Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
3 MAYO
«LIMPIEZA DE CASA»
Por alguna razón, el estar a solas con Dios no parece ser tan embarazoso como sincerarnos ante otro ser humano. Hasta que no nos sentemos para hablar francamente de lo que por tanto tiempo hemos ocultado, nuestra disposición para poner nuestra casa en orden seguirá siendo un asunto teórico.
— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 57
Para mí no era raro hablar con Dios y conmigo mismo acerca de mis defectos de carácter. Pero, sentarme frente a frente y discutir abiertamente estas cosas tan íntimas con otra persona, era mucho más difícil. Sin embargo, yo reconocí en esta experiencia un alivio similar al que experimenté cuando admití por primera vez que era alcohólico.
Empecé a apreciar el significado espiritual del programa y que este Paso era solamente una introducción a lo que iba a venir en los siete Pasos restantes.
Del libro Reflexiones diarias
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La verdad mi temor a enfrentar mi realidad, mi soberbia para no aceptar que me hagan ver mis errores, mi prepotencia de pensar que Dios está para lo que quiero y cómo lo quiero permitan que me autoengañe diciendo que “si Dios lo sabe todo, entonces ¿qué necesidad de que intervenga otro ser humano, incluso qué necesidad de tener que tener un momento de reflexión para decirle lo mal que he actuado, pensado y sentido?”
Cuando leí esta parte del Quinto Paso pensé que muchas veces en mi vida, respecto a mi religión, había pensado que no se necesitaba de un intermediario para poder confesarme, que “hablar y reconocer las cosas directamente con Dios” era lo que procedía, de hecho llegué a decir que en ese tema los protestantes estaban muy avanzados porque se confesaban ante Dios, porque ningún hombre es capaz de perdonar los pecados; además esto venía muy a modo con mi soberbia porque de esta manera no tengo una voz material que me haga ver y me diga lo que he efectuado mal y me señale cuáles son realmente mis defectos y no los que supuestamente invoco e incluso otros que atempero o hago a un lado.
El asunto real es que en la iglesias evangélicas efectivamente no hay una confesión ante un sacerdote mas se debe de realizar la confesión de lo mal actuado con la misma persona a la que he ofendido con mi conducta y posteriormente confesarme con Dios en auténtica oración, lo cual si lo observo es bastante complejo.
Hoy al leer y releer el Programa me doy cuenta que el hecho de sincerarme con otro ser humano de tal manera que le hable francamente de mis actos, de mis pensamientos, de mis recuerdos en fin de mis vivencias más obscuras, escondidas, difíciles, aberrantes e ignominiosas es la única forma de ir poniendo mi espíritu en orden, pues primero implica la humildad de reconocer que otro ser humano puede escucharme y hacer un puente de comprensión conmigo así como tener la fe de que Dios está presente en este acto y que utilizará como instrumento a otro ser humano para ayudarme a descubrir y reconocer la naturaleza exacta de mis defectos de carácter, incluso porque seguramente él los tiene o los ha tenido.
La verdad mi temor a enfrentar mi realidad, mi soberbia para no aceptar que me hagan ver mis errores, mi prepotencia de pensar que Dios está para lo que quiero y cómo lo quiero permitan que me autoengañe diciendo que “si Dios lo sabe todo, entonces ¿qué necesidad de que intervenga otro ser humano, incluso qué necesidad de tener que tener un momento de reflexión para decirle lo mal que he actuado, pensado y sentido?”.
Al ir transcurriendo varias veinticuatro horas, al estudiar y poner en práctica el Quinto Paso, saber que además es indispensable para poder hacer catarsis auténticamente entiendo el beneficio inmenso de liberarme de la carga de mi pasado tenebroso de tal forma que esté en aptitud de re-establecer mi comunión con Dios y con mis semejantes, además de que hacerlo es una muestra de mi fe genuina en Dios reconociéndolo como Único y Suficiente Poder Superior para devolverme el sano juicio y que cuide mi vida y mi voluntad de manera que pueda tener un despertar y un progreso espiritual de tal manera que Dios vive dentro de mí en ese insospechado recurso interior.
Delatarme con aquello que pensé llevarme a la tumba, que nadie debería saber e incluso algo que no quería ni recordar es un acto que -al expresarlo a otro ser humano, sea mi Padrino, un compañero, mi guía espiritual, mi terapeuta- con tal de que sea sincero, franco y honesto me libera porque no se queda en el secreto de mi mente, corazón y espíritu, de tal suerte que quedo en aptitud de perdonarme y de perdonar pues nace la decisión de hacerlo con un sustento real de haber hecho mi inventario moral, decirlo y reconocerlo ante Dios y otro ser humano.
En mi caso personal, creo que al realizar este acto, no me guía ni me perdona ningún ser humano sino que simplemente Dios utiliza a otra persona para que Él escuche mi intención de reconciliación con la existencia, en principio con la mía propia, por eso puedo recibir la consolación, comprensión, perdón y amor que necesito, gracias a haber tenido un acto de humildad para reconocer y admitir en público y voz alta todo mi mal cometido.
Felices 24 horas haciendo limpieza de mi casa.