Deja ir a aquellos que no están en recuperación
Podemos avanzar en nuestra vida y en nuestra recuperación, incluso a pesar de que alguien a quien amamos no esté aún en recuperación.
Imagina un puente. En un lado del puente todo está frío y oscuro. Ahí estuvimos con nosotros en el frío y la oscuridad, doblados por el dolor. Algunos desarrollamos un desorden con la comida para lidiar con el dolor. Otros bebían o usaban otras drogas. Algunos más perdimos el control sobre nuestra conducta sexual o nos concentramos obsesivamente en el dolor de personas adictas para distraernos de nuestro propio dolor. Muchos hicimos ambas cosas: desarrollamos una conducta adictiva y nos distrajimos concentrándonos en otros adictos. No sabíamos que había un puente. Pensábamos que estábamos atrapados en un acantilado.
Luego, algunos tuvimos suerte. Nuestros ojos se abrieron, por la Gracia de Dios, porque era tiempo de ello. Vimos el puente. La gente nos dijo lo que había del otro lado: color, luz y curación para nuestro dolor. Apenas podíamos vislumbrar o imaginar esto, pero decidimos de todas maneras emprender el camino para cruzar el puente.
Tratamos de convencer a la gente que nos rodeaba en el acantilado de que había un puente que conducía a un lugar mejor, pero no quisieron escucharnos. No estaban listos para emprender la jornada. Decidimos ir solos porque creímos y porque la gente que estaba del otro lado nos animaba a seguir adelante. Entre mas nos acercábamos al otro lado, mas podíamos ver y sentir que lo que se nos había prometido era verdad. Había luz, color, curación y amor.
El otro lado era un sitio mejor .
Sin embargo ahora hay un puente entre nosotros y los que se quedaron del otro lado. A veces podemos sentir la tentación de volvernos y traerlos a rastras con nosotros, pero eso no se puede hacer. A nadie se le puede arrastrar ni obligar a cruzar el puente. Cada persona debe ir por su propia voluntad, cuando sea su tiempo. Algunos
vendrán; otros se quedarán del otro lado. La elección no es nuestra.
Podemos amarlos. Podemos saludarlos con la mano. Podemos ir y venir. Podemos animarlos, como otros nos han animado y nos han alentado. Pero no podemos obligarlos para que vengan con nosotros.
Si ha llegado nuestro momento de cruzar el puente, o si ya lo hemos cruzado y estamos en la luz y en el calor, no tenemos que sentirnos culpables. Estamos donde teníamos que estar. No tenemos que regresar al oscuro acantilado porque aún no haya llegado el tiempo de alguien más.
Lo mejor que podemos hacer es quedarnos en la luz, porque eso les da la seguridad a los otros de que hay un lugar mejor. Y si esos otros alguna vez se deciden a cruzar el puente, estaremos ahí para animarlos.
“Hoy avanzaré en mi vida, a pesar de lo que los otros hagan o dejen de hacer. Sabré que es mi derecho cruzar el puente a una vida mejor, aunque para hacerlo tenga que dejar a otros atrás. No me sentiré culpable, ni me sentiré avergonzado. Sé que el lugar donde estoy ahora es un lugar mejor y que ahí es donde debo estar”
COMENTARIO 2015