Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

9 JULIO

«SOY UN INSTRUMENTO»

Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.

— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 67

El tema de la humildad es difícil. Humildad no es pensar de mí mismo menos de lo que debo; humildad es reconocer que yo hago bien ciertas cosas, es aceptar cortésmente un elogio.

Dios puede hacer por mí sólo lo que puede hacer por medio de mí. La humildad es el resultado de saber que Dios es el que lo hace, no yo. A la luz de este conocimiento ¿cómo puedo sentirme orgulloso por mis logros? Yo soy un instrumento y cualquier trabajo que parezca estar haciendo es hecho por Dios a través de mí. Diariamente le pido a Dios que me libre de mis defectos, para que pueda con más libertad ocuparme de mis asuntos de A.A. de “amor y servicio”.

Del libro Reflexiones diarias
Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

La humildad, de “humus” = tierra, es poner mis pies en la tierra no permitir que mis pensamientos de grandiosidad y mis emociones de prepotencia y orgullo me levanten por encima de los demás, pues en la aparente realidad de lo puramente humano puede parecer que tengo una “altura” sobre mis semejantes si tengo una mayor inteligencia, un mayor conocimiento, una basta cultura, una posición económica desahogada y/o una situación de poder.

Ser un instrumento del Poder Superior implica tener la suficiente humildad para saber que yo no soy quien tiene los grandes logros, ni que realiza los actos de triunfo, ni el que da a los demás, mucho menos el que guía o enseña a otros. Simple y sencillamente lo que sucede es que si a través de mi oración y meditación pido conocer la Voluntad de Dios y suplico la fortaleza para cumplirla, puedo encauzar mi fuerza de voluntad a unirse en intención con la Voluntad de mi Poder Superior.

La humildad es la verdad y por eso ser sincero, honrado, honesto, auténtico es algo que requiero practicar y vivir si quiero que Dios pueda manifestarse en mí, tanto para mí mismo como para los demás, porque en la medida en que tengo la soberbia de pensar que yo soy el dios de mi razón, que en mí se encuentran innatas todas las capacidades y potestades para controlar, cambiar, dirigir y corregir mi vida y la de los demás, caigo en el error de creer que tengo tal cantidad y sobre todo calidad de poder como para no necesitar de un Poder Superior a menos que sean circunstancias extraordinarias o de gran emergencia.

La humildad, para mí, es mi actitud que no me permite presumir “mis logros” frente a otros, alabarme con mis triunfos para humillar, para menospreciar, para maltratar y pisotear a los demás. Se trata de reconocer las debilidades que tengo, reconocer mis desperfectos, mis fallas, mis errores, mis desviaciones y buscar corregir para mejorar cada veinticuatro horas o cada momento en que lo detecte y admita.

Uno de los actos de humildad que voy aprendiendo con mis compañeros y en el grupo es hacer el esfuerzo de escuchar, de aceptar, comprender y consolar a los demás. De hecho en la medida en que me identifico más con mis compañeros y con los demás, paradójicamente va creciendo el afecto y la estima mutua, de hecho encuentro que en los cimientos de la humildad se encuentra la piedra de la autoestima.

Al pedirle a Dios ser uno de sus instrumentos reconozco que no hay compañeros más valiosos, que nadie es mejor que nadie, sino que cada uno tiene su propia valía y sus propias cualidades y talentos, por eso entre todos aportamos nuestra mutua experiencia, fortaleza y esperanza para mantenernos sobrios y ayudar a otros a alcanzar el estado de sobriedad.

Felices 24 horas de ser un instrumento de Dios.

error: Content is protected !!