Cuando me hago la victima pobrecita siento que la gente me quiere, que me quiere ayudar, que no les gusta que este mal. Me siento bien y por eso lo hago. Si supiera todas las consecuencias negativas que conlleva a largo plazo no lo haria

El victimizarse es una adicción que sume a las personas en un mundo negativo y frustrante.

Se trata de un proceso inconsciente programado en la mente del individuo, enfatizando las situaciones negativas que ha experimentado en su vida, para recibir aceptación, aprobación y reconocimiento. Los patrones de comportamiento aprendidos en las relaciones familiares primarias, son clave para las repeticiones de conductas que llevan a tomar estas posiciones.

Las personas que se victimizan, practican una proyección, defendiéndose continuamente para no reconocer sus propios errores, tratando de obtener compasión de los que le rodean, ocultándose tras al enojo si las personas no aceptan su manera de pensar o actuar, censurándoles con dureza hasta dañarlos emocionalmente. El victimizarse es una negación de su propia realidad, para no aceptar las responsabilidad de cambiar actitudes y patrones negativos que la han llevado a postrarse en una cama de aflicción y de rechazo hacia sí mismo y hacia las personas que le rodean en cualquier ámbito.

Ciertamente puede existir un daño recibido desde la infancia; sin embargo, no hay nada imposible para Dios, para los hombres, ni para las mujeres, cuando hay una disposición en el corazón. Por ende debe existir un deseo real de cambio mediante una terapia adecuada. Es necesario iniciar un proceso de sanidad para identificar la verdadera causa de ese dolor oculto que te está destruyendo, admitir que el victimizarse además de dolor trae soledad y un significativo desgaste emocional, físico y espiritual.

Es tiempo de que tomes decisiones importantes para que tu vida sea placentera. Es un desafío que tienes por delante, lo que solo puedes lograr mediante una actitud positiva, que te ayudará a marcar la diferencia en los resultados que puedas alcanzar, para ser realmente una persona que deje atrás el fracaso y abrace la experiencia de poder compartir abiertamente con otras personas y desarrollar en tu interior una fortaleza indestructible.
JUAN 3: 16 / JUAN 7: 37 Y 38 / SALMO 103 : 1 AL 5

Cada día en cada decisión, las personas asumen una entre dos posiciones, que dan curso a lo que será su éxito o su fracaso: vivir como responsables o vivir como víctimas., es decir, culpar a otros de lo que les sucede o asumir que lo que recogemos se debe a lo que sembramos. Siga leyendo.

Por razones de biología, los humanos, tenemos recursos que nos permiten relacionarnos con el mundo de manera muy particular. Cuatro de esos recursos cuya forma de utilización afectan nuestra vida en distintas áreas, son: el lenguaje, la interpretación, la memoria y la imaginación. Detallemos:

El lenguaje, se aprende en sociedad, está limitado por la forma de cultura que aprendemos y nos permite darle nombre a personas, objetos y situaciones. Si no disponemos de un nombre para expresar situaciones o experiencias podemos sentirnos confundidos. También el lenguaje nos permite usar esos nombres asignados para describir lo que experimentamos, aunque las describamos prejuiciado por aprendizajes previos. La interpretación la hacemos con pensamientos o verbalizaciones y consiste en darle sentido racional a las cosas, opinar sobre ellas, descifrar lo que significan en nuestro código personal.

En cuanto a los otros dos recursos, la memoria y la imaginación, diremos que la memoria, facultad superior vinculada al cerebro, nos permite almacenar y recordar experiencias e interpretaciones, mientras que la imaginación sirve para pensar en lo que no existe y visualizar cómo será o sucederá.

Estos cuatro recursos los usamos para conformar una opinión compleja acerca de nosotros, que conocemos como la autoimagen, base, por cierto, de toda nuestra actuación social. Esa autoimagen surge de acuerdo con la forma como hemos sido tratados, lo que hemos experimentado, como hemos interpretado nuestras experiencias y las consideraciones que hacemos sobre lo que podemos o no, hacer, lograr y disfrutar. Se habla de autoimagen negativa o positiva, si la manera de percibirnos es favorable o desfavorable, lo cual repercute en toda nuestra autoestima.

«Muchos de tus problemas pueden llevar mi nombre,  pero todas las soluciones llevan el tuyo» de la supervivencia a la recuperacion pg 111

Nadie puede ver mas alla de su nivel de consciencia, por tanto no malgastes tu energia intentando convencer a los demas, aceptalos tal y como son, cada ser tiene su proceso evolutivo interno

COMPLACEDORA DE GENTE ( CUIDADO CON MI ACTITUD Y CON MI CONDUCTA)
SOY UNA SUFRIDORA, UNA MARTIR, PERSONA INSEGURA
JUGAR EL PAPEL DE VICTIMA, HACERME LA POBRECITA, YO TAMBIEN HABIA HECHO VICTIMAS. YO NO SOY NINGUNA POBRECITA
NO DAR IMPORTANCIA A LAS OFENSAS
AUTOSABOTAJE, EXCUSAS, POBRECITO DE MI, SIEMPRE TENGO EL PEOR TRABAJO, TODO LO PEOR ME PASA A MI, LO DEJO TODO PARA EL FINAL
victima-pasiva

protagonista-activa, no pierde el tiempo lamentandose sino que acciona

Nos la podemos pasar de conmiserados, victimizándonos, haciendo como que hacemos y no hacemos nada, pensando que sòlo uno sufre y sólo nuestro sufrimiento tiene importancia y esperando que nos den servicio y no tener la más mínima de las intensiones de uno hacerlo. Decir, publicar, «parlotear», étc de nada sirve si no se actua, si no se acciona. Todo funciona con la acción y absolutamente nada más… Y más aún…, hacerlo sin que se sepa pero ese bienestar se percibe, Dios y tù lo saben y los demás lo notamos…

HERRAMIENTAS DE UNA BUENA VICTIMA

-se utiliza la emocion de la culpa para manipular a las personas, para controlar, para conseguir determinados objetivos

-provoca a otros para que la humillen, critiquen o hieran

-aparenta debilidad o desconcierto constante, parece que estoy como perdida, necesito que me guies y luego si no me gusta el camino que escoges me quejo y te culpo

-roban mucha energia

papel de victima. implica actuar como un pobrecito,sin serlo, para ganar la compasion, evocar la compasion y asi conseguir algo del otro( sin ganarselo, utilizando a la gente). convence a su victima de q sufre de algun modo y ellos trataran de aliviar dicha angustia.

«Cuenta una historia que dos jóvenes judíos, Karl y Joseph, trabaron una intensa relación de amistad durante los tres años de terrible cautiverio que pasaron en un campo de concentración nazi. Tras dieciséis años sin verse, quedaron un día para cenar. Karl se había casado, tenía dos hijas y trabajaba como ingeniero en una gran empresa. Hablaba con ternura de su familia y con pasión de su profesión. Joseph, por otra parte, había vivido prácticamente como un ermitaño. Y hablaba de su empleo con desgana. Al finalizar la cena, Joseph, indignado, exclamó: “¡¿Cómo puedes vivir tan tranquilo después de la injusticia que sufrimos?! Por más que pasen los años, cada día me acuerdo de lo que nos hicieron”. Y tras una larga pausa, Karl le contestó: “Querido amigo, por supuesto que recuerdo los tres años que compartimos en aquel barracón. Sin embargo, aunque ya han pasado dieciséis años desde que los dos fuimos liberados, me acabo de dar cuenta de que yo soy libre y tú sigues encerrado allí”.

Sentirse víctima es fácil… y muy rentable, permite usar el sufrimiento como recurso para influir en la conducta ajena

La víctima es la parte más desfavorecida de una relación, la persona que más sufre y que suele salir más dañada. Pero ser una víctima también tiene sus ventajas: más consuelo, atención, mayor comprensión por parte de los demás, cambios en su actitud

El victimismo es el arte de utilizar el sufrimiento como recurso. A través de las quejas o de expresar malestar se transmite una exigencia soterrada a los demás, despertando en su interior un sentimiento de culpa.

¿Quién no ha intentado en alguna ocasión producir lástima para conseguir algo?, ¿quién no ha hecho sentir culpable alguna vez a otra persona?, o ¿quién no ha intentado eludir una responsabilidad exagerando su desamparo?

– Deformación de la realidad: El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que la culpa en todo caso, es siempre del resto. El sujeto muestra un gran  pesimismo de la realidad que le rodea, sobredimensionando lo negativo, recelando de lo que surge a su alrededor y presumiendo de que los otros son injustos y le maltratan. De esta actitud surge un morboso afán por descubrir agravios nimios, sin importancia, para sentirse discriminado o maltratado. De esta forma, su susceptibilidad le lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica, elevada inmediatamente a la consideración de grave ofensa.

Como detectar la manipulación

· No se dice directamente lo que se desea, sino que se expresa en forma de queja o sufrimiento.

· Quien recibe la queja percibe una exigencia. Si accede puede que deba renunciar a sus deseos o necesidades, y si se niega aparece culpabilidad o miedo a que el otro se enfade o lo rechace.

· Se manifiesta abiertamente la propia vulnerabilidad, en ocasiones de manera exagerada, en una actitud de «pobre de mí».

· En ocasiones aparece una actitud de recelo y susceptibilidad en la víctima. En todo se perciben malas intenciones.

· El victimista siente que él se sacrifica y nunca recibe lo mismo a cambio.

· Se justifica la propia actitud agresiva como una defensa de anteriores ataques recibidos.

Víctimas y supervivientes

No es nada fácil determinar por qué las personas, ante una misma situación, tienen comportamientos tan distintos. Mientras unos tienen los recursos necesarios para superar las adversidades, otros quedan atrapados en una dinámica negativa de la que no son capaces de escapar y de la que, en muchos casos, ni tan siquiera son conscientes.

VICTIMISMO

«Cuando adoptamos el rol de víctima ante circunstancias que no podemos manejar y no hacemos más que quejarnos de nuestro destino y mala suerte, malgastamos energía…»

Pregunta:Me gustaría que me explicasen las repercusiones que puede tener para nuestra vida moral, las actitudes»victimistas» que yo creo que solemos adoptar con frecuencia; y, así mismo, que nos den algunas pautas sobre cómo podríamos superarlas.

Respuesta: Antes de nada, conviene distinguir el término «víctima», cuando es utilizado en su originario sentido teológico, de cuando lo hacemos en su connotación psicológica y moral. Evidentemente, esta consulta se refiere a la segunda acepción del término.

Entendemos por «victimismo» una tendencia psicológica, que de ordinario conlleva una responsabilidad moral, que consiste en una tendencia a culpar a otros de los males que uno padece. Es decir, «yo soy una pobre víctima», «los demás no me entienden», «a mí me tocan todos los palos», «no hay derecho», etc, etc, etc…

El victimismo tiene las siguientes características:

1.-Deformación de la realidad: Se exagera tremendamente lo negativo. De un granito de arena se hace una montaña. La botella se percibe siempre «medio vacía», en vez de «medio llena». Esto conlleva que se recele de ordinario del mundo que nos rodea, siendo muy difícil así seguir los consejos cristianos que nos invitan a «pensar bien» del prójimo.

2.-Regodearse en el lamento: Quizás lo más característico de la actitud victimista, no sea tanto el juicio pesimista, cuanto el gusto por manifestarse como una víctima ante los demás. Se trata en el fondo de llamar la atención, forzando la compasión de los que le rodean. Se trata de mendigar protagonismo mediante una estrategia de lamentos. Lo que ocurre es que, quien ha llegado a hacer un hábito de esta tendencia victimista, puede llegar incluso a creérsela. En este sentido, sí que cabría decir con verdad que es «víctima»; pero víctima de sí mismo.

3.-Incapacidad de autocrítica: Mientras que el filósofo Kierkegard aconsejaba: «toma consejo del enemigo»; el»victimista» es incapaz de hacer tal cosa. Es más, tiende a considerar como enemigo a cualquiera que se atreva a hacerle alguna corrección. A lo sumo, percibirá la «verdad» o el «bien», cuando provengan de alguien que le resulte simpático.

Frente a esta tendencia moral que, como hemos descrito, es muy perniciosa para el desarrollo de la vida, pasamos a dar algunas pautas para llegar a liberarnos de la «esclavitud victimista»:

*Fe en el prójimo como «Ser de LUZ»: La vida es la escultora, nosotros somos el tronco a tallar. La presencia del prójimo en nuestra vida, sus correcciones, sus incomprensiones, etc…. son el cincel con el que somos tallados.

*Renuncia a la queja: Si queremos arrancar un hábito, es necesario cortar por lo sano con el «pobre de mí».

A menudo quizá nos descubrimos quejándonos de pequeños rechazos, de faltas de consideración o de descuidos de los demás. Observamos en nuestro interior ese murmullo, ese gemido, ese lamento que crece y crece aunque no lo queramos. Y vemos que cuanto más nos refugiamos en él, peor nos sentimos; cuanto más lo analizamos, más razones aparecen para seguir quejándonos; cuanto más profundamente entramos en esas razones, más complicadas se vuelven.

Es la queja de un corazón que siente que nunca recibe lo que le corresponde. Una queja expresada de mil maneras, pero que siempre termina creando un fondo de amargura y de decepción.

Hay un enorme y oscuro poder en esa vehemente queja interior. Cada vez que una persona se deja seducir por esas ideas, se enreda un poco más en una espiral de rechazo interminable. La condena a otros, y la condena a uno mismo, crecen más y más. Se adentra en el laberinto de su propio descontento, hasta que al final puede sentirse la persona más incomprendida, rechazada y despreciada del mundo.

Además, quejarse es muchas veces contraproducente. Cuando nos lamentamos de algo con la esperanza de inspirar pena y así recibir una satisfacción, el resultado es con frecuencia lo contrario de lo que intentamos conseguir. La queja habitual conduce a más rechazo, pues es agotador convivir con alguien que tiende al victimismo, o que en todo ve desaires o menosprecios, o que espera de los demás—o de la vida en general— lo que de ordinario no se puede exigir. La raíz de esa frustración está no pocas veces en que esa persona se ve autodefraudada, y es difícil dar respuesta a sus quejas porque en el fondo a quien rechaza es a sí misma.

Una vez que la queja se hace fuerte en alguien —en su interior, o en su actitud exterior—, esa persona pierde la espontaneidad hasta el punto de que la alegría que observa en otros tiende a evocar en ella un sentimiento de tristeza, e incluso de rencor. Ante la alegría de los demás, enseguida empieza a sospechar. Alegría y resentimiento no puede coexistir: cuando hay resentimiento, la alegría, en vez de invitar a la alegría, origina un mayor rechazo.

Esa actitud de queja es aún más grave cuando va asociada a una referencia constante a la propia virtud, al supuesto propio buen hacer: «Yo hago esto, y lo otro, y estoy aquí trabajando, preocupándome de aquello, intentando eso otro… y en cambio él, o ella, mientras, se despreocupan, hacen el vago, van a lo suyo, son así o asá…».

Como ha escrito Henri J.M.Nouwen, son quejas y susceptibilidades que parecen estar misteriosamente ligadas a elogiables actitudes en uno mismo. Todo un estilo patológico de pensamiento que desespera enormemente a quien lo sufre. Justo en el momento en que quiere hablar o actuar desde la actitud más altruista y más digna, se encuentraatrapado por sentimientos de ira o de rencor. Cuanto más desinteresado pretende ser, más se obsesiona en que se valore lo que él hace. Cuanto más se esmera en hacer todo lo posible, más se pregunta por qué los demás no hacen lo mismo que él. Cuanto más generoso quiere mostrarse, más envidia siente por quienes se abandonan en el egoísmo.

Cuando se cae en esa espiral de crítica y de reproche, todo pierde su espontaneidad. El resentimiento bloquea la percepción, manifiesta envidia, se indigna constantemente porque no se le da lo que, según él, merece. Todo se convierte en sospechoso, calculado, lleno de segundas intenciones. El más mínimo movimiento reclama uncontramovimiento. El más mínimo comentario debe ser analizado, el gesto más insignificante debe ser evaluado. La vida se convierte en una estrategia de agravios y reivindicaciones. En el fondo de todo aparece constantemente un yo resentido y quejoso.

¿Cuál es la solución a esto? Quizá lo mejor sea esforzarse en dar más entrada en uno mismo a la confianza y a la gratitud. Sabemos que gratitud y resentimiento no pueden coexistir. La disciplina de la gratitud es un esfuerzo explícito por recibir con alegría y serenidad lo que nos sucede. La gratitud implica una elección constante. Puedo elegir ser agradecido aunque mis emociones y sentimientos primarios estén impregnados de dolor. Es sorprendente la cantidad de veces en que podemos optar por la gratitud en vez de por la queja. Hay un dicho estonio que dice: «Quien no es agradecido en lo poco, tampoco lo será en lo mucho». Los pequeños actos de gratitud le hacen a uno agradecido. Sobre todo porque, poco a poco, nos hacen a uno ver que, si miramos las cosas con perspectiva, al final nos damos cuenta de que todo resulta ser para bien.

Cada día en cada decisión, las personas asumen una entre dos posiciones, que dan curso a lo que será su éxito o su fracaso: vivir como responsables o vivir como víctimas., es decir, culpar a otros de lo que les sucede o asumir que lo que recogemos se debe a lo que sembramos.
Por razones de biología, los humanos, tenemos recursos que nos permiten relacionarnos con el mundo de manera muy particular.

Cuatro de esos recursos cuya forma de utilización afectan nuestra vida en distintas áreas, son: el lenguaje, la interpretación, la memoria y la imaginación.

El lenguaje, se aprende en sociedad, está limitado por la forma de cultura que aprendemos y nos permite darle nombre a personas, objetos y situaciones. Si no disponemos de un nombre para expresar situaciones o experiencias podemos sentirnos confundidos. También el lenguaje nos permite usar esos nombres asignados para describir lo que experimentamos, aunque las describamos prejuiciados por aprendizajes previos. La interpretación la hacemos con pensamientos o verbalizaciones y consiste en darle sentido racional a las cosas, opinar sobre ellas, descifrar lo que signifcan en nuestro codigo personal.

En cuanto a los otros dos recursos, la memoria y la imaginación, diremos que la memoria, facultad superior vinculada al cerebro, nos permite almacenar y recordar experiencias e interpretaciones, mientras que la imaginación sirve para pensar en lo que no existe y visualizar cómo será o sucederá.

Estos cuatro recursos los usamos para conformar una opinión compleja acerca de nosotros, que conocemos como laautoimagen, base, por cierto, de toda nuestra actuación social. Esa autoimagen surge de acuerdo con la forma como hemos sido tratados, lo que hemos experimentado, como hemos interpretado nuestras experiencias y las consideraciones que hacemos sobre lo que podemos o no, hacer, lograr y disfrutar. Se habla de autoimagen negativa o positiva, si la manera de percibirnos es favorable o desfavorable, lo cual repercute en toda nuestra autoestima.

Esa autoimagen la fortalecemos y protegemos férreamente, la mayoría de las veces sin notarlo, a través de varios mecanismos de defensa entre los cuales mencionaré únicamente el de proyección. La proyección, concepto utilizado en principio por Sigmund Freud, sugiere que las personas recurren a la estrategia mental de colocar afuera, en elmundo exterior, algo que realmente les pertenece o es creación. Es una operación mental a través de la cual la persona se niega a responsabilizarse por una experiencia o situación causada o vivida por ella, y la coloca como causada por otras personas o cosas. Aquí, se da origen, cuando se hace habitual, a lo que podríamos denominar lapersonalidad de víctima.

La personalidad de víctima o el victimismo, consiste entonces en defenderme de posibles situaciones de malestar, a través del no reconocimiento y proyección externa (hacia otra persona o cosa) de determinada situación.

Si una persona llega tarde al trabajo, dirá que la causa es el tránsito automotor, la lluvia, alguna otra persona o cierta eventualidad. No pensará que la tardanza se debe a que no se organiza, a un hábito que no ha notado que tiene, al mal cálculo del tiempo, o a una protesta metafórica que hace contra el jefe, el trabajo o la empresa.

Aunque es una realidad frecuente la existencia de personas que se sienten poderosos y privilegiados y que se aprovechan de su rol o su capacidad para imponer conductas y métodos abusivos en contra de otros menos privilegiados en lo político, lo económico o lo social, también lo es la existencia de quienes se sirven del victimismo para ganar atención o compasión. Estos se muestran débiles y maltratados para encontrar el apoyo de otros y evitar tener que realizar los esfuerzos que su situación de vida, natural o adquirida les impone.
Una forma rabiosa de victimismo, consiste en molestarse por que otros no son como nosotros o como deseamos que sean. En estos casos la tendencia es a atacarlos, acusarlos, etiquetarlos para dañarlos moral, emocional o físicamente. Esta demostración de intolerancia excluyente, que por inconsciencia e ignorancia espiritual, suele verse amparada por ideologías y credos que ocultan lo que en realidad no es más que simple y llana conducta patológica.

 

















Todos hemos actuado como víctima: niños, jóvenes, adultos y ancianos, hombres y mujeres, negros, indios y blancos, pobres, ricos. No hay excepción a esta regla y la razón es que, salvo algunos privilegiados, las personas no conocen la forma cómo funciona su mente, como crean una realidad falsa basada en pensamientos irracionales que generan conflictos y sufrimiento.
¿Y cuáles serían las soluciones?

 
Una personalidad victimista consiste en una tendencia psicológica, que puede llegar a desembocar en una conducta patológica como un trastorno paranoide, consistente en una propensión a culpar a otros de los males que uno padece (es decir, “yo soy una pobre victima”, “los demás no me entienden”, “a mí me tocan todos los marrones”, “no hay derecho”, “siempre me sucede a mí”, “qué mala suerte tengo”, etc…), refugiándose en la compasión ajena, mediante las quejas y/o la expresión de malestar se transmite una exigencia oculta a los demás, despertando en su interior, un sentimiento de culpa. Son personas que van de mártires por la vida, sin que sus quejas correspondan con la realidad e incluso conlleva una responsabilidad moral.
El victimismo suele esconder experiencias pasadas no superadas. Por tanto, el papel de víctima se basa en culpabilizar a todo y a todos con el objeto de obtener atención.
Desde una visión victimista siempre es el otro el que tiene el problema y uno mismo quien sufre las consecuencias.

Victimismo = chantaje emocional y manipulación

Características de la persona victimista
– No dice directamente lo que se desea, sino que se expresa en forma de queja o sufrimiento.
– Cuando no logra alcanzar su objetivo, se desespera, se lamenta y se queja de manera excesiva. En vez de luchar por cambiar las cosas, se regocija y exhibe sus desgracias, describiendo a todos sus desdichas.
– Busca protagonismo, con la pretensión de ser el centro de atención, trasmitiendo pena y forzando la compasión de los demás, mediante lamentos y quejas. Al victimista le gusta mostrarse como una persona a quien le suceden muchas desgracias e injusticias.
– Cualquier hecho negativo que le suceda, lo exagera hasta el punto de que en la mayoría de las ocasiones deforme la realidad, de forma que sobredimensiona lo negativo y llega a perder la perspectiva real de las consecuencias de ese hecho negativo.
– Cualquier mínima ofensa la exagera para mostrar que se siente discriminado con el fin de manifestar que están contra él. Suele pensar mal de los demás.
– Tiene el deseo de sentirse protegido por quienes le rodean y para mostrarlo se muestra débil y desamparado, haciéndoles sentir mal si no consigue su apoyo y protección.
– Para aquellas personas que tienen que soportar de manera constante sus desgracias y lamentos, puede convertirse en un lastre.
– Llegan a convertirse en víctimas de sí mismos, haciendo del sufrimiento su forma de vida.
– Buscan dar pena, suscitar compasión, que se le reconozca que es una persona perseguida por la mala suerte (en todas sus áreas de la vida: amor, trabajo, familia, amigos…) es decir, se presentan ante los demás como una víctima.
– Suelen acometer y criticar a aquellos que no le dan la razón o que no son como él desearía que fuesen, de forma que quien recibe la queja, lo percibe como una exigencia, no pudiendo elegir con libertad. De forma que si accede, puede renunciar a sus deseos o necesidades y si se niega aparece culpabilidad o miedo a que el otro se enfade o lo rechace.
– Se manifiesta de forma abierta (inseguridad), en ocasiones de modo exagerado, con una actitud de “pobre de mí”.
– El victimista siente que él se sacrifica y nunca recibe lo mismo a cambio.
– Se justifica la propia actitud agresiva como una defensa a los anteriores ataques recibidos.
– No sabe asumir las críticas, se ofende y se enoja ante ellas, y sólo ve mala intención, en quien se las hace o cuando tratan de hacerle una corrección.
– Ante un fracaso suele justificar su actitud y culpar a quien le rodea de sus propios errores. Adopta el rol de víctima reconociendo su parte de culpa y reclamando justicia como si fuese él quien ha sufrido las consecuencias de esa equivocación o error. Rechaza cualquier autocrítica y no asume ninguna responsabilidad.
– Ante una discusión o crítica, adquiere una actitud defensiva, ya que considera que la intención de su adversario es ir más allá de una simple discusión o desacuerdo. Considera que le están atacando y que van contra él.
¿Por qué una persona se siente y/o muestra como víctima?
Razones que podrían explicarlo:
– Táctica del reconocimiento: el individuo suele utilizar el victimismo para llamar la atención, sobredimensionando cuestiones y hechos poco relevantes de carácter negativo. Siendo común que interprete el rol de víctima para que reconozcan sus méritos.
Su actitud no está asociada a patologías graves, sino que es fruto de un aprendizaje con diversas incapacidades y carencias para las que no se han tenido o empleado correctamente, los recursos apropiados de superación.
El individuo está estancado en la mediocridad, una realidad que percibe de un modo más o menos consciente y que pretende superar con el reconocimiento que sólo consigue, o que cree conseguir, mediante su papel de víctima. Considerando que se puede comprar de alguna forma el afecto, la atención, la compañía, el apoyo, la aprobación, etc. Esta manifestación podría ser consecuencia de una escasa autoestima y/o falta de recursos y habilidades asertivas, cognitivas y un desarrollo evidentemente inmaduro.
– Deformación de la realidad: el sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que la culpa en todo caso, es siempre del resto. Muestra un pesimismo exacerbado frente a la realidad que le rodea, sobredimensionando lo negativo, recelando de lo que surge a su alrededor y presumiendo de que los otros son injustos y el maltratan.
De esta actitud surge un morboso afán por descubrir agravios insignificantes para sentirse discriminado o maltratado con el fin de achacar a instancias exteriores una supuesta actitud perversa y agresiva que representa todo lo malo que le sucede. De esta forma, su susceptibilidad le lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica, elevada inmediatamente a la consideración de grave ofensa.
– Táctica ofensiva: la cual no es en absoluto inocua, sino plenamente consciente y con un afán manipulador que no repara en medios para lograr sus objetivos. Siempre miran hacia uno mismo y no les importa demasiado los daños colaterales causados por su actitud.
El victimismo es un elemento más que utilizan a su conveniencia, no siendo su modo de vida. También suelen estar relacionados con hechos traumáticos, incluso los mismos que el grupo siguiente (táctica defensiva), pero a diferencia de éstos, no esperan un resarcimiento pasivo, sino que están dispuestos a cobrar la supuesta deuda a cualquier precio. Podríamos decir que las personas de este grupo sienten en cierta manera como su dolor o malestar se alivia cuando causan daño a los demás.
 
– Táctica defensiva:  se caracteriza por individuos que viven en el autoengaño, cuyo victimismo se ha convertido en la razón de su existencia. El rol de víctima está asociado a un negativismo sin concesiones. Todo está en su contra. Su percepción de la realidad está completamente distorsionada y sienten que nada puede hacerse para cambiar esta situación (indefensión aprendida).
Este comportamiento casi siempre está relacionado con hechos traumáticos de diversa índole que no se han podido superar, tales como los malos tratos, el abuso sexual en la infancia u otras disfuncionalidades familiares o de carencias de tipo afectivo. Su actitud es pasiva e inconscientemente manipuladora, se vale del chantaje emocional y suele hallarse inmersa en una eterna e inactiva espera, donde la pretensión de que el mundo reconozca su inmenso dolor y la injusticia que se ha cometido con ella, nunca es satisfecha.
¿Qué hacer para salir del papel de víctima?
Tal cambio implica un cambio de percepción:
1. La visión victimista suele adquirir un sentido cuando se indaga en el hilo conductor de la propia vida. La persona puede preguntarse por qué necesita esta actitud y reconocer de forma honesta qué beneficios obtiene de ella. Quizá le ayude a sentirse más fuerte o protegida, a controlar mejor a los demás, a eximir ciertas responsabilidades, a censurar a otros, a dar una imagen de buena persona… …
2. En la actitud victimista no se expresa de modo directo lo que se quiere ni se trata de activamente de satisfacer los propios deseos, sino que se espera que se hagan cargo los demás. Al detectar la queja se puede intentar traducirla en palabras más claras, expresando lo que se desea o se necesita y hablando desde uno mismo, en primera persona, en vez de culpar.
3. Evitar la etiqueta permanente de víctima. Se puede ser víctima de una situación, pero ese estado de ánimo tendría que ser pasajero.
4. Utilizar la capacidad de elegir; conviene preguntarse, por ejemplo: “de esta situación, ¿qué es lo que me disgusta?, ¿qué es lo que yo puedo cambiar?, ¿qué peticiones concretas puedo hacer a los demás?…”
Actitudes victimistas (situaciones) que ayudan para desarrollar el rol de víctima.
– Haber vivido en un ambiente, donde se nos compadecía constantemente, escuchando comentarios como: “pobrecito, se siente mal”, “pobre, le ponen tanta tarea”, “es injusto lo que le pasa, pero… no se puede hacer nada”, “a …. siempre le pasa algo malo”…
El niño escucha y aprende a pensar igual respecto a sí mismo.
– La vulnerabilidad y dependencia de los niños. Debido a la edad, falta de conocimientos y habilidades, necesidad de depender de los adultos, las limitaciones que los mismos imponen, etc., todos los niños se sienten víctimas, en muchas situaciones. Lo cuál sucede a cualquier niño, independientemente de que tenga una vida estable, protegida, feliz… etc. Es parte de las características de la niñez.
Al crecer, los resultados de las diferentes experiencias que vivimos, la educación, los ejemplos que recibimos, etc., hacen que se pierda o disminuyan este tipo de pensamientos y sentimientos o que aumenten y se establezca una actitud de víctima.
– El ejemplo de uno o ambos padres que tenían dicha actitud. Los niños tienen a imitar, de forma inconsciente, las actitudes de los padres y de las personas importantes en su vida.
– Haber sido realmente víctimas, de algún tipo de abuso: psicológico, físico, sexual, emocional. El impacto de estas vivencias puede ser tan intenso que puede repercutir a lo largo de toda su vida. Pero aún en estos casos, pueden y sobre todo “deben” trabajarse las consecuencias, para tener una vida mejor.
Aspectos positivos y negativos de la “autocompasión”
– El aspecto positivo es que al menos de momento, el dolor disminuye y evita que nos auto devaluemos, ya que reduce el impacto de la culpa.
– Los aspectos negativos, impiden que veamos el problema en toda su magnitud. Se enfoca solamente una pequeña parte del problema, es decir, la parte negativa que nos afecta de forma directa, por lo que no le vemos diferentes soluciones.
Nos aleja de la gente y nos impide resolver nuestros problemas, porque nos mantiene centrados en nosotros mismos: “pobre de mí… los demás me… yo n o puedo…
Impide que nos responsabilicemos de lo que nos sucede y que actuemos, porque al culpar a los demás, son ellos los que pueden y deben hacer algo para mejorar la situación. Lo que hace que tratemos de presionarlos y manipularlos con lo que surgen nuevos conflictos.
Nos paraliza, porque sentimos que no podemos hacer nada al respecto, ya que no tenemos ni la capacidad ni el control necesario para resolver la situación.

Cómo lidiar con el victimismo

Cuando tenemos pensamientos como: “si a mi pareja le gustase más el campo y menos el futbol seriamos mucho más felices”, “si mi jefe no fuera tan cerrado de mente mi trabajo sería más fácil”, “si mi hija estudiara más no tendría esta preocupación todo el día”, estamos experimentando la vida desde el victimismo.

Las víctimas, por definición, no son responsables de las experiencias que les han tocado vivir, por lo que no pueden hacer nada al respecto, aparte de quejarse y sentir impotencia y debilidad. Estos sentimientos nos hacen vivir en constante estado de miedo, ya que sentimos estar a merced de lo que ocurra en nuestras vidas, y no creemos en nuestra capacidad de superar lo que nos pasa o cómo nos sentimos, tanto en el presente como en el futuro.
En ocasiones incluso somos víctimas de nosotros mismos. Cuando decimos por ejemplo: “es que yo soy así y no lo puedo evitar”, estamos exculpándonos de toda responsabilidad, y, al mismo tiempo, anulando nuestra capacidad de hacer algo al respecto.
Cuando culpamos a los demás, a nosotros mismos, o a las circunstancias de cómo nos sentimos, perdemos el poder de gestionar nuestros propios sentimientos. Si queremos retomar de nuevo este control deberemos hacernos responsables de lo que sentimos.
El truco entonces está en responsabilizarse de cómo reaccionamos ante las experiencias que ocurren en nuestras vidas, no de ellas.
Así, nos responsabilizaremos de cómo actuamos ante una ruptura amorosa donde la otra persona decide seguir un camino diferente al nuestro, no de la decisión de esa persona. O nos responsabilizaremos de cómo actuamos, o cómo nos sentimos, ante un menosprecio de nuestro jefe, no de su actitud.
A continuación veremos distintas formas de añadir más responsabilidad a nuestras vidas y de recuperar el control de ésta.
1) No culpar a nadie, incluidos nosotros, ni a nada de cómo nos sentimos. Como ya hemos visto antes, el simple hecho de culpar nos coloca en una posición de inhabilidad para resolver o buscar solución a lo que está ocurriendo.
Lo que podemos hacer es preguntarnos: ¿cómo me gustaría comportarme?, ¿qué me gustaría sentir?, y una vez que tengamos esto claro, ¿cómo podría conseguirlo?
Estas preguntas dirigen la atención hacia uno mismo y hacia la resolución de una situación que no es la deseada.
Además, cada vez que culpemos a alguien o a nosotros mismos, deberíamos preguntarnos, ¿de qué no nos estamos responsabilizando que nos hace sentir así? En el momento en que sepamos esto, estaremos abriendo la puerta a hacer algo al respecto y, a por lo tanto, a responsabilizarnos de ello.
Otras pistas para saber si hay algo de lo que no nos estamos responsabilizando es cuando estamos enfadados, sentimos envidia, celos, impaciencia, fatiga, etc.
2) Ser conscientes de las conversaciones que hay dentro de nuestra cabeza y del efecto de estas. Por ejemplo, si estas leyendo este artículo y al final del punto anterior has escuchado: “Si, las preguntas parecen muy fáciles pero tienen tela…” Entonces esa voz dentro de tu cabeza ya está culpando a las preguntas y buscando una salida para no hacer nada, por el motivo que sea.
Es importante que sepamos distinguir entre las voces que nos ayudan y las que no, y aprender a gestionar aquellas que nos limitan o nos ponen en el papel de víctima.
¡Nuestros pensamientos crean nuestra realidad! Si pensamos que no podemos, y encima nos creemos las razones por las cuales pensamos esto, lo que ocurre es que acabamos provocando esa realidad. Así, cuando nos creemos que somos vagos, lo que ocurrirá es que ni siquiera intentaremos hacer aquello que nos proponemos, y si lo intentamos, ante el primer obstáculo, que lo habrá seguro, nos rendiremos, dando así fuerza a esa creencia.
Además, es recomendable crear un lenguaje propio que nos apoye desde dentro a la hora de avanzar y crecer como personas.
3) Siendo conscientes de los beneficios que tiene la actitud de víctima. Si bien hemos dicho que esta actitud anula nuestra capacidad de generar soluciones a situaciones que están afectando nuestro bien estar, también hemos comentado que una víctima no tiene la culpa de lo que la pasa, por lo tanto no puede ser juzgada por no hacer nada. Es una actitud en la que es fácil acomodarse, bien porque nos proporcione la atención de otros, porque nos resguarde de un posible fracaso al enfrentarnos a algo nuevo, nos excuse de no conseguir lo que deseamos, etc.
Siempre y cuando sepamos qué estamos ganando con la actitud de victima, o de qué nos estamos protegiendo, nos será más fácil responsabilizarnos de ello.
Por ejemplo: Supongamos que estamos en un trabajo que no nos gusta y culpamos a la crisis para no ponernos a buscar un trabajo diferente. Si miramos hacia dentro y nos preguntamos honestamente cómo nos está beneficiando esta actitud, igual nos encontramos con que nos está librando de posibles rechazos en las entrevistas.
Una vez que sabemos que no nos ponemos a buscar otro trabajo por miedo a ser rechazados, ya podemos hacer algo. Podemos prepararnos o enfrentarnos al rechazo. En cualquier caso, ya nos estamos responsabilizando.
4) Es importante responsabilizarnos de aclarar qué es lo queremos y de ir a por ello. Cuando seguimos el rumbo que marca la sociedad, la familia, la iglesia, …, corremos el riesgo de entrar en el rol de víctima: “yo no quiero casarme pero es lo que hay que hacer antes de irse a vivir juntos”.
Debemos definirnos como personas, conocer que es importante para nosotros y vivir de acuerdo a nuestros valores.
5) Ser conscientes de que en todo momento, o situación, hay muchas opciones entre las que podemos elegir. Es nuestro deber buscarlas y elegir la que más se adecue a lo que queremos, así como responsabilizarnos de la elección.

Conclusión:

Cuando vivimos desde el victimismo, perdemos el poder de gestionar nuestros sentimientos y nuestras reacciones ante las experiencias que nos tocan vivir en la vida.

Para retomar este poder deberemos responsabilizarnos de lo que sentimos, de lo que queremos y de vivir de acuerdo con ello.

 

HACERSE LA VÍCTIMA o EL VICTIMISMO

 

En la vida existen dos tipos de personas las víctimas y las triunfadoras.
Las primeras son  incapaces de asumir su responsabilidad por los errores cometidos, siempre están culpando a los demás por sus desgracias o circunstancias. Culpan a sus padres por la educación y los traumas de la niñez, a sus amigos por sus vicios, a sus parejas por haberlos hecho desdichados en el amor, En  general este tipo de personas no tienen liderazgo sobre sus vidas. Son rencorosas, incapaces de perdonar y siempre recuerdan las ofensas ya que de esa manera alimentan su posición de victima
Los triunfadores pueden aceptar la responsabilidad por sus errores más allá de haberse visto afectados por otras personas, ellos sienten que son constructores de su propia vida.
Saben que el secreto del éxito está en ellos mismos, no buscan excusas no dejan las soluciones para mañana y se centran en el logro de sus objetivos, son el comandante de su propia nave.
LA AUTOCOMPANSIÓN
Si bien el Diccionario de la Real Academia Española no cuenta con una  definición del término autocompasión, podemos definirla como la compasión que se siente por uno mismo. El sentimiento de lástima hacia uno mismo puede alentarnos cuando ocurre de forma aislada, ya que crea una actitud de comprensión y amabilidad hacia nosotros mismos que puede confortar en determinadas ocasiones, todos podemos autocompadecernos en algún momento.
Pero hay personas en que la autocompasión se convierte en una actitud habitual y entonces es cuando resulta contraproducente. Esta actitud genera efectos negativos.
1) Al autocompadecemos,  nos estamos liberando  de cualquier tipo de culpa, y al no hacernos responsables de lo que ocurre la situación se mantendrá igual en virtud de  no esforzarnos para cambiar.
2) Al mismo tiempo al centrarnos en nosotros mismos nos estamos alejando de los demás.
3) Al tener una visión pesimista y conformista sobre las cosas, no contamos con iniciativa
4) Existe una resignación, lo que muchas veces se convierte en darse por vencido antes de tiempo.
5) Este tipo de  personas tienden a huir de los problemas en lugar de enfrentarse a ellos, lo que hace que los problemas persistan e incluso se agraven con el tiempo.
6) En síntesis, la gente que se autocompadece constantemente tiende a amarrarse al pasado, a ver solamente las cosas malas que le han ocurrido y a preguntarse por qué le ha tenido que pasar esto a él o por qué no actuó de otra forma.
Por el contrario las personas que no tienen esta actitud se enfocan en el futuro e intentan mejorar su situación. Cuando la autocompasión se mantiene a través de los años, resulta ser muy destructiva y  afecta su autoestima
EL ROL DE VÍCTIMAS
 

La autocompasión procede de un sentimiento de indefensión y bloqueo ante situaciones establecidas. En realidad lo que pretenden al autocompadecerse es reclamar la comprensión y el apoyo de otras, esto ocurre especialmente con los individuos  muy dependientes de los demás, en general con una muy baja autoestima, celos, envidia etc..
Este sentimiento de autocompasión es común en los niños ya que tienen  a buscar la compasión de los adultos, en virtud de la gran dependencia que tienen de éstos.
Normalmente cuando los niños van creciendo y madurando logran  autonomía y experiencia, y el control sobre su vida aumenta  y van perdiendo esa fragilidad propia de la niñez.
Existen componentes en la educación del niño que pueden convertirlo en un adulto vulnerable y con una personalidad inmadura con tendencia a la autocompasión. Tal es el caso de los niños sobreprotegidos y a los que se les compadece constantemente. Insensiblemente, estamos desarrollando su papel de víctimas.
Este papel de víctima puede desarrollarse desde otro extremo por ejemplo niños que han sufrido abuso de tipo físico o psicológico lo que puede repercutir en su personalidad, transformándose en personas vulnerables y con una baja autoestima.
De cualquier manera, se puede trabajar para dejar ese papel de víctimas y aspirar a encarar la vida desde un punto de vista más positivo.

Todo depende de que la persona esté dispuesta a abandonar este papel de víctima que ha elegido y que le puede estar proporcionando un beneficio secundario.

 

Resulta difícil dejar de lado esta tendencia de una día para el otro, una propuesta que hace la Dª. Trinidad Aparicio Pérez, Psicóloga. Especialista en infancia y adolescencia de Granada es tratar de enfocar los problemas como desafíos a superar y no como amenazas , lo que producirá una motivación para sortear ese obstáculo.
No lamentarnos por el pasado sino centrarnos en la construcción del futuro.
-“ Evitar un lenguaje de desesperanza. Expresiones como «ya no puedo más», «todo me pasa mí», etc, favorecen en el que las reproduce la sensación de ser una víctima.”(Aparicio Pérez)
El poder enfocar la vida de forma positiva ayuda a sortear el sentimiento de autocompasión.

El victimista está continuamente quejándose y lamentándose de todo cuanto le acontece. No tiene reparo en detallar a todos sus desdichas y hace de esto su estilo de vida. Veamos cuáles con las características y actitudes más comunes de las personas victimistas y cómo debemos actuar ante ellas.
 
 
 
 
 

Se puede  definir el victimismo como “la tendencia de culpar a otros de los males que uno padece o como aquella necesidad que tienen algunas personas de sentirse víctima y buscar la compasión para obtener algún beneficio o llamar la atención de los demás.”
Son personas que van por la vida jugando el rol de mártires sin que nada tenga esto que ver con la realidad. Son frecuentes expresiones del tipo “siempre me pasa a mí”, “por qué a mí”, “nadie me entiende”. Sienten que hay una confabulación en contra de ellos , que nadie los entiende y que lo único que les resta es aguardar  los demás les den la razón.
Características del victimista

 

– Se centra en  llamar la atención. Necesita protagonismo y pretende ser el centro de atención, dando pena y exigiendo la compasión de los demás, a través quejas y reclamos permanentes. Le gusta mostrar todas las “ desgracias e injusticias” que padeció y padece.
Tiende a exagerar lo negativo, en general  deforma la realidad, sobredimensionando lo negativo y llegando a perder la perspectiva real de las consecuencias de ese acontecimiento o hecho negativo.
-Piensa mal de los demás. En general considera que hay una confabulación en su contra, se ofende ante cualquier nimiedad y se  siente discriminado para así probar que todos están en contra de él.
-Necesita sentirse protegido por quienes lo rodean..
– Llega a convertirse en un peso para aquellas personas que tienen que soportar continuamente sus lamentos y desgracias.
– El sufrimiento se transforma en su forma de vida y llegan ser víctimas de sí mismos
Buscan producir compasión tanto en el amor como en el ámbito laboral, con la pareja, los hijos, amigos, etc
Atacan y critican a quienes no les dan la razón.
Suelen sacar provecho de esta actitud victimista.
Se mantiene a la defensiva ante cualquier crítica, siempre se considera atacado, se ofende y enoja y sólo ve mala intención cuando alguien trata de demostrarle lo contrario o corrgirlo.
Si fracasa culpa a quienes lo rodean de sus propios errores, no tiene autocrítica y no asume ninguna responsabilidad. Al no  lograr sus objetivos se queja y exhibe con regocijo sus desgracias haciendo partícipe a todos de sus “desdichas”

—————————————————————————————————————————————————————————————
Una personalidad victimista consiste en una tendencia psicológica, que puede llegar a desembocar en una conducta patológica como un trastorno paranoide, consistente en una propensión a culpar a otros de los males que uno padece (es decir, “yo soy una pobre victima”, “los demás no me entienden”, “a mí me tocan todos los marrones”, “no hay derecho”, “siempre me sucede a mí”, “qué mala suerte tengo”, etc…), refugiándose en la compasión ajena, mediante las quejas y/o la expresión de malestar se transmite una exigencia oculta a los demás, despertando en su interior, un sentimiento de culpa. Son personas que van de mártires por la vida, sin que sus quejas correspondan con la realidad e incluso conlleva una responsabilidad moral.El victimismo suele esconder experiencias pasadas no superadas. Por tanto, el papel de víctima se basa en culpabilizar a todo y a todos con el objeto de obtener atención.
Desde una visión victimista siempre es el otro el que tiene el problema y uno mismo quien sufre las consecuencias.

Victimismo = chantaje emocional y manipulación

Características de la persona victimista
– No dice directamente lo que se desea, sino que se expresa en forma de queja o sufrimiento.
– Cuando no logra alcanzar su objetivo, se desespera, se lamenta y se queja de manera excesiva. En vez de luchar por cambiar las cosas, se regocija y exhibe sus desgracias, describiendo a todos sus desdichas.
– Busca protagonismo, con la pretensión de ser el centro de atención, trasmitiendo pena y forzando la compasión de los demás, mediante lamentos y quejas. Al victimista le gusta mostrarse como una persona a quien le suceden muchas desgracias e injusticias.
– Cualquier hecho negativo que le suceda, lo exagera hasta el punto de que en la mayoría de las ocasiones deforme la realidad, de forma que sobredimensiona lo negativo y llega a perder la perspectiva real de las consecuencias de ese hecho negativo.
– Cualquier mínima ofensa la exagera para mostrar que se siente discriminado con el fin de manifestar que están contra él. Suele pensar mal de los demás.
– Tiene el deseo de sentirse protegido por quienes le rodean y para mostrarlo se muestra débil y desamparado, haciéndoles sentir mal si no consigue su apoyo y protección.
– Para aquellas personas que tienen que soportar de manera constante sus desgracias y lamentos, puede convertirse en un lastre.
– Llegan a convertirse en víctimas de sí mismos, haciendo del sufrimiento su forma de vida.
– Buscan dar pena, suscitar compasión, que se le reconozca que es una persona perseguida por la mala suerte (en todas sus áreas de la vida: amor, trabajo, familia, amigos…) es decir, se presentan ante los demás como una víctima.
– Suelen acometer y criticar a aquellos que no le dan la razón o que no son como él desearía que fuesen, de forma que quien recibe la queja, lo percibe como una exigencia, no pudiendo elegir con libertad. De forma que si accede, puede renunciar a sus deseos o necesidades y si se niega aparece culpabilidad o miedo a que el otro se enfade o lo rechace.
– Se manifiesta de forma abierta (inseguridad), en ocasiones de modo exagerado, con una actitud de “pobre de mí”.
– El victimista siente que él se sacrifica y nunca recibe lo mismo a cambio.
– Se justifica la propia actitud agresiva como una defensa a los anteriores ataques recibidos.
– No sabe asumir las críticas, se ofende y se enoja ante ellas, y sólo ve mala intención, en quien se las hace o cuando tratan de hacerle una corrección.
– Ante un fracaso suele justificar su actitud y culpar a quien le rodea de sus propios errores. Adopta el rol de víctima reconociendo su parte de culpa y reclamando justicia como si fuese él quien ha sufrido las consecuencias de esa equivocación o error. Rechaza cualquier autocrítica y no asume ninguna responsabilidad.
– Ante una discusión o crítica, adquiere una actitud defensiva, ya que considera que la intención de su adversario es ir más allá de una simple discusión o desacuerdo. Considera que le están atacando y que van contra él.
¿Por qué una persona se siente y/o muestra como víctima?
Razones que podrían explicarlo:
– Táctica del reconocimiento: el individuo suele utilizar el victimismo para llamar la atención, sobredimensionando cuestiones y hechos poco relevantes de carácter negativo. Siendo común que interprete el rol de víctima para que reconozcan sus méritos.
Su actitud no está asociada a patologías graves, sino que es fruto de un aprendizaje con diversas incapacidades y carencias para las que no se han tenido o empleado correctamente, los recursos apropiados de superación.El individuo está estancado en la mediocridad, una realidad que percibe de un modo más o menos consciente y que pretende superar con el reconocimiento que sólo consigue, o que cree conseguir, mediante su papel de víctima. Considerando que se puede comprar de alguna forma el afecto, la atención, la compañía, el apoyo, la aprobación, etc. Esta manifestación podría ser consecuencia de una escasa autoestima y/o falta de recursos y habilidades asertivas, cognitivas y un desarrollo evidentemente inmaduro.
– Deformación de la realidad: el sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que la culpa en todo caso, es siempre del resto. Muestra un pesimismo exacerbado frente a la realidad que le rodea, sobredimensionando lo negativo, recelando de lo que surge a su alrededor y presumiendo de que los otros son injustos y el maltratan.
De esta actitud surge un morboso afán por descubrir agravios insignificantes para sentirse discriminado o maltratado con el fin de achacar a instancias exteriores una supuesta actitud perversa y agresiva que representa todo lo malo que le sucede. De esta forma, su susceptibilidad le lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica, elevada inmediatamente a la consideración de grave ofensa.
– Táctica ofensiva: la cual no es en absoluto inocua, sino plenamente consciente y con un afán manipulador que no repara en medios para lograr sus objetivos. Siempre miran hacia uno mismo y no les importa demasiado los daños colaterales causados por su actitud.
El victimismo es un elemento más que utilizan a su conveniencia, no siendo su modo de vida. También suelen estar relacionados con hechos traumáticos, incluso los mismos que el grupo siguiente (táctica defensiva), pero a diferencia de éstos, no esperan un resarcimiento pasivo, sino que están dispuestos a cobrar la supuesta deuda a cualquier precio. Podríamos decir que las personas de este grupo sienten en cierta manera como su dolor o malestar se alivia cuando causan daño a los demás.
– Táctica defensiva:  se caracteriza por individuos que viven en el autoengaño, cuyo victimismo se ha convertido en la razón de su existencia. El rol de víctima está asociado a un negativismo sin concesiones. Todo está en su contra. Su percepción de la realidad está completamente distorsionada y sienten que nada puede hacerse para cambiar esta situación (indefensión aprendida).
Este comportamiento casi siempre está relacionado con hechos traumáticos de diversa índole que no se han podido superar, tales como los malos tratos, el abuso sexual en la infancia u otras disfuncionalidades familiares o de carencias de tipo afectivo. Su actitud es pasiva e inconscientemente manipuladora, se vale del chantaje emocional y suele hallarse inmersa en una eterna e inactiva espera, donde la pretensión de que el mundo reconozca su inmenso dolor y la injusticia que se ha cometido con ella, nunca es satisfecha.
¿Qué hacer para salir del papel de víctima?
Tal cambio implica un cambio de percepción:
1. La visión victimista suele adquirir un sentido cuando se indaga en el hilo conductor de la propia vida. La persona puede preguntarse por qué necesita esta actitud y reconocer de forma honesta qué beneficios obtiene de ella. Quizá le ayude a sentirse más fuerte o protegida, a controlar mejor a los demás, a eximir ciertas responsabilidades, a censurar a otros, a dar una imagen de buena persona… …
2. En la actitud victimista no se expresa de modo directo lo que se quiere ni se trata de activamente de satisfacer los propios deseos, sino que se espera que se hagan cargo los demás. Al detectar la queja se puede intentar traducirla en palabras más claras, expresando lo que se desea o se necesita y hablando desde uno mismo, en primera persona, en vez de culpar.
3. Evitar la etiqueta permanente de víctima. Se puede ser víctima de una situación, pero ese estado de ánimo tendría que ser pasajero.
4. Utilizar la capacidad de elegir; conviene preguntarse, por ejemplo: “de esta situación, ¿qué es lo que me disgusta?, ¿qué es lo que yo puedo cambiar?, ¿qué peticiones concretas puedo hacer a los demás?…”
Actitudes victimistas (situaciones) que ayudan para desarrollar el rol de víctima.
– Haber vivido en un ambiente, donde se nos compadecía constantemente, escuchando comentarios como: “pobrecito, se siente mal”, “pobre, le ponen tanta tarea”, “es injusto lo que le pasa, pero… no se puede hacer nada”, “a …. siempre le pasa algo malo”…
El niño escucha y aprende a pensar igual respecto a sí mismo.
– La vulnerabilidad y dependencia de los niños. Debido a la edad, falta de conocimientos y habilidades, necesidad de depender de los adultos, las limitaciones que los mismos imponen, etc., todos los niños se sienten víctimas, en muchas situaciones. Lo cuál sucede a cualquier niño, independientemente de que tenga una vida estable, protegida, feliz… etc. Es parte de las características de la niñez.
Al crecer, los resultados de las diferentes experiencias que vivimos, la educación, los ejemplos que recibimos, etc., hacen que se pierda o disminuyan este tipo de pensamientos y sentimientos o que aumenten y se establezca una actitud de víctima.
– El ejemplo de uno o ambos padres que tenían dicha actitud. Los niños tienen a imitar, de forma inconsciente, las actitudes de los padres y de las personas importantes en su vida.
– Haber sido realmente víctimas, de algún tipo de abuso: psicológico, físico, sexual, emocional. El impacto de estas vivencias puede ser tan intenso que puede repercutir a lo largo de toda su vida. Pero aún en estos casos, pueden y sobre todo “deben” trabajarse las consecuencias, para tener una vida mejor.
Aspectos positivos y negativos de la “autocompasión”
– El aspecto positivo es que al menos de momento, el dolor disminuye y evita que nos auto devaluemos, ya que reduce el impacto de la culpa.
– Los aspectos negativos, impiden que veamos el problema en toda su magnitud. Se enfoca solamente una pequeña parte del problema, es decir, la parte negativa que nos afecta de forma directa, por lo que no le vemos diferentes soluciones.
Nos aleja de la gente y nos impide resolver nuestros problemas, porque nos mantiene centrados en nosotros mismos: “pobre de mí… los demás me… yo n o puedo…
Impide que nos responsabilicemos de lo que nos sucede y que actuemos, porque al culpar a los demás, son ellos los que pueden y deben hacer algo para mejorar la situación. Lo que hace que tratemos de presionarlos y manipularlos con lo que surgen nuevos conflictos.
Nos paraliza, porque sentimos que no podemos hacer nada al respecto, ya que no tenemos ni la capacidad ni el control necesario para resolver la situación.
——————————————————————————————————————————————————————————

Podemos definir el victimismo como la tendencia de culpar a otros de los males que uno padece o como aquella necesidad que tienen algunas personas de sentirse víctima y buscar la compasión para obtener algún beneficio o llamar la atención de los demás.
Los victimistas son personas que van de mártires por la vida, sin que sus quejas correspondan con la realidad.
Utilizan con frecuencia expresiones del tipo: «siempre me sucede a mí», «qué mala suerte tengo», «no hay derecho», «otra vez igual», etc.
Parece que el mundo se confabula contra ellos y no pueden sino resignarse y esperar que los demás le den la razón.

Volver al índice

[/a>

 

3. Actitudes victimistas
 

Algunas personas adoptan con frecuencia actitudes victimistas como medio para lograr algo de alguien. A través de su actitud sufridora y lastimera, el victimista consigue sensibilizar a la otra persona y conseguir de ella lo que se propone. Sacan provecho de esta actitud.
Ante una discusión o crítica, adquiere una actitud defensiva pues considera que la intención de su adversario es ir más allá de una simple discusión o desacuerdo. Considera que le está atacando y que van contra él.
No sabe asumir las críticas, se ofende y se enoja ante ellas y sólo ve mala intención, en quien se las hace o cuando tratan de hacerle una corrección.
Ante un fracaso suele justificar su actitud y culpar a quien le rodea de sus propios errores. Adopta el papel de víctima no reconociendo su parte de culpa y reclamando justicia como si fuese él quien ha sufrido las consecuencias de esa equivocación o error. Rechaza cualquier autocrítica y no asume ninguna responsabilidad.
Cuando no logra alcanzar su objetivo, se desespera, se lamenta y se queja enormemente. En lugar de luchar por cambiar las cosas, se regocija y exhibe sus desgracias, describiendo a todos sus desdichas.

Ser, o más bien parecer, la eterna víctima puede tener muchas ventajas. La víctima, de uno u otro modo, está salvaguardada de la crítica ajena. Además, cuenta con la compasión y la comprensión de muchos, haga lo que haga.  De hecho, quien se atreve a cuestionar los actos de una supuesta víctima pasa por insensible o desalmado.
El victimismo es, en muchos casos, una estrategia que representa más beneficios que problemas. Esta condición permite contar con una especie de inmunidad por la cual todo lo que dicen es verdad, todo lo que hacen es bien intencionado, todo lo que piensan es legítimo. Pero en más de un caso ese victimismo calculado, consciente o inconscientemente, encubre más bien un chantaje.

Las víctimas

Hay, por supuesto, situaciones reales de victimización. Cuando alguien ha sido objeto de un abuso, o de un exceso, sin que tuviera la posibilidad de reaccionar. Por ejemplo, si alguien es asaltado en la calle. O maltratado por otro que ostenta un poder al que no puede enfrentarse: el poder de un arma, de un uniforme, de un cargo, etc.
Ese tipo de situaciones originan una condición objetiva de victimización. Pero dicha condición no es eterna, ni tiene por qué ser un sello que la persona lleve a donde vaya. Después de salir de la situación de impotencia concreta, seguir en el papel de víctima es una opción, no una realidad inapelable.
Algo es cierto: la víctima demanda atención, cuidado, apoyo y afecto. Necesita de esa dedicación y de esa comprensión para salir de su estado de conmoción y vulnerabilidad. Eso no tiene ninguna discusión.
Lo que sí se presta a debate es el victimismo como posición existencial. Que un hecho traumático se convierta en la carta de presentación eterna. Y no precisamente para dar testimonio de un hecho execrable, sino para ganar privilegios que de otra manera no se obtendrían.
Es el tipo de personas que hacen de sus sufrimientos, cuidadosamente expuestos, un currículum viviente. En otros casos más graves, algunos creen que el haber sido víctimas en una situación les da una patente de corso para odiar o hacer daño a los demás.

Reconociendo el victimismo manipulador

Hay algunas señales que dan cuenta de este círculo de manipulación que establecen quienes hacen del victimismo su forma de vida. Las principales son:
El victimista no pide directamente lo que desea, sino que envía mensajes imprecisos en forma de queja o lamento. Por ejemplo, te dicen de pronto: “Nadie sabe cuánto me costó haber llegado hasta aquí”. Entonces no sabes si quiere que le reconozcas el mérito, si te está reclamando porque a ti no te costó lo mismo, o si quiere que le ayudes para algo en particular.
Te sientes más o menos culpable cuando estás con esa persona. Cada conversación que tienes con ella te deja la impresión de ser responsable de algo, pero no atinas a definirlo. Hay una tristeza o un malestar impreciso contigo mismo.
El victimista es también receloso y desconfiado. Frecuentemente te alerta sobre malas intenciones en los otros.
Justifica sus malas acciones en su pasado de sufrimiento. De hecho, puede acusarte de insensibilidad o desidia si acaso le criticas.
Es capaz de hacer grandes sacrificios por otros, sin que estos se lo pidan. Hará gala de ello.
Cuando alguien exhibe esos rasgos, estamos frente a una persona que ha asumido el rol de víctima frente a la vida. Seguramente es alguien que no es feliz en esa posición y que tiene ese tipo de comportamientos sin proponérselo realmente.
Como quiera que sea, se trata de alguien que no terminó de cerrar el ciclo de su experiencia traumática. Necesita de tu comprensión, pero también de tu sinceridad. La mejor manera de ayudarle a alguien así es diciéndole afectuosa y directamente lo que piensas de su actitu
————————————————————————————————————————————————–
no te tomes nada personal
Para la mayoría de personas lo que los demás hagan o digan cuenta e influye en sus vidas de una manera directa y en algunos casos trascendentalmente. Es algo así como tener una cuenta en el banco en la que todos pueden depositar y está en nosotros si eso que nos depositan aumenta nuestros ahorros (eleva el autoestima, estado de ánimo, confianza, motivación) o los disminuye (nos desgasta provocando constantes reacciones irritables). Todo depende de las palabras que recibimos de quienes nos rodean y de las situaciones que se nos presentan diariamente. Incluso, de la importancia que le damos a nuestros propios pensamientos.
Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida, sintiéndonos ofendidos por lo que alguien nos dijo, nos hizo, o pensó de nosotros y todo porque elegimos darle poder a los demás. Así de simple, no hay más.
Si eliges tomarte las cosas personalmente, estarás de acuerdo con todo lo que te digan y será importante para ti. Es típico que cuando te tomas las cosas o situaciones muy a pecho, te ofendes y reaccionas, por lo general, de una manera irritable, efervescente, sin pensar, lo que trae como consecuencia conflictos. Quieres defenderte y justificar tus acciones -como si fuera necesario estar justificando tus actos ante los demás- con la necesidad de demostrarles que tienes la razón y ellos están equivocados. Y todo esto es porque nos hemos acostumbrado a que necesitamos tener la aprobación de los otros, cuando en realidad la única aprobación que necesitas es la tuya propia.
Yo, por ejemplo, por años anhelé que todo me resbalara. Bañarme en vaselina era uno de mis mayores deseos, pero «gracias» una gran inseguridad que cargaba como un gorila en mi espalda, además de arrastrar un gran saco de baja autoestima y complejos, era complicado dejar de tomarme lo que los demás decían o hacían de una personal. Esto provocaba que siempre estuviera a la defensiva.
Con los años, la vida me hizo entender que suceda lo que suceda a tu alrededor, para vivir felizmente no hay que tomarse nada de una manera personal. Aplicarlo fue quitarme un gran peso de encima. Comprendí que hagan lo que hagan los otros, no lo hacen por ti: lo hacen por ellos mismos. Sus palabras son reflejo de su experiencia de vida y aprendizaje -y que yo sepa nadie calza tus zapatos ni ha estado en tu posición como para opinar o decirte que está bien o mal-. Pueden opinar, pero siempre será desde su óptica y lo que funciona para unos no funciona quizás para ti. Que quede claro que digan lo que digan, no se trata de lo que tú eres, sino de lo que ellos son. Considera siempre, antes de reaccionar, que las personas están llenas de prejuicios y nadie ve la vida con tu misma óptica, toma lo bueno de quienes te aportan y lo demás tíralo a la basura, no lo cargues, no lo asumas.
De hecho, las palabras ofensivas, los malos modales, conductas agresivas, personas mal humoradas, amargadas o los golpes hablan más de quienes los emplean que de aquellos que los reciben.
Cuando te tomas todo personal vives resentido con el mundo, con todos los demás. Es la típica sensación de todos están en mi contra, no me entienden, no me comprenden, nadie me quiere.
Cuando tomamos todo lo que dicen los demás o lo que sucede de una manera tan personal, perdemos la perspectiva de analizar, escuchar, interpretar la intensión de los demás y tomar decisiones en calma basadas en un análisis de qué es lo mejor. Le damos a los demás la capacidad de manejarnos emocionalmente, pero esto porque nosotros mismos lo permitimos, no porque ellos sean capaces, perdemos la perspectiva y claro está que además hay personas que saben cómo vamos a reaccionar y disfrutan entonces hacer o decir lo que tanto nos irrita para obtener nuestra tan esperada y predecible reacción.
Y es que las personas cargan su propia bolsa de basura y en vez de llevarla al tiradero, lo que hacen es irla arrastrando, acumulando y consciente o inconscientemente quieren regalarte un poquito a ti porque de pronto la carga es muy pesada. Todo lo que llevan en su interior como resentimientos, odio, rencores, furia, preocupación, desesperación, ira, culpa, lo usan en contra de los demás, porque no son capaces o no reconocen que es mejor ir sanando eso en el camino, deshacerse de todo lo que no corresponde o no aporta. Y si nosotros también cargamos una cantidad de basura similar, nos dejamos afectar y afectamos, es un círculo de personas totalmente heridas.
Por eso, cuando alguien te diga algo, analiza qué tanto de cierto tiene y sobre todo si esa persona está enojada más que contigo, consigo misma. Antes de reaccionar, de actuar, analiza, respira, aprender a luchar las batallas que debes y que sean necesarias, porque si peleas todas podrías terminar cansado para ganar las verdaderamente importantes. No gastes energía durante todo el día amargándote por cada persona o situación que te rodea.
Esto aplica incluso con nosotros mismos, ya que muchas veces somos nuestros peores enemigos, dándole lugar a pensamientos y sentimientos que no corresponden pero que afloran en medio de alguna circunstancia que no resulta ser lo que esperamos o deseamos.
Tomarse las cosas personal es tan grave que por ejemplo está comprobado sicológicamente que la mujer de un marido golpeador soporta la humillación mientras cree que ella es responsable de los ataques de ira de su compañero. Se lo toma personal, se siente culpable y asume que merece el castigo, desprecio o mal trato.
No te lo tomes personal cuando sientes que alguien te rechaza o desaprueba, recuerda que es muy probable que esa persona ve en ti algo que se niega a aceptar de sí mismo.
Si alguien te critica, posiblemente está viendo en ti algo que desearía ser o tener y entonces por eso su actitud negativa. Incluso si recibes elogios, no te los tomes personalmente. Como bien dice Miguel Ruíz, autor de «Los 4 acuerdos» -del cual precisamente el segundo es: no te tomes nada personalmente-: «Si alguien te dice que eres maravilloso, no lo dice por ti. Tú sabes que eres maravilloso. No necesitas que otras personas te lo digan para creerlo».
Y, si no lo sabes, empieza por reconocerlo, porque nadie más lo hará por ti. No puedes vivir pendiente de la aprobación ajena ni de lo que digan los demás de ti o tus actos.
Antes de tomarte algo a pecho o personal, piensa qué tipo de vida, situaciones, día está teniendo esa persona, porqué se comporta de la manera que está actuando contigo y con los demás, entiende que esa persona puede arrastrar y cargar muchas cosas que no tienen por qué afectarte a ti, aunque se desahogue contigo.
Una de las mayores fuentes de ofensas, es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida, creernos con la suficiente experiencia siempre como para estar dando consejos no pedidos. El ego a veces nos domina y creemos ser el ombligo del mundo. Aprende a controlar que el mundo no gira a tu alrededor.
Date baño de vaselina y que todo lo que no aporte te resbale. Tú, solo tú, eres quien tiene la capacidad de controlar a qué le das poder en tu día, en tu vida. Incluyendo, como mencioné anteriormente, hasta a tus propios pensamientos. ¡Aguas!
Tenemos en nuestras manos la capacidad de elegir qué pensar, como interpretar las palabras de los demás, qué sentir, cómo comportarnos, cómo reaccionar, ya sea de una manera que nos perjudique o que nos beneficie. El poder está dentro e ti, únicamente en ti.
Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los demás. Bastará con que confíes en ti mismo para elegir con responsabilidad. Empieza a elegir desde ahora. Elige estar bien!
 
————————————————————————-
Todos, en algún que otro momento, hemos asumido el papel de víctimas. Sin embargo, hay personas que se convierten en víctimas permanentes, sufren lo que podríamos considerar como un “victimismo crónico”. Estas personas se disfrazan de falsas víctimas, ya sea de forma consciente o inconsciente, para simular una agresión inexistente y, de paso, culpar a los demás, liberándose de toda responsabilidad.
En realidad, el victimismo crónico no es una patología, pero podría desembocar en un trastorno paranoide, cuando la persona insiste en culpar continuamente a los demás de los males que padece. Además, esta forma de afrontar el mundo, de por sí, conduce a una visión pesimista de la realidad, que produce malestar, tanto en la persona que se queja como en quien recibe la culpa.
En muchos casos, la persona que abraza el victimismo crónico termina alimentando sentimientos muy negativos, como el resentimiento y la ira, que desembocan en un victimismo agresivo. Es el típico caso de quien no se limita a lamentarse sino que ataca y acusa a los demás, mostrándose intolerante y vulnerando continuamente sus derechos como personas.
Radiografía de una víctima crónica
– Deforman la realidad. Este tipo de personas creen firmemente que la culpa de lo que les sucede es de los demás, nunca es suya. En realidad, el problema es que tienen una visión deformada de la realidad, poseen un locus de control externo, y creen que tanto las cosas positivas como las negativas que ocurren en su vida no dependen directamente de su voluntad, sino de las circunstancias externas. Además, sobredimensionan los aspectos negativos, desarrollando un pesimismo exacerbado que les llevan a centrarse solo en las cosas negativas que les suceden, obviando las positivas.
– Hallan consuelo en el lamento. Estas personas creen que son víctimas de los demás y de las circunstancias, por lo que no se sienten culpable ni responsables de nada de lo que les sucede. Como resultado, lo único que les queda es lamentarse. De hecho, suelen encontrar placer en el acto de quejarse porque así asumen mejor su papel de «pobres víctimas» y logran llamar la atención de los demás. Estas personas no piden ayuda para solucionar sus problemas, solo se lamentan de sus desdichas en la búsqueda desenfrenada de compasión y protagonismo.
– Buscan culpables continuamente. Las personas que asumen el papel de víctimas eternas, desarrollan una actitud recelosa, suelen creer que los demás siempre actúan de mala fe, solo para ponerles la zancadilla. Por eso, suelen tener un afán casi morboso por descubrir agravios nimios, sentirse discriminados o maltratados, solo para reafirmar su papel de víctimas. Así, terminan desarrollando una hipersensibilidad y se convierten en especialistas en formar una tormenta en un vaso de agua.
– Son incapaces de realizar una autocrítica sincera. Estas personas están convencidas de que no tienen la culpa de nada, por lo que no hay nada que criticar en sus comportamientos. Como la responsabilidad es de los demás, no aceptan las críticas constructivas y, mucho menos, realizan un examen de conciencia a fondo que les lleve a cambiar su actitud. Para estas personas, los errores y defectos de los demás son intolerables, mientras que los propios son una simple sutileza. Después de todo, las víctimas son ellos.
¿Cuáles son sus estrategias?
Para que una persona pueda asumir el papel de víctima, tiene que haber un culpable. Por tanto, debe desarrollar una serie de estrategias que le permitan lograr que la otra persona asuma la culpabilidad en el asunto. Si no somos conscientes de estas estrategias, es probable que caigamos en sus redes y que incluso estemos dispuestos a cargar con toda la culpa sobre nuestras espaldas.
1. Retórica victimista
Básicamente, la retórica de esta persona se dirige a descalificar los argumentos de su adversario. Sin embargo, en realidad no refuta sus afirmaciones con otros argumentos que sean más válidos, sino que se encarga de que la otra persona asuma, sin darse cuenta, el papel de atacante.
¿Cómo lo hace? Simplemente asume el rol de víctima en la discusión, de forma que la otra persona quede como alguien autoritario, poco empático o hasta agresivo. Es lo que se conoce en el ámbito de la argumentación como “retórica centrista” ya que la persona se encarga de mostrar a su adversario como un extremista, en lugar de preocuparse por refutar sus afirmaciones. De esta manera, cualquier argumento que esgrima su adversario, será solo una demostración de su mala fe.
Por ejemplo, si una persona se atreve a contrastar una afirmación con un hecho irrefutable o con estadísticas provenientes de fuentes fiables, la víctima no le responderá con hechos sino que dirá algo así como: “Siempre me estás atacando, ahora dices que miento” o “Estás intentando imponer tu punto de vista, haz el favor de disculparte”.
2. Retirada victimista
En algunos casos, el discurso de la víctima está dirigido a eludir su responsabilidad y evitar tener que disculparse o reconocer su error. Por eso, intentará escabullirse de la situación. Para lograrlo, su estrategia consiste en desprestigiar el argumento del vencedor, pero sin llegar a reconocer que estaba equivocado.
¿Cómo lo hace? Una vez más, asume el rol de víctima, juega con los datos a su antojo y los manipula a su conveniencia con el objetivo de sembrar la confusión. Básicamente, esta persona proyectará sus errores en el otro.
Por ejemplo, si una persona le responde con un dato comprobado, que niega su afirmación anterior, la víctima no reconocerá su error. En todo caso, intentará hacer una retirada digna y dirá algo así como: “Ese hecho no niega lo que he dicho. Por favor, no cree más confusión y caos” o “Me está culpando de confundir a los demás, no tiene educación, es evidente que es inútil discutir con usted porque no atiende a razones”, cuando en realidad quien crea el desconcierto es él mismo.
3. Manipulación emocional
Una de las estrategias preferidas de las víctimas crónicas es la manipulación emocional. Cuando esta persona conoce bastante bien a su interlocutor, no dudará en jugar con sus emociones para poner el tablero a su favor y adoptar el rol de víctima. De hecho, estas personas son muy hábiles reconociendo emociones, por lo que utilizan cualquier resquicio de duda o culpa en su beneficio.
¿Cómo lo hacen? Descubren el punto débil de su adversario y explotan la empatía que este puede sentir. De esta forma, terminan envolviéndole en su tela de araña, para que esa persona adopte toda la responsabilidad y el papel de verdugo, mientras ellos se quedan cómodos en su rol de víctimas y pueden seguir lamentándose.
Por ejemplo, una madre que no quiere reconocer sus errores, puede poner la culpa en el hijo diciendo cosas del tipo: “Con todo lo que he hecho por ti, y así me pagas”. Sin embargo, este tipo de manipulación también es muy común en las relaciones de pareja, entre amigos e incluso en el ámbito laboral.
¿Cómo enfrentar a este tipo de personas?
El primer paso consiste en darse cuenta de que estamos ante una persona que asume el rol de víctima. Luego, se trata de resistir el embate y no dejar que nos enrede en su juego. Lo más sensato es decirle que no tenemos tiempo para escuchar sus lamentaciones, que si quiere ayuda o una solución, con gusto le ayudaremos, pero que no estamos dispuestos a perder tiempo y energía escuchando continuamente sus quejas.
Recuerda que lo más importante es que estas personas no te arruinen el día descargando en ti su dosis de negatividad y, sobre todo, que no te hagan sentir culpable. No olvides que solo te puede herir emocionalmente, aquel al que le des suficiente poder.
victima_pasiva
SALIENDO DEL BÚNKER DE NUESTRO VICTIMISMO
«El mundo que anhelamos no se puede construir esperando que mejoren las condiciones, mientras nos refugiamos en nuestras zonas de seguridad, por la sencilla razón de que no sería de nuevo nuestra creación, sino la de otros, la de los que se atreven cada día a hacer actos para cambiar lo que tenemos.»
¡Pobrecito!
actuar como victima es una decision, no un destino
El ambiente caótico del hogar disfuncional del cual provengo, propició el que me acostumbrara a ser la víctima. El pesimismo se había apoderado de mí. ¡Todos estaban en contra mía! ¡Y yo era tan bueno! Sufría pero no hacía nada por enfrentar las situaciones.
Me conformaba con llegar a llorar en el hombro de otros y esperar una solución de su parte. Esa malsana comodidad contribuía a mantenerme en el papel de mártir. Hubo veces en que no solo me conmiseraba, sino que hacía berrinches. Quería que los demás se dieran cuenta de que me pasaba algo y ganarme su atención y lástima. Era mendigar protagonismo como leí en alguna parte.
Con la victimización eliminaba la culpabilidad porque yo era el bueno de la película. Es una actitud peligrosa que nos puede llevar a cometer actos injustos porque si me convenzo de que «la vida me jugó sucio» y «tengo derecho a compensar mi desgracia», puedo hacer lo que quiera. Podría por ejemplo pensar en que puedo robarle a «los afortunados» ya que mi propio «infortunio» me legitimiza. El ser la víctima automáticamente me da la razón y me autoriza. He aprendido que la victimización es un síntoma de excesiva susceptibilidad y una forma de manipular y evadir mis responsabilidades.
El Programa me ha enseñado a desarrollar mi autoestima, hacerme responsable de mí mismo y dedicarme a buscar soluciones en vez de excusas. Eso desterró mi mentalidad de “soy un desafortunado, consiéntanme a como dé lugar”. Mi nueva mentalidad es que soy responsable y que empiece por mí.
VICTIMISMO CRÓNICO
Todos, en algún que otro momento, hemos asumido el papel de víctimas. Sin embargo, hay personas que se convierten en víctimas permanentes, sufren lo que podríamos considerar como un “victimismo crónico”. Estas personas se disfrazan de falsas víctimas, ya sea de forma consciente o inconsciente, para simular una agresión inexistente y, de paso, culpar a los demás, liberándose de toda responsabilidad.
En realidad, el victimismo crónico no es una patología, pero podría desembocar en un trastorno paranoide, cuando la persona insiste en culpar continuamente a los demás de los males que padece. Además, esta forma de afrontar el mundo, de por sí, conduce a una visión pesimista de la realidad, que produce malestar, tanto en la persona que se queja como en quien recibe la culpa.En muchos casos, la persona que abraza el victimismo crónico termina alimentando sentimientos muy negativos, como el resentimiento y la ira, que desembocan en un victimismo agresivo. Es el típico caso de quien no se limita a lamentarse sino que ataca y acusa a los demás, mostrándose intolerante y vulnerando continuamente sus derechos como personas.
Radiografía de una víctima crónica
– Deforman la realidad. Este tipo de personas creen firmemente que la culpa de lo que les sucede es de los demás, nunca es suya. En realidad, el problema es que tienen una visión deformada de la realidad, poseen un locus de control externo, y creen que tanto las cosas positivas como las negativas que ocurren en su vida no dependen directamente de su voluntad, sino de las circunstancias externas. Además, sobredimensionan los aspectos negativos, desarrollando un pesimismo exacerbado que les llevan a centrarse solo en las cosas negativas que les suceden, obviando las positivas.– Hallan consuelo en el lamento.
Estas personas creen que son víctimas de los demás y de las circunstancias, por lo que no se sienten culpable ni responsables de nada de lo que les sucede. Como resultado, lo único que les queda es lamentarse. De hecho, suelen encontrar placer en el acto de quejarse porque así asumen mejor su papel de “pobres víctimas” y logran llamar la atención de los demás. Estas personas no piden ayuda para solucionar sus problemas, solo se lamentan de sus desdichas en la búsqueda desenfrenada de compasión y protagonismo.– Buscan culpables continuamente.
Las personas que asumen el papel de víctimas eternas, desarrollan una actitud recelosa, suelen creer que los demás siempre actúan de mala fe, solo para ponerles la zancadilla. Por eso, suelen tener un afán casi morboso por descubrir agravios nimios, sentirse discriminados o maltratados, solo para reafirmar su papel de víctimas. Así, terminan desarrollando una hipersensibilidad y se convierten en especialistas en formar una tormenta en un vaso de agua.– Son incapaces de realizar una autocrítica sincera. Estas personas están convencidas de que no tienen la culpa de nada, por lo que no hay nada que criticar en sus comportamientos. Como la responsabilidad es de los demás, no aceptan las críticas constructivas y, mucho menos, realizan un examen de conciencia a fondo que les lleve a cambiar su actitud. Para estas personas, los errores y defectos de los demás son intolerables, mientras que los propios son una simple sutileza. Después de todo, las víctimas son ellos.
¿Cuáles son sus estrategias?
Para que una persona pueda asumir el papel de víctima, tiene que haber un culpable. Por tanto, debe desarrollar una serie de estrategias que le permitan lograr que la otra persona asuma la culpabilidad en el asunto. Si no somos conscientes de estas estrategias, es probable que caigamos en sus redes y que incluso estemos dispuestos a cargar con toda la culpa sobre nuestras espaldas.
1. Retórica victimista
Básicamente, la retórica de esta persona se dirige a descalificar los argumentos de su adversario. Sin embargo, en realidad no refuta sus afirmaciones con otros argumentos que sean más válidos, sino que se encarga de que la otra persona asuma, sin darse cuenta, el papel de atacante. ¿Cómo lo hace? Simplemente asume el rol de víctima en la discusión, de forma que la otra persona quede como alguien autoritario, poco empático o hasta agresivo. Es lo que se conoce en el ámbito de la argumentación como “retórica centrista” ya que la persona se encarga de mostrar a su adversario como un extremista, en lugar de preocuparse por refutar sus afirmaciones. De esta manera, cualquier argumento que esgrima su adversario, será solo una demostración de su mala fe. Por ejemplo, si una persona se atreve a contrastar una afirmación con un hecho irrefutable o con estadísticas provenientes de fuentes fiables, la víctima no le responderá con hechos sino que dirá algo así como: “Siempre me estás atacando, ahora dices que miento” o “Estás intentando imponer tu punto de vista, haz el favor de disculparte”.
2. Retirada victimista
En algunos casos, el discurso de la víctima está dirigido a eludir su responsabilidad y evitar tener que disculparse o reconocer su error. Por eso, intentará escabullirse de la situación. Para lograrlo, su estrategia consiste en desprestigiar el argumento del vencedor, pero sin llegar a reconocer que estaba equivocado.
¿Cómo lo hace? Una vez más, asume el rol de víctima, juega con los datos a su antojo y los manipula a su conveniencia con el objetivo de sembrar la confusión. Básicamente, esta persona proyectará sus errores en el otro.
Por ejemplo, si una persona le responde con un dato comprobado, que niega su afirmación anterior, la víctima no reconocerá su error. En todo caso, intentará hacer una retirada digna y dirá algo así como: “Ese hecho no niega lo que he dicho. Por favor, no cree más confusión y caos” o “Me está culpando de confundir a los demás, no tiene educación, es evidente que es inútil discutir con usted porque no atiende a razones”, cuando en realidad quien crea el desconcierto es él mismo.
3. Manipulación emocional
Una de las estrategias preferidas de las víctimas crónicas es la manipulación emocional. Cuando esta persona conoce bastante bien a su interlocutor, no dudará en jugar con sus emociones para poner el tablero a su favor y adoptar el rol de víctima. De hecho, estas personas son muy hábiles reconociendo emociones, por lo que utilizan cualquier resquicio de duda o culpa en su beneficio.¿Cómo lo hacen? Descubren el punto débil de su adversario y explotan la empatía que este puede sentir. De esta forma, terminan envolviéndole en su tela de araña, para que esa persona adopte toda la responsabilidad y el papel de verdugo, mientras ellos se quedan cómodos en su rol de víctimas y pueden seguir lamentándose.Por ejemplo, una madre que no quiere reconocer sus errores, puede poner la culpa en el hijo diciendo cosas del tipo: “Con todo lo que he hecho por ti, y así me pagas”. Sin embargo, este tipo de manipulación también es muy común en las relaciones de pareja, entre amigos e incluso en el ámbito laboral.
¿Cómo enfrentar a este tipo de personas?
El primer paso consiste en darse cuenta de que estamos ante una persona que asume el rol de víctima. Luego, se trata de resistir el embate y no dejar que nos enrede en su juego. Lo más sensato es decirle que no tenemos tiempo para escuchar sus lamentaciones, que si quiere ayuda o una solución, con gusto le ayudaremos, pero que no estamos dispuestos a perder tiempo y energía escuchando continuamente sus quejas.
Recuerda que lo más importante es que estas personas no te arruinen el día descargando en ti su dosis de negatividad y, sobre todo, que no te hagan sentir culpable. No olvides que solo te puede herir emocionalmente, aquel al que le des suficiente poder.
Jennifer Delgado
 
 
INDEFENSION APRENDIDA
No te conviertas en una víctima de la indefensión aprendida. Si te has convertido en una víctima de la indefensión aprendida, entonces pensarás que no puedes tener éxito porque el mundo está en tu contra. Las personas que son víctimas de la indefensión aprendida creen que nunca llegarán a ninguna parte porque no han tenido buenos resultados en el pasado. Si quieres lidiar con la adversidad, debes aprender a aceptar las nuevas oportunidades en lugar de pensar que estás destinado al fracaso.[3]Una persona que ha sido víctima de la indefensión aprendida pensará en algo como esto: “Bueno, no he conseguido los últimos cinco empleos en los que me entrevistaron, así que esto debe significar que nunca podré encontrar uno. Debe haber algo malo conmigo o quizás para hallar uno debo tener contactos, así que ni siquiera debo molestarme en buscar si voy a seguir fallando”.
Una persona que quiere tomar el control de su destino se esforzará por pensar de manera positiva y por creer que tiene el poder para cambiar la situación. Pensará en algo como esto: “Aún si no he tenido éxito en las últimas cinco entrevistas, debo sentirme animado por el hecho de que las empresas están interesadas en mí. Si sigo enviando mi currículum vitae y asistiendo a entrevistas, sé que a la larga encontraré un empleo estupendo”.

error: Content is protected !!