El falso orgullo
A menudo, el orgullo obstaculiza nuestra recuperación. No el orgullo bien entendido, el respeto por uno mismo que nos pertenece a todos los hijos de Dios, sino el falso orgullo que nos envanece.
Tenemos falso orgullo cuando pensamos que «podemos solos», cuando no reconocemos una autoridad más alta que nuestro ego. Tenemos falso orgullo cuando nos rehusamos a pedir ayuda a seguir instrucciones. El falso orgullo está ahí cada vez que nos consideramos superiores a alguien más.
Tan pronto empezamos a envanecernos, nos metemos en problemas. A veces necesitamos caer varias veces en forma estrepitosa para abandonar el falso orgullo. Comer en forma compulsiva nos garantiza que aprenderemos a ser humildes una vez que reconozcamos que somos impotentes ante la comida y que no podemos gobernar nuestras vidas.
Cuando examinamos concienzudamente nuestros motivos para comer en exceso y vemos honestamente el daño que nuestra errónea manera de pensar nos ha hecho a nosotros mismos y a quienes nos rodean, estamos en camino de liberarnos de nuestro falso orgullo. Esto es algo contra lo que tenemos que luchar constantemente, ya que este falso orgullo surge una y otra vez.
Perdona, por favor, mi falso orgullo.

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