Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

16 JULIO

“UN GRADO DE HUMILDAD”

En todo caso, el sufrimiento había sido el precio de entrada a una nueva vida. Pero este precio de entrada nos había comprado más de lo que esperábamos. Traía consigo cierto grado de humildad, la cual, pronto descubrimos, aliviaba el sufrimiento.

— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 72

Aunque nunca logré controlar mi vida, fue doloroso renunciar a tratar de hacerlo; y cuando la vida se me hacía muy dura yo bebía para escapar. Lograré aceptar la vida como es por medio de la humildad que experimento cuando entrego mi voluntad y mi vida al cuidado de Dios como yo lo concibo. Con mi vida bajo el cuidado de Dios, el temor, la incertidumbre y la ira, ya no serán las respuestas a aquellas partes de mi vida que preferiría que no me sucedieran. El dolor de vivir esos momentos será aliviado por el conocimiento de que he recibido la fortaleza espiritual para sobrevivir.

Del libro Reflexiones diarias
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Humildemente tuve que aceptar mi total derrota en mi pelea por controlar mi manera de beber; mi forma de consumir; mis excesos en mi manera de vivir; así como, mis pensamientos, emociones y conductas desviados, nefastos y auto-destructivos.

En el Paso Siete la insistencia en que observe los beneficios de la humildad es apabullante, tanto que al principio me parecía una exageración que la palabra “humildad” se repita XX veces, por lo menos, pues consideraba que la idea de este paso consistía en pedir a Dios que eliminara mis defectos de carácter: Entonces me percaté que precisamente estaba incurriendo de manera muy importante en mi defecto de la prepotencia y de la soberbia al intentar poner mi propia razón por encima de la experiencia, millones de veces probada, de quienes escribieron los Doce Pasos y de quienes al poner en acción en su vida las sugerencias espirituales han lograd vivir bien y mejor.

Así repaso este párrafo del Séptimo Paso que dice: “Miramos a nuestro alrededor y escuchábamos como por todas partes sucedían fracasos y desgracias, transformadas en bienes inapreciables, por la humildad. Entonces en A.A. escuchamos una y otra narración de como la humildad había sacado fuerzas de la debilidad. En cada caso el comienzo de una vida nueva había sido pagada con dolor. Pero a cambio de ese pago, se había recibido más de lo que se esperaba. Adquirimos una dosis de humildad que pronto descubrimos que curaba el dolor. Empezamos a temerle menos al dolor, y a desear tener humildad más que nunca.”

Leer detenidamente estas líneas me hacen ver que la humildad me regala serenidad y equilibrio emocional, por eso al realizar actos humildes, empezando por reconocer mi impotencia y mi ingobernabilidad, voy abriendo el camino de aprender a hacer mi inventario personal para admitir ante mí mismo, ante Dios y ante otro ser humano la naturaleza exacta de mis defectos, por lo que en apego a la verdad, honestidad y sinceridad que me exige mi inventario diario puede detectar, admitir y corregir mis errores, así como puedo tener la posibilidad de solicitar que se eliminen de mí el o los defectos de carácter por veinticuatro horas o simplemente por el momento en que estoy pasando.

La membresía al Programa de recuperación se paga muy cara, tiene un costo exorbitante porque me exige una suma de sufrimiento en mucho volumen y en mala calidad de vida, ya que va aderezado principalmente por un monto de pérdidas materiales, afectivas y espirituales inmensa, pérdidas que en la mayoría de sus casos son irrecuperables e irremplazables, así como son irreparables en forma directa junto con la imposibilidad de remediar, resarcir y subsanar de manera directa los daños causados.

Al comenzar a ejercitar el sencillo juego de herramientas espirituales que los Doce Pasos y el Libro Grande me proponen voy viviendo la paradoja de que mis fracasos y desgracias se van convirtiendo en mi activo más importante para lograr un despertar espiritual y poder progresar en mi estado anímico, psíquico, subjetivo, moral, mental inclusive místico, porque solamente aquellos que no han caído, que no han sufrido disturbios emocionales, que se consideran “buenos” o “perfectos”, como yo en la actividad, no sienten el menor impulso para intentar ejercitar una vida auténticamente guiada por la honradez, la tolerancia, el verdadero amor a Dios y a los semejantes.

Si yo “no tengo errores”, “no me equivoco”, “tengo siempre la razón”, “siempre gano”, “soy exitoso”, “soy espiritual”, “soy agradable a todos”, “soy muy inteligente”; “tengo todo lo que quiero”, etcétera ¿cuál sería la razón para buscar tener un cambio en mi personalidad que me exige un modo de vida estricto para disminuir mi ego y lo “grandioso”, “bueno” y “excelente” que he logrado con él?, ¿qué necesidad tengo de un Poder Superior si “yo lo puedo todo”?
La mejor respuesta me la otorga mi propia experiencia, pues en la actividad y antes de interiorizarme en el Libro Azul y los Doce Pasos estaba convencido que mi libre albedrío y mis propios talentos eran la respuesta a todo lo que se me presentara en la vida, tanto que siempre me negaba y me oponía a considerar que necesitaba de la Comunidad de la recuperación, de un grupo, de los demás y mucho menos de Dios para dejar de consumir, “¡yo podía dejarlo cuando quisiera!”. Humildemente tuve que aceptar mi total derrota en mi pelea por controlar mi manera de beber; mi forma de consumir; mis excesos en mi manera de vivir; así como, mis pensamientos, emociones y conductas desviados, nefastos y auto-destructivos.

Finalmente mi Primer Paso fue un acto de humildad que me permitió caminar hacia mi liberación por la obsesión de consumir porque me dejó ver que mi verdadera enfermedad es mi falta de poder ante sustancias, ante conductas, ante personas e inclusive ante muchas cosas de mí mismo. De esta forma pude dejarle, un día a la vez, la carga de mi enfermedad de la adicción a un Poder Superior que es una capacidad, energía, dominio y eficacia por encima de mí.

Felices 24 horas con un grado de humildad.

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