. Guiado solo por los sentimientos podría acabar actuando de  manera inconveniente. No suele ser fácil aprender a controlarse cuando los sentimientos quieren someternos, ya que durante mucho tiempo les hemos permitido ser nuestros amos. Nuestra susceptibilidad es la que nos doblega ante ellos y tenemos que reducirla para liberarnos.


A los sentimientos se les han atribuido poderes casi mágicos al punto de que es común oir decir que lo mejor es «hacer lo que te dicte el corazón». Esa creencia generalizada contribuye a actuar de manera inconsciente. Desconfío del corazón si no trabaja junto a la razón. En conjunto hacen un mejor trabajo que el que podrían hacer por separado.
 
¿Cómo dominar los sentimientos?  La lectura y reflexión de los temas que tocamos en el grupo y compartir lo aprendido me ayudan a mejorar mi razonamiento. Y razonar ha sido la mejor herramienta  para moderarme emocionalmente
 
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CUANDO ME HABLAN CON GRITOS SOLO SOY CAPAZ DE SENTIR SU MIEDO Y SU INSEGURIDAD

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