Hambrientos
En lo profundo de nosotros hay un hambre que no se satisface con comida. Tenemos hambre de amor y de camaradería entre nosotros y hambre de comunión con nuestro Poder Superior. No fuimos creados para vivir solos y aislados. Apartarnos de los demás para comer en forma compulsiva empeora aún más esa hambre profunda.
Mientras estemos vivos, nunca estaremos plenamente satisfechos. Siempre habrá más amor que dar y recibir, y más pasos que tomar en nuestra jornada espiritual. En este sentido, siempre estaremos hambrientos. El hambre espiritual es cosa buena, mientras la reconozcamos como lo que es y no tratemos de apaciguarla con sustitutos materiales.
Nuestro Poder Superior nos ha creado con un hambre que únicamente Él puede satisfacer. A medida que nuestro progreso por medio de los Doce Pasos nos permite acercarnos más a Él y a los demás, experimentamos una satisfacción que no habíamos conocido antes. Estamos aprendiendo a tener hambre espiritual.
Señor, bendice nuestra hambre

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