Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
16 MAYO
«NOSOTROS PERDONAMOS»
Muchas veces, mientras practicábamos este Paso con la ayuda de nuestros padrinos o consejeros espirituales, por primera vez nos sentimos capaces de perdonar a otros, fuera cual fuera el daño que creíamos que nos habían causado.
Nuestro inventario moral nos dejó convencidos de que lo deseable era el perdón general, pero hasta que no emprendimos resueltamente el Quinto Paso, no llegamos a saber en nuestro fuero interno que podríamos recibir el perdón y también concederlo.
— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 55
¡Qué gran sensación es el perdonar! Qué revelación de mi naturaleza emocional, psicológica y espiritual. No se necesita más que la disposición de perdonar; Dios hace el resto.
Del libro Reflexiones diarias
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Sí fui ofendido, lastimado, agraviado, violentado y víctima realmente o me sentí e imaginé serlo, no importa.
El Perdón, es un acto espiritual propio, particular, personal, exclusivo, íntimo y privado, donde yo tengo el cometido, la labor, la obra, el cuidado y la responsabilidad de aprender de los hechos y actos de sufrimiento, dolorosos, equivocados, nefastos, desviados, ignominiosos y desventurados del historial de mi vida, sean antes de la actividad, en la actividad y/o en la recuperación.
Sí fui ofendido, lastimado, agraviado, violentado y víctima realmente o me sentí e imaginé serlo, no importa porque por estas veinticuatro horas, aquí y ahora, ya no lo soy, seguir siendo víctima y preso del pasado es una decisión personal que me indujo y puede inducirme a no aprender y crecer, lo que sería no practicar los Doce Pasos de manera correcta y alejarme del cambio en mi forma de pensar y de reaccionar antes mis emociones (juicios y actitudes).
Es necesario cambiar mis pensamientos y emociones negativos, dañinos, atroces, nocivos, peligrosos, deleznables, siniestros e insanos, los cuales han arraigado en mí como un suposición errónea, desorientada y equívoca que el Perdón es algo externo que se dirige hacia los otros por la idea que tengo de que el Perdón no es para mí mismo, de hecho esa creencia de que el Perdón es para los demás y que cuando perdono los otros estarán bien, esto es una forma de falsa humildad porque en realidad es soberbia de pensar que soy el “todopoderoso” para perdonar y al mismo tiempo trae aparejada mi auto-conmiseración porque no me considero digno de perdonarme.
En mi muy particular experiencia, llegué al convencimiento de que el Perdón es un acto de buena voluntad, una decisión y que como valor moral o ético y como principio espiritual no puede ser relativo, porque perdono o no perdono, y cuando pienso que exonero y absuelvo pero me causa dolor, molestia, contrariedad o simplemente disgusto en realidad no he perdonado, y al comentarlo con mis compañeros y con mi padrino me han hecho ver que eso indica que no me he hecho responsable de lo que tengo que vivir para aprender y practicar el Programa, pues mejor me victimizo y me culpo; o no me marcan con claridad que no he podido sacar el aprendizaje profundo de mi espíritu (alma).
El Perdón cuando lo asumo como una nueva actitud de vida me instruye cómo me predispongo ante los eventos dolorosos, pues lo que me ofende, me lesiona, me vulnera, me hiere es la intención que yo me permito ponerle y darle a las palabras del otro a los actos del otro y en esto estriba, en mi caso muy personal, lo que me perjudica y me pone mal más que lo que ciertamente el otro hizo o dijo.
Al hacer con minuciosidad mi inventario moral y continuarlo como una práctica para toda la vida, puedo darme cuenta con responsabilidad lo que me incumbe, atañe y pertenece y no culpar, separando y eliminando mi intención y la del otro con objetividad.
Al comenzar a aceptar y expresar con claridad mis actos y las consecuencias, así como reconocer mis resentimientos, mis temores y mis desconcertantes conductas voy logrando conocerme y percatarme del origen de mis males, de mis sufrimientos, de mis enojos, de mis deseos de venganza, de mi auto-devaluación, de todo lo desfavorable, pernicioso, contraproducente y hostil que ha habido en mi vida, y que aún en la recuperación busca imponerse si no pongo mi vida y mi voluntad en manos de Dios para hacer Su Voluntad y entonces ponerme en acción en el camino correcto.
De esta manera voy dándome cuenta de mi responsabilidad en lo acontecido y me habilito para perdonar auténticamente a los demás, aunque precisamente al darme cuenta de todo lo que he hecho, actuado y provocado me lleguen muchos remordimientos y entonces tienda a tener una actitud de auto-conmiseración tan grande que me ha hecho sentir indigno de recibir el Perdón de otros e inmerecedor del Perdón de mí mismo e incluso dudar del Perdón Supremo.
El Perdón preponderante es la indulgencia, clemencia, compasión, misericordia, piedad, comprensión y tolerancia a mí mismo, ya que no puedo transmitir ni dar lo que no tengo y aquí la trascendencia de auto-perdonarme con el sincero deseo de no volver a fallar, infringir daño, ofender, atropellar en fin transgredir.
El Perdón hacia mí mismo, en mi caso, fue difícil de trabajar ya que mi ego se defendía porque me hacía considerarme que “ yo no podía haberme equivocado, que yo no podía haber caído, que yo no podía reincidir en el error ”, me negaba al desacierto, la caída y la equivocación y al hacerlo me negaba a aprender del error y entonces repetía las mismas conductas, los mismos sentimientos y pensamientos negativos y esto siempre resultó mal. No cabe duda que tropezaba con la misma botella, el mismo tipo de persona, la misma consecuencia, revolcándome en mi propia inmundicia.
Comencé a perdonar a mis padres pues de mi inventario moral pude darme cuenta que fueron los primordiales maestros de mi vida, actuaron e hicieron lo mejor que podían, conforme a su propia historia y conforme a las herramientas espirituales con que contaban, así hice a un lado la culpa, la abandoné y me di permiso de ver lo que me fastidiaba e incomodaba de mis padres, gracias a mi inventario moral y la guía espiritual del Programa, de mis compañeros y mi padrino pude dejar de hacer juicios sobre mis padres desde lo mejor de mi ser, de mi corazón espiritual para estar en posibilidad de ir logrando la gran maestría del Perdón en mi espíritu.
Igualmente hice un ejercicio con mis hermanos, que al fin y al cabo, son resultado de una historia infantil y juvenil similar a la mía y que de adultos han tenido sus propios retos y consecuencias,entre ellas tener un hermano enfermo como yo.
También pude reconocer que con mis parejas este proceso funcionó diferente, pues me ilustraron con sus conductas, sus maneras, sus comportamientos, sus usos, sus estilos, sus costumbres, sus hábitos y sus reglas que no me gustaban y que incluso no me gustan, aprendiendo a tener la tolerancia necesaria de ponerme en su lugar para comprender que no se trata de que estén bien o mal sino que es el resultado de su propia historia, de sus propios problemas emocionales y de su propio desarrollo espiritual o falta de éste.
Esto me reafirmó que yo no puedo cambiar a mi esposa, a mis ex parejas, ni a mis hijos que actúan de manera muy parecida o similar, y entonces tengo que pedirle a Dios que elimine mi defecto de carácter de la soberbia para no querer tener el control y trabajar de manera positiva para tener humildad y tolerancia y accionar contra esos errores de carácter.
Al trabajar el aspecto de mis hijos pude percatarme de con cuál he tenido un desafío, pugna y reto constante, descubrir que actitudes no me gustan y reconocer que dicho comportamiento no es privativo de mi hijo o mis hijos sino que es el reflejo de mi propio ejemplo o de mi esposa o ex pareja.
Y al respecto no me queda más que la aceptación de que debo pedirle a Dios que elimine de mí ese defecto de carácter, así como en oración y meditación solicitar me haga ver Su Voluntad para tener la habilidad necesaria para poder complacerme, contentarme, regocijarme y saborear la relación con mis hijos en lugar de padecerlos, soportarlos, resistirlos y sufrirlos.
Que verdad absoluta comparte el Quinto Paso:
“Por medio de este Paso vital, empezamos a sentir que podríamos ser perdonados, sin importar cuáles hubieran sido nuestros pensamientos o nuestros actos.
Muchas veces, mientras practicábamos este Paso con la ayuda de nuestros padrinos o consejeros espirituales, por primera vez nos sentimos capaces de perdonar a otros, fuera cual fuera el daño que creíamos que nos habían causado.
Nuestro inventario moral nos dejó convencidos de que lo deseable era el perdón general, pero hasta que no emprendimos resueltamente el Quinto Paso, no llegamos a saber en nuestro fuero interno que podríamos recibir el perdón y también concederlo.”
Ahora para lograr este preciado don del Perdón solamente debo comenzar por admitir ante mí, ante Dios y ante otro ser humano la naturaleza exacta de mis defectos de carácter, no sólo cuando formalmente doy el Quinto Paso sino cuando lo practico y vivo en cada tribuna, en cada compartimiento y cada vez que me apadrino, pues de esta manera tendré la certeza de que está en mí la decisión de perdonar, de perdonarme y que soy merecedor del Perdón.
Felices 24 horas de Perdón.