Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

22 JUNIO

«HOY, SOY LIBRE»

Esto me llevó a la sana conclusión de que había muchísimas situaciones en el mundo ante las cuales yo no tenía ningún poder personal — que si estaba tan dispuesto a admitir que éste era el caso respecto al alcohol, tendría que reconocer lo mismo respecto a otros muchos asuntos: tendría que sosegarme y saber que Él, no yo, era Dios.

— COMO LO VE BILL, p. 114

Estoy aprendiendo a practicar la aceptación en todas las circunstancias de mi vida, para poder disfrutar de tranquilidad de espíritu. En el pasado la vida era una constante batalla porque yo creía que tenía que pasar cada día peleando conmigo mismo y con todos los demás. Finalmente, esto se convirtió en una batalla perdida. Terminaba emborrachándome y llorando por mi miseria. Cuando empecé a desprenderme y dejar que Dios se hiciera cargo de mi vida, empecé a tener tranquilidad de espíritu. Hoy soy libre. Ya no tengo que pelear con nadie ni con nada.

Del libro Reflexiones diarias
Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

Me llevó muchos años reconocer que no podía controlar la bebida y mi mente siempre me engañaba diciéndome que “esta vez sería diferente”.

Al repasar mi historial me percato que hubo muchísimas ocasiones para haber aceptado mi derrota pero me negaba porque la idea de no tener el control no me era agradable puesto que crecí en un ambiente familiar, escolar, social y profesional en el que “tener la razón”, “ser inteligente”, “ser más competitivo y exitoso” es lo que realmente contaba porque el triunfo se medía y en ese entorno se mide por lo que materialmente logró obtener de dinero, de poder, de reconocimiento y estatus social.

Al estar inmerso cotidianamente en asuntos de índole puramente humana caigo en el mismo error de querer controlar situaciones, personas, incluso pensamientos y emociones ajenas, hay momentos en que “me creo capaz de cambiar a alguien, dirigir su vida, redimir a los que quiero” y si apenas puedo cambiarme a mí mismo, dirigir mi vida a lo correcto y redimirme a mí por todo el mal cursado es obvio que no tengo ninguna capacidad ni posibilidad mucho menos poder para controlar nada ni a nadie.

Al aplicar mi Programa de veinticuatro horas voy aprendiendo que no sólo debí encargarle a Dios mi enfermedad de la adicción sino mi enfermedad emocional con esa gran parte de codependencia que me incita a querer salvar a los demás, a mi soberbia de buscar controlar cosas y personas.

Al aplicar los Doce Pasos voy descubriendo esa Gran Realidad de que Dios es el que puede co todo aquello que no es posible para mí y que debo tener de de que mientras siga las sugerencias de aplicar principios espirituales en mi vida tendré los resultados que mi Poder Superior considera son los mejores para mí y para los demás.

La frustración es un gran enemigo y surge de mi afán de control cuando dejo que mi grandiosidad, mi imaginación destructiva, mis expectativas egoístas sean la medida para determinar si una cosa, una persona o una situación son “correctas y benéficas” para mi vida. Y por eso debo evitar darle riendas sueltas a ese tipo de pensamientos y emociones que me llevan apartarme de Dios y querer ser yo quién tome el control de mi vida en lugar de ponerla junto con mi voluntad al cuidado de Dios.

Al igual que mi obsesión por consumir y mi enfermedad de la adicción se las dejo a mi Poder Superior, de la misma forma estoy aprendiendo a dejarle las circunstancias y personas que apañe en lo cotidiano y que no están en mi control, pues al hacerlo obtengo serenidad par actuar y tranquilidad en en espíritu para vivir en paz.

Felices 24 horas siendo libre

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