Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

25 FEBRERO

«EL DESAFÍO DEL FRACASO»

“En la economía de Dios, no se desperdicia nada. Mediante el fracaso, aprendemos una lección de humildad que, por dolorosa que sea, es probablemente necesaria”.

— COMO LO VE BILL, p. 31

¡Qué agradecido me siento hoy por saber que todos los fracasos del pasado eran necesarios para que yo estuviera donde estoy! Por muchas penas me vino la experiencia y en el sufrimiento llegué a ser obediente. Cuando buscaba a Dios, como yo Lo concibo, Él compartió conmigo sus dádivas preciosas.

Por la experiencia y la obediencia, empezaba el desarrollo seguido de la gratitud. Sí, y luego me vino la paz del espíritu, viviendo y compartiendo la sobriedad.

Del libro Reflexiones diarias
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Cuando en medio de lo cotidiano se presentan las dificultades y las aflicciones entiendo que lo primero que debo de hacer es orar con confianza, para tener paciencia y encontrar cómo resolver adecuadamente las cosas.

Al principio me fue fácil entender que “mis malas experiencias”, mis fracasos y mis sufrimientos eran necesarios para que pudiera darme cuenta de mi impotencia ante la sustancia y la enfermedad de la adicción, así como de mi ingobernabilidad, ya que comprendía y comprendo que si no fuera así, con toda seguridad, seguiría consumiendo.

Lo difícil es desafiar “el fracaso” cuando se está en el Programa porque las circunstancias de la vida ponen a prueba: actuar con sano juicio (tener claridad de pensamientos); mantener la decisión de que poner mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios (aceptar mis propias circunstancias y admitir que las cosas no son ni suceden como yo quiero o me gusta); pedir que elimine mis defectos de carácter para no esparcir ira, no sentir frustración, no resentirme, en fin que Haga a un lado mi egoísmo (claridad en mi accionar).

Cuando en medio de lo cotidiano se presentan las dificultades y las aflicciones entiendo que lo primero que debo de hacer es orar con confianza, para tener paciencia y encontrar cómo resolver adecuadamente las cosas; y para ello debo entender que Dios no va a bajar a resolver mis cosas, yo debo ponerme en acción, pues he ido aprendiendo con el Programa y con la experiencia que no se trata de actos de magia y que los milagros no son grandes trucos, sino que el milagro es que esté sobrio, sin consumir, que puedo ratificarlo al ver a mis compañeros estar sobrios y poder constatar, cuando me transiten su experiencia, que han pasado por momentos difíciles y se han resuelto, y como se dice dentro de la Comunidad “no pasa nada”.

Hoy no veo que los asuntos que debo resolver sean “pruebas de Dios”, entiendo que es una consecuencia de mi vida y/o de la vida de quienes me rodean, y entonces reflexiono sobre cuál será la causa o causas que originan esas consecuencias, y dejo de “culpar a otros”, “culpar a Dios”, y “ser la víctima”, puesto que en un análisis profundo advierto que yo soy quien se ha puesto en la circunstancia o que las personas que me rodean han realizado algo que ha derivado encontrarse en determinada situación.

Cuando acepto que mis actos tienen consecuencias directas e inmediata así como hay otras que pueden ser indirectas y de largo plazo, voy reconociendo mi participación en los hechos y entonces tengo que revisar que fue lo que hice mal o simplemente que fue lo que no preví, o quizá cual fue el límite que no puse, ya que no todos los actos son tan graves y notorios, de hecho cuando hago mi inventario diario es posible que detecte, admita y corrija, mas el hecho en que haya errado traiga tarde o temprano una consecuencia.

En la economía de Dios nada se desperdicia porque, contrario a la lógica humana, mis grandes errores, mis enormes faltas, mis gravísimos defectos de carácter y sus lamentables consecuencias, son los pilares para poder resurgir y enderezar mis juicios, mis conductas para tener un cambio profundo de personalidad, encontrar una fe que obra, y tener un despertar espiritual que sea efectivo.

MI miseria humana se auto dignifica cuando me encomiendo a Dios, cuando le pido piedad, misericordia, perdón y de esta manera le solicito también me guíe a los pensamientos y sentimientos positivos que pueden llevarme a vivir bien el momento y mis veinticuatro horas.
Al compartir con mis compañeros dejo de pensar solamente en mí, pongo a mi servicio y al servicio de los demás, mis vivencias y de esta manera tiendo el puente de comprensión que me permite recibir las dádivas de Dios, a través de mis compañeros y de las personas, y cuando tengo la mente abierta de aceptar lo que me sugieren recibo la dádiva de la iluminación de mi camino para estar y vivir sobrio, con una sobriedad de calidad buena.

Ahora siempre que busco a Dios, lo encuentro sin lugar a dudas, en mis compañeros, en sus palabras, en su acompañamiento, en sus sugerencias, en su simple presencia, por eso cada vez que voy al grupo siento que entro en un lugar bendito por Dios y donde Él hace su aparición entre nosotros.

Felices 24 horas sin frustración.

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