Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

27 MARZO

«LAS LIBERTADES DE A.A.»

Ya sabemos lo que verdaderamente son nuestras diversas libertades; y confiamos en que ninguna generación futura de A.A. se sienta en la obligación de limitarlas. Nuestras libertades de A.A. constituyen la tierra en que puede florecer el auténtico amor…

EL LENGUAJE DEL CORAZÓN, p. 303

Yo tenía deseos inmensos de libertad. Primero, libertad para beber; más tarde, liberación de la bebida. El programa de recuperación de A.A. tiene su base en la libre elección. No hay mandatos, leyes ni mandamientos.

El programa espiritual de A.A., como se ha delineado en los Doce Pasos, y por el cual se me ofrecen libertades aun mayores, es solamente sugerido. Yo puedo tomarlo o dejarlo. Se ofrece el apadrinamiento, no se fuerza, y yo voy y vengo como lo desee.

Son éstas, y otras libertades, las que me permiten recobrar la dignidad, que fue aplastada por la carga de la bebida, y que tanto se necesita para apoyar una sobriedad duradera.

Del libro Reflexiones diarias
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De ninguna manera tenía la facultad natural de actuar de una forma o de otra, incluso la de no hacerlo, y por tanto ser auténticamente responsable de mis actos.

Yo era esclavo del alcohol y ni me daba cuenta, tanta era mi negación que pensaba que “yo era el amo“, que “yo era el todopoderoso“, que “yo tenía el control“, que “lo podía dejar cuando quisiera“; incluso llegué a pensar que podía consumir, quizá perder, y volver a la recuperación. Un montón de pensamientos que han cruzado por mi mente a través de los años de actividad, y que fueron mutando para hacerse más fuertes, y en los que mi mente me engaña tanto, que logra esconderlos de mi propio escudriñamiento para lograr que hiciera confianza en mí mismo respecto a la enfermedad de la adicción, lo cual es totalmente desfavorable, peligroso y desastroso.

Muchas veces, intelectualmente, hablé del “libre albedrío” que es tan amplio en mí, como ser humano, que incluso me permite negar a Dios, negar su existencia, negar su eficacia, negarle la entrada a mi vida; y esto normalmente lo hacía para controvertir la falta de fe o de creencia en este Ser Supremo que dicen tener los ateos e incluso los agnósticos.

La libertad del ateo, como la veo en mi caso personal, de afirmar que tiene los razonamientos y las pruebas irrefutables de que Dios no existe, por tanto a diferencia mía tiene la capacidad de probar la inexistencia de Dios; y por otro lado el agnóstico que con sus razonamientos dice no tener las pruebas ni para demostrar la existencia de Dios, así como tampoco para demostrar que no existe, por tanto la postura de duda e incertidumbre al respecto de este concepto. Y mi postura de soberbia de entonces, que buscaba imponer “la prueba irrefutable y los razonamientos precisos de la existencia de Dios“.

Cuánta ignorancia supina, ya que desconocía totalmente el sentido correcto de la libertad y por tanto de mi libre albedrío, ya que mi vida estaba totalmente supeditada al poder de mi enfermedad de la adicción (consumo + desequilibrio emocional), ya que mi esclavitud tiene dos grilletes muy pesados: un grillete que es la obsesión de “poder beber y disfrutar impunemente sin consecuencias negativas”; y otro grillete que es mi confrontación con la vida de todo lo que no me gusta que me causa frustración, abatimiento, temor, depresión, ira, envidia y una serie de emociones y sentimientos negativos que me llevan a consumir “para cambiar el mundo y sus circunstancias”.

De ninguna manera tenía la facultad natural de actuar de una forma o de otra, incluso la de no hacerlo, y por tanto ser auténticamente responsable de mis actos; pues en realidad yo no tenía esta facultad, mi adicción me dictaba mis juicios y actitudes que resultaban en una irresponsabilidad tan grande que culpaba y responsabilizaba a los demás, a la suerte, a las circunstancias y hasta a Dios. Estaba preso, sujeto y subordinado “a una sustancia inerte”, en realidad lo estaba a mi compleja enfermedad de la adicción.

Con el caminar de cada uno de los Doce Pasos he ido aprendiendo a buscar la libertad plena que únicamente funciona cuando hay una estabilidad o un equilibrio entre los pensamientos, las emociones, las responsabilidades y las elecciones que en conjunto tienen sensatez con la nueva conciencia que puedo adquirir resultado de un profundo cambio de personalidad para poner fin, de manera eficaz, a mis guerras internas y externas.

Al permitir que un Poder Superior, a través del Programa de recuperación, me otorgue una libertad nueva recibo un regalo de inmenso valor y que al mismo tiempo me regala la experiencia de liberación que tienen y han tenido mis compañeros, una sensación de que para el Poder Superior no hay límites y que sí tengo la mente abierta y estoy alerta, puede ofrecerme el cumplimiento de las Promesas sin límites.

Efectivamente en la actividad consumía “por percibirme libre”, “para sentirme liberado”; “para actuar conforme a los caprichos de mi ego(egoísmo, egocentrismo y egolatría); “yo creía que vivía de manera que cumplía mis propósitos”; absurdamente “elegía libremente el estilo de vida de la adicción activa” sin ver que a mí, mi esposa, mis hijos, mis familiares y amigos les “proporcionaba una forma insana y de fracaso”, en mi afán de “tener libertad de elegir consumir, de arriesgar mi vida y, según yo, triunfar”.

Gracias a todo lo que significa AA y el Programa de recuperación he ido conociendo lo que es la libertad verdadera, la cual comienza con la admisión de que soy impotente ante la sustancia y ante el control; e ingobernable en mis emociones negativas y mis pensamientos errados, confundidos e incorrectos.

Voy adquiriendo una estabilidad entre mis juicios, mis actitudes y mis dichos, busco ser sincero y congruente, de tal forma que elijo practicar los Doce Pasos y me hago responsable de ello, dejándole a Dios el hecho de que me libere de mi obsesión adictiva y que él vaya quitando mis defectos de carácter para que yo no consuma y vaya teniendo la posibilidad, por estas veinticuatro horas, de ir adquiriendo estabilidad emocional y tener tranquilidad que es lo más cercano que conozco a la felicidad. Para esto hago un trabajo individual y con mi grupo, uniéndome en esta intención con la Voluntad del Poder Superior para que yo no consuma, y pueda ser un instrumento para que otro no lo haga.

Ha sido difícil hacer a un lado los usos y costumbres que existen fuera de la espiritualidad donde se piensa, sin importar mucho las consecuencias, “que un poco de avaricia, un poco de envidia, un poco de ansia, un poco de ambición, un poco de frenesí, un poco de cólera, un poco de mordacidad, un poco de ofuscación, un poco de violencia, un poco de rabia, un poco de arrebato, un poco de ofensa, un poco de excitación, un poco de irritación, un poco de brusquedad, un poco de encono, un poco de rencor, un poco de desgracia, un poco de frustración, un poco de humillación, un poco de postración, un poco de apocamiento, un poco de desánimo,  un poco de abatimiento; y un poco de depresión son necesarios para poner y mantener a la gente en su lugar”; sólo que cuando he pensado así, en concordancia con la vorágine del mundo, no observo que lo mismo piensan los demás y me lo aplican a mí.

Es obvio que actuando de esta manera, pensando de esta forma y además no diciendo lo que pienso y siento se inicia con una pequeña transgresión y con una gran velocidad se reproduce geométricamente y entonces empiezo a justificar otros sentimientos y acciones equivocados. ¡¡Un abismo de diferencia con lo que me regalan mis compañeros, mi grupo y la Fraternidad del Espíritu a la que pertenecen AA, NA y los Grupos de Doce Pasos!!

Mi experiencia me muestra que mis frases, mis conductas, mis ideas, pensamientos y raciocinios negativos, atroces, malignos, perniciosos, malsanos, perjudiciales y nocivos producen efectos y consecuencias semejantes; al igual que cuando mis juicios, emociones y actitudes son positivos, beneficiosos y generosos.

Yo estaba encerrado, esclavizado y totalmente dominado, subyugado, sometido e incluso oprimido por los barrotes, la celda y la prisión de la lujuria, la ira, el apego, la avaricia, la violencia, la frustración, la pereza, la envidia y todo aquello que “engrandecía mi ego” y “reducía mi espíritu” y con ello mi libertad. En el terreno de batalla de mi propia mente y de mis propias emociones, que es donde nacen mis verdaderas guerras.

El Programa de recuperación me ayuda a estar y ser libre de complicaciones (son herramientas simples, sencillas), libre de confusiones (el Poder Superior me da sano juicio), libre de mis emociones destructivas (Dios elimina mis defectos de carácter); y aún que vaya dando los Pasos, un día a la vez, es posible que continúen sentimientos sutiles de hostilidad, venganza o mala voluntad que debo detectar, examinar, admitir y corregir, para lo cual hacer oración y meditación me permiten tener un contacto consciente con Dios y pedir la fortaleza para hacer Su Voluntad para abandonar estas ataduras, porque al ser más dependiente de Dios más independiente soy para liberarme de este tipo de apegos.

Cómo resultado de los Doce Pasos, del Programa de recuperación se va dando mi transformación, adquiriendo una verdadera y auténtica conciencia caritativa, provechosa, bienhechora, justa, en fin sana, para que mis actos libres estén alineados con la Conciencia de Dios que es mi liberador, y quien me fortalece y me rehace.

Felices 24 horas de plena libertad.

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