Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

21 FEBRERO

«SOY PARTE DEL TODO»

Enseguida me convertí en una parte —aunque fuera una pequeñísima parte— de un cosmos.

— COMO LO VE BILL, p. 225

Cuando llegué por primera vez a A.A., me convencí de que “esa gente” era amable — tal vez un poco ingenua, un poco demasiado amistosa, pero gente fundamentalmente buena y sincera (con quienes yo no tenía nada en común). Los veía en las reuniones— por supuesto, era allí donde “ellos” existían. Les daba la mano a “ellos” y, después de irme de la sala, los olvidaba.

Luego, un día mi Poder Superior, en quien no creía todavía, dispuso que hubiera un proyecto fuera de A.A. en que participaban por casualidad muchos miembros de A.A. Trabajamos juntos, y llegué a conocerlos a “ellos” como seres humanos.

Llegué a admirarlos a “ellos” e incluso a tenerles afecto, y, a pesar de mí mismo, a disfrutar de la compañía de “ellos”. “Su” forma de practicar el programa de A.A. en sus vidas diarias —y no meramente en las palabras que les oía decir en las reuniones— era lo que me atraía y quería lo que ellos tenían. De repente, “ellos” se convirtieron en “nosotros”. Desde ese momento no me he tomado un trago.

Del libro Reflexiones diarias
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El que no vive para servir no sirve para vivir.

El sentido de pertenencia dentro de la Fraternidad es algo que, en mi caso, no se dio de manera inmediata, pues “me sentía diferente”, y no tendía el puente de comprensión necesario, incluso “sentía pena por ellos ya que sí habían tenido o tenían problemas graves”.

 ¡Qué ironía!, no me percataba que tengo una enfermedad gravísima, tanto que no tiene cura, sigue aumentando y si no la cuido es mortal para mí (en el mejor de los casos) porque puedo quedar mal en un psiquiátrico, puedo quedar inválido o puedo acabar en la cárcel.

Se imponía mi problema de sentir que “no había personas de mi capacidad intelectual”, “que no tenían mi cultura”, “no éramos de la misma clase social” (de hecho me sentía discriminado), tanto que efectivamente llegaba a junta, no quería hablar con nadie y cuando comencé a convivir con mis compañeros buscaba a toda costa mantener una doble vida: Una en mi casa, en mis círculos de trabajo, sociales y familiares; y Otra dentro del grupo de AA, porque además no quería participar en ningún servicio, después cuando acepté servicios de ninguna manera aceptaba extenderlo en ninguna actividad fuera del grupo, incluso con mi familia no hablaba de AA, de mis compañeros ni nada respecto de la recuperación.

Hablar de mi recuperación era un asunto “personal e íntimo” por lo que no había necesidad de que nadie participara, no me gustaba que fueran a mis aniversarios, a la convivencia con los compañeros, en fin era un tema tabú, una forma absurda de seguir manteniéndome en la negación, de hecho me costaba trabajo ir a pasar el mensaje por temor a que alguien me reconociera.

No tenía nada de práctico lo que pensaba porque solamente alimentaba reservas de no tener la enfermedad de la adicción, porque con esta postura mental y de actitud no hacía unidad, y de esta forma era imposible que prestara un auténtico servicio.

Posteriormente me fui compenetrando y entonces me entró “la nube rosa” y quería predicar a los cuatro vientos que estaba en recuperación, quería llevar a media humanidad al grupo para que comenzara dentro del programa, quería dar todos los servicios posibles, quería agarrar a “programazos” a mi familia, en fin me sentí “iluminado”.

Ninguna de las dos posturas era correcta, si bien es cierto la de la “nube rosa” me parecía que me permitió ir aceptando mi pertenencia y me fue poniendo en disposición de realmente estudiar, analizar, practicar y vivir el programa de recuperación.

Comencé a retomar todo lo que había ido aprendiendo con el tiempo, todo lo que sí había hecho bien del programa y comprendí en su debida dimensión el hecho de que en mi cruz de sobriedad debía incluir todas las actividades de mi vida, de que era indispensable hacer del conocimiento de mi familia mi enfermedad y mi trabajo de recuperación, hacerla partícipe de mis actividades para poder dar servicio, entender que era necesario transmitir el mensaje al adicto que está pidiendo ayuda o cuando su familia lo solicita, en fin darle el inmenso valor y gracia que implica ser un enfermo de adicción en recuperación.

He comenzado a vivir mi recuperación de forma diferente, a entender que el que no vive para servir no sirve para vivir; que es importante trabajar con otro igual que yo, entender que es sumamente digno ser un enfermo de adicción en recuperación; agradecer a Dios la oportunidad de estar sobrio y comenzar a mejorar mi vida, en fin aprender a ser útil y feliz.

El grupo y la Comunidad me ayudan a contenerme y al ir practicando cada uno de los principios del Programa voy adquiriendo sobriedad y con la buena voluntad de trabajarlo y la mente abierta para aplicarlo con sinceridad y seriedad ir teniendo una sobriedad de buena calidad para mantener en equilibrio mis emociones positivas y negativas, de esta manera me he dado cuenta de que no existe un ellos, un tú ni un yo sino un nosotros.

Por la gracias de Dios, hoy es un día exitoso porque no he bebido más importante son veinticuatro horas satisfactorias porque mis emociones se encuentran en equilibrio, trascendente que sólo por hoy viva bien y practique mi espiritualidad con agradecimiento.
Hoy soy uno de “ellos” y me siento satisfecho de serlo, un gran avance pues dejé de ser “el hombre bueno lástima que sea borracho”, dejé de ser motivo de aflicción, sufrimiento y disturbio, dejé de ser un remedo de “hombre”. Hoy son un enfermo de adicción En Recuperación.

Felices 24 horas dentro de la Fraternidad.



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