Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
9 MARZO
«ABANDONAR LA OBSTINACIÓN»
Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos.
— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 32
Por deseoso que se esté de hacerlo, ¿exactamente cómo puede uno poner su voluntad y su vida al cuidado del Dios que crea existir? En mi búsqueda de la respuesta a esta pregunta, llegué a apreciar la sabiduría con la que el Paso fue escrito: es un Paso de dos partes.
Podía ver que en mis días de bebedor había muchas ocasiones en que debería haber muerto o, al menos, debería haber sido herido; pero esto nunca sucedió. Alguien, o algo, me estaba cuidando. He decidido creer que mi vida siempre ha estado bajo el cuidado de Dios. Sólo Él dispone el tiempo que se me concederá hasta la muerte física.
El asunto de la voluntad (la voluntad de Dios o la mía) es la parte del Paso que es más difícil para mí. Solamente cuando he experimentado suficientes dolores emocionales, por medio del fracaso de mis intentos de repararme a mí mismo, puedo llegar a estar listo a someterme a lo que Dios tiene dispuesto para mí. La sumisión, la entrega, es como la calma después de la tormenta. Cuando mi voluntad está conforme con la voluntad de Dios, hay paz interior.
Del libro Reflexiones diarias
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Que contradictorio me parecía en un inicio la redacción del enunciado del Tercer Paso.?Cómo podía yo “decidir”?, ?no acaso soy impotente porque no sirve mi fuerza de voluntad?, ?no es cierto que no tengo capacidad para “decidir” el número de mis copas ni el vaivén de mis emociones?
Entendí que precisamente por eso había un Segundo Paso en el cuál “llegó a creer en un Poder Superior” distinto, al que yo tenía, hasta antes de estudiar y vivir el Programa seriamente, puesto que lo primero que me había demostrado y demuestra diariamente es mantenerme sin consumir.
Comprendí que mi falta de poder y por eso mi falta de control en la decisión se refería al consumo, y que sí existe una facultad en mí para decidir y elegir hacer lo correcto, en sí para estudiar, trabajar, practicar y vivir el Programa. Entonces dentro del mismo, que se sustenta en los Doce Pasos, está el Tercero que me sugiere tomar la decisión de poner mi voluntad y mi vida al cuidado de Dios, como yo lo concibo.
En la actividad presumía de que Dios me cuidaba, lo cual es absolutamente cierto, la diferencia es que pensaba e incluso sentía que era “Su Obligación”, y que por eso debía librarme de todo mal, en fin “yo no era tan malo” mi único problema era que bebía y me metía en líos por eso, ya que normalmente “era bueno”.
Hoy no dejo de agradecer la multitud de ocasiones que me libró de accidentes, pleitos, lesiones, enfermedades y una serie de consecuencias, y por eso me es muy sencillo entender la decisión de que cuide mi vida desde ese punto de vista; y me cuesta trabajo entender que para cuidarme muchas veces Tiene Que Actuar a pesar de mí y aún contra mí, en momentos donde me libra de circunstancias de peligro en que me ubico. Así que el cuidado de mi vida por parte de Dios es excelente para mí.
En cuanto a poner al cuidado de Dios mi voluntad, al principio lo entiendo para que Él se encargue de que yo no piense ni desee consumir, que haga a un lado “mi voluntad” de hacerlo; sin embargo cuando en lo cotidiano deseo o quiero tener algo, lograr algo, estar con alguien, tener reconocimiento, obtener prestigio, alcanzar un éxito, en fin no tener contratiempos ni contrariedades personales ni de quienes yo quiero, entonces la situación no es tan fácil porque debo aflojar la armadura donde he guardado cualquier reserva de hacer “mi santa voluntad” para que comenzando con la buena voluntad, sinceridad y mente abierta permita que Dios se haga cargo de armonizar en unicidad de objetivos mi fuerza de voluntad (mi empeño, mis ganas, mis deseos, mis capacidades, mis talentos, mis pasiones, etc.) a la Voluntad de Él.
Cuando se presentan las vicisitudes es cuando regreso a mis viejos parámetros y “creo que Dios debe resolver mis problemas a mi manera” y cuando esto no sucede porque se vienen a mí el temor, el abatimiento, la depresión y la frustración llega la duda, lo cual hoy sé que es una deslealtad a Dios.
Dios desea lo mejor para mí y lo importante de poner a su cuidado mi vida y mi voluntad es que me proporcione, solamente por veinticuatro horas, mi sobriedad. Una sobriedad de la mejor calidad, que yo le permita con la práctica y vivencia de los principios espirituales del Programa, entendiendo que la sobriedad consiste en mantenerme sin consumir (abstinencia) y estar en equilibrio emocional para tener una actitud buena que me permita no ver la existencia como negativa y tampoco considerar que “la voluntad de Dios es que me vaya mal, que sufra” o que así deba ser “para pagar mis pecados” y “compensarle lo que sufrió por mí”.
Al no ver resultados “favorables” de inmediato mi tendencia es pensar que el Poder Superior “me carga la mano” y a veces me siento capaz de “pensar que ahora sí se pasó”. Es que yo juzgo única y exclusivamente desde el punto de vista material y humano, por lo que desconozco cuál es el objetivo y para qué puede servirme, en mi progreso espiritual determinada aflicción y circunstancia.
Lo importante es que si sólo por hoy decido que Él manda, todas las cosas estarán bien porque si Él está conmigo ?quién contra mí?
Felices 24 horas abandonando la obstinación.