Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

26 DE SEPTIEMBRE

«NUESTROS HIJOS»

El alcohólico puede encontrar que le es difícil reanudar relaciones amigables con sus hijos . . . Con el tiempo se darán cuenta de que él es un hombre nuevo, y, a su modo, se lo harán notar. . . De este punto en adelante el progreso será rápido. Frecuentemente se producen resultados maravillosos después de una reconciliación como ésta.

ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 124

Mientras estaba en el camino de la recuperación recibí un regalo que nunca habría podido comparar. Fue una tarjeta de mi hijo en la universidad que decía, “Papá, no puedes imaginarte lo contento que estoy sabiendo que todo está bien. Feliz cumpleaños, te quiero mucho”. Durante la Navidad anterior, me dijo llorando, “¡Papá, yo te amo! ¿No puedes ver lo que te estás haciendo a ti mismo?”. Yo no podía verlo. Ahogado por la emoción, yo lloré, pero esta vez, cuando recibí la tarjeta de mi hijo, mis lágrimas fueron de alegría, no de desesperación.

Del libro Reflexiones diarias
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El Enfermo de una Adicción puede encontrar que le es difícil reanudar relaciones amigables con sus hijos . . . Con el tiempo se darán cuenta de que él es un hombre nuevo, y, a su modo, se lo harán notar. . . De este punto en adelante el progreso será rápido. Frecuentemente se producen resultados maravillosos después de una reconciliación como ésta.

El Capítulo IX, “La Familia y La Recuperación”, del Libro Grande me permitió tener la esperanza de que las relaciones filiales podrían restablecerse, ya que en mi actividad no había sabido ser padre, no les había podido enseñar con el ejemplo y esto influía en que tuvieran muy poco o nulo respeto por mí. Así que cuando leí: “El alcohólico puede encontrar dificultad en restablecer relaciones amigables con sus hijos. Su joven imaginación fue afectada mientras él bebía. Sin que lo digan, podría ser que detestaran a su padre por lo que les hizo a ellos y a su madre. Los niños son a veces capaces de una dureza y un escepticismo patéticos. Se muestran incapaces de perdonar y de olvidar. Esto puede durar meses y terminar mucho tiempo después que su madre haya aceptado el nuevo modo de vida y la nueva forma de pensar del padre.

Pero a la larga ellos comprenderán que su padre es un hombre nuevo y, a su manera, se lo harán saber. Y cuando esto se produzca, ellos podrían ser invitados a unirse a la meditación de la mañana y a tomar parte en la diaria plática, sin rencor y sin tomar partido. A partir de ese momento, el progreso será rápido. Estos reencuentros dan a menudo resultados maravillosos.”

Pero a la larga ellos comprenderán que su padre es un hombre nuevo y, a su manera, se lo harán saber. Y cuando esto se produzca, ellos podrían ser invitados a unirse a la meditación de la mañana y a tomar parte en la diaria plática, sin rencor y sin tomar partido. A partir de ese momento, el progreso será rápido. Estos reencuentros dan a menudo resultados maravillosos.”

Mis hijos han vivido las consecuencias graves y funestas de mi alcoholismo, pues muy chicos viendo la violencia familiar, el divorcio, las peleas continuas aún separados por “el control de los hijos”, los actos disparatados de ofensa y agresión, la pérdida del respeto, de la dignidad, de la confianza y de cariño por parte de muchas personas, de la familia y del sufrimiento de ser estigmatizados como hijos de un alcohólico, inservible, bueno para nada, dependiente de todos y al que hay que rescatar continuamente. Después crecieron teniendo muy poco aprecio por mis opiniones y pensamientos, aún sin consumir siguieron viviendo la lucha de poder, donde el botín parecían ser ellos y que en realidad era mi soberbia queriéndose imponer el orgullo de su madre. Más tarde al comenzar en la recuperación nace una esperanza que al mismo tiempo tiene sus claro-obscuros porque había vuelto a casarme y se sentían frustración y celos por haberlo logrado con otra pareja y con otras hijas. Entonces la recuperación se convirtió en una cuestión de pugna porque “!ya no me veían feliz!”, confundían la tranquilidad que iba adquiriendo con tristeza y con la desaparición de esa euforia que se mostraba en mi actividad y que me acompañaba en mis actos de vivir fingiendo.

Mi hijo y mis hijas han sufrido enormemente la mancha de tener un padre alcohólico, una basura de la familia, un inepto, un mentiroso, un hombre deshonesto, un infiel, un desastre en todos los departamentos de la vida, un hombre total y absolutamente fracasado. Sin embargo, han mantenido siempre la esperanza de mi recuperación, la vivieron alguna vez, me acompañaron en mi recaída y volvieron a tenderme su amor, su confianza y su fortaleza para volver a levantarme y dar el Primer Paso para recorrer nuevamente todo el camino del Programa de la recuperación.

Con su apoyo amoroso, con su acompañamiento en la clínica, con su interés en comprender que estoy enfermo de adicción, con su trato diario me pudieron transmitir que estaban dispuestos a seguir a mi lado, a continuar amándome tal y como soy, no obstante lo que he sido, a pesar de lo que he hecho y sin tomar en cuenta los agravios que han sufrido, incluso las penas trascendentales que conocidos, amigos y familiares les han cargado por tener un padre alcohólico, como yo.

De pronto, un día a la vez, observo el cambio en sus rostros, en su integridad emocional y en su relación conmigo, me vuelvo ante ellos una persona fiar, comienzan a solicitar mis sugerencias, les llama mucho la atención que no dé consejos sino que ejemplifique y guíe a través de narrar mis propias experiencias, dedico más tiempo a la casa, saben que cuentan conmigo y de pronto tengo una relación estrecha, cálida y muy amorosa, no exenta de las dificultades y diferencias naturales por la edad, por las circunstancias y por la manera de ser y de pensar, al fin de cuentas no soy su amigo sino soy su padre.

Mis hijos, con la ayuda de mi esposa, levantaron a una piltrafa humana, como yo, para darme amor y mostrarme que soy digno de cualquier cosa, que merezco lo mejor y que ellos por eso me otorgan su respeto, su compañía y sobre todo su amor.

Cuando los veo así, cuando así los convivo traigo a mi recuerdo cómo me hicieron ver las consecuencias que causé en ellos, cuando me narraron como me veían, cuando me dijeron el temor que me tenían, cuando lloraron por lo que les había hecho sufrir, cuando me transmitieron sus resentimientos y cuando me pusieron sus límites. No quiero olvidarlo porque ahora, en lugar de dolerme, me da una gran esperanza percatarme del cambio de sus actitud hacia mí, resultado de cada veinticuatro horas de accionar para tener un cambio de vida, una transformación profunda de mi personalidad, un avance hacia una nueva conciencia, un acercamiento a mi espiritualidad para ser tolerante, sincero y tener un amor genuino por todos mis semejantes, comenzando por mis hijos, y un amor auténtico a Dios.

Sólo por hoy, mis hijos tienen conmigo una relación de verdadero amor entrañable, íntimo y fraterno, lo cual es un milagro innegable, probado, indiscutible y fidedigno.

Felices 24 horas con mis hijos.

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