Dolor emocional
En el pasado, traducíamos el dolor emocional en hambre física. El hambre física era algo con lo que podíamos lidiar cuando el dolor emocional era demasiado para nosotros. La razón por la que a nuestra hambre no la satisfacía ninguna cantidad de comida era porque el hambre era en realidad el dolor emocional.
Si de niños éramos incapaces de reconocer y de expresar nuestro dolor, lo enterrábamos. Ya de adultos, quizá hayamos seguido ignorando los sentimientos dolorosos y tratando de hacerlos desaparecer con cantidades de comida y de bebida. Con el tiempo, nos volvimos tan deshonestos con nosotros mismos que no sabíamos lo que en realidad estábamos sintiendo. Tal vez fingimos durante tanto tiempo que todo estaba bien que llegamos a creerlo. El signo delator de que no todo estaba bien era nuestra conducta compulsiva de comer.
Cuando guardamos la abstinencia, a veces tememos que nos agobie el dolor emocional que ya no enterramos con comida. Al entregarle el dolor a nuestro Poder Superior, somos capaces de sobrevivir a él y de aprender de él.
Te doy a Ti el dolor que yo no puedo manejar.

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