Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

7 FEBRERO

«UN SENDERO HACIA LA FE»

La verdadera humildad y amplitud de mente pueden llevarnos a la fe, y cada reunión de A.A. es un seguro testimonio de que Dios nos devolverá el sano juicio, si nos relacionamos de la forma debida con Él.

— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 31

Como resultado de mi última borrachera acabé en el hospital totalmente destrozado. Fue entonces cuando pude ver mi pasado flotar ante mis ojos. Me di cuenta de que, a causa de la bebida, había vivido toda pesadilla que me pudiera haber imaginado. Mi propia obstinación y obsesión de beber me habían llevado a un abismo negro de alucinaciones, lagunas mentales y desesperación. Finalmente derrotado, pedí a Dios que me ayudara. Su presencia me convenció para que creyera. Se me quitó la obsesión de la bebida y, desde entonces, he sido librado de mi paranoia. Ya no tengo miedo. Ya sé que mi vida es sana y cuerda.

Del libro Reflexiones diarias
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Mi obsesión por querer “autoconocerme”, por considerar “autocontrolarme”, por creer “autorizarme”, por llevar mi bandera de “autoconfianza”, en fin por automáticamente olvidarme que soy un enfermo incurable, con un padecimiento progresivo y mortal, no tardó en demostrarme que había sido un verdadero iluso al pretender ganar una partida que estaba perdida desde la primera jugada en que creí tener la capacidad para sentarme a beber.

¡Hola!, buen fin de semana. El consumo, en mi caso personal, me había dado una buena paliza en el aspecto emocional, quizá no lo suficiente como para que me diera cuenta de lo grave de mi enfermedad, pues en lo físico no tenía ningún daño, en lo económico no tenía un problema, en mi relación de pareja lo veía como algo que ya había terminado y comenzaba otra, en fin no calibraba que había suficientes focos rojos para saber que sí había existido mucho daño emocional para otras personas y para mí mismo. Caminé un buen rato sin hacer contacto con este camino desastroso, y aunque tuve tiempo de remendar muchas cosas en el fondo mi impotencia y mi ingobernabilidad estaban esperándome. Entonces de plano mi enfermedad de la adicción me dio una golpiza emocional que fue totalmente catastrófica, demoledora, exterminadora y letal, lo que no me sucedió en la parte física, lo que coadyuvó a que me tardara más tiempo en ponerme “humildemente razonable”, y entonces por primera vez en toda mi vida descubrí de manera definitiva que soy impotente e ingobernable, total y absolutamente.

Mi obsesión por querer “autoconocerme”, por considerar “autocontrolarme”, por creer “autorizarme”, por llevar mi bandera de “autoconfianza”, en fin por automáticamente olvidarme que soy un enfermo incurable, con un padecimiento progresivo y mortal, no tardó en demostrarme que había sido un verdadero iluso al pretender ganar una partida que estaba perdida desde la primera jugada en que creí tener la capacidad para sentarme a beber.

Al comenzar a asistir a grupo no me quedaba claro cómo podría llegarme la fe, tuvo que pasar tiempo suficiente para entender que no era una cuestión de un estudio profundo, metafísico, teológico y/o filosófico sino se trata de una “fe práctica” que se muestra cada día en cada junta de AA, NA y/o grupo de Doce Pasos, yo lo he vivido. Invariablemente cuando dos o más nos reunimos para buscar conocer y hacer la Voluntad de Dios, y trabajar en nuestra recuperación espiritual, ahí puedo tocar la fe y “El Jefe” hace su aparición, se mezcla entre cada uno de nosotros y a través de cada uno de nosotros, para lo cual debo mantenerme alerta porque por medio de mis compañeros, en sus catarsis, en sus reflexiones, en la lectura de la literatura en las juntas de estudio, en los apadrinamientos, en sus compartimientos me hará llegar la sugerencia para mejorar mi día y mi vida.

La humildad de reconocer y aceptar que de cualquier compañero y de cualquier persona puedo recibir instrucción divina, es dejar al lado mi soberbia intelectual, mi orgullo social, mi arrogancia económica, en fin hacer a un lado mi petulancia y mi insolencia. No es fácil hacerlo porque en lo cotidiano y en la práctica “de la normalidad” lo que prevalece son los deseos y pasiones no sólo de los poderosos y de los amos económicos, sino el egoísmo de cada ser humano, como yo.

Mi enfermedad profunda encuentra eco y lugar en el diario vivir al interactuar con la gente que piensa que lo importante es proteger y asegurar mi instinto económico, mi instinto material, mi instinto sexual, mi instinto social, en fin lo mío y no lo de los demás; porque soy incapaz de voltear a ver al que está sufriendo, al que tiene problemas, al que necesita ayuda, consuelo y comprensión, porque soy un discapacitado emocional que no ha sabido amar y no ha aprendido a ser amado, por lo que ahora necesito recorrer un camino en “la escuela de la espiritualidad” e ir adquiriendo las herramientas, instrumentos y principios anímicos, psíquicos, mentales, místicos, íntimos e interiores que pueden guiarme a la finura, delicadez y sensibilidad correctas y necesarias para poder efectuar un cambio profundo de personalidad, adquirir un nuevo estado de conciencia y tener un despertar espiritual. Este pensamiento egoísta y egocéntrico es tan común y lo detecto porque yo lo tuve y de repente lo tengo.

La fe en el programa, como el principio incipiente del camino de un nuevo modo de vivir, es un regalo de Dios, y al observar el cambio de vida de mis compañeros me permite estar en la posibilidad de entrever un progreso espiritual.

He aprendido a relacionarme con cada uno de mis compañeros. Estoy en el intento de hacerlo con cada uno de mis semejantes, empezando por mi familia cercana. Procuro pedir, cada día, que pueda relacionarme adecuadamente con los demás; y fundamentalmente oro con agradecimiento porque el Poder Superior me ha permitido ver Su aparición en mi vida y estoy ejercitando conocer Su Voluntad y practicando para cumplirla.

Felices 24 horas de sano juicio.

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