El cambio
A medida que vamos perdiendo peso, nos vamos adaptando a un nuevo yo. Podemos percatarnos cómo va desapareciendo una parte del cuerpo que teníamos, lo cual puede causarnos temor. También es posible que a medida que cambia nuestra apariencia física, los demás reaccionen hacia nosotros en forma distinta. Los cambios físicos vienen acompañados por nuevas actitudes y expectativas. Aunque durante años hayamos intentado infructuosamente deshacernos de la grasa, es posible que ahora que lo estamos logrando sintamos miedo al cambio.
A menudo resulta atemorizante lo nuevo y desconocido. Tal vez hayamos usado la comida y el exceso de peso para escondernos de situaciones incómodas. Quizá hayamos pasado tanto tiempo comiendo que nos quedó muy poco para dedicarlo a cualquier otra cosa. Quizá esperábamos que nuestros problemas se desvanecieran junto con el exceso de peso. Ahora es imposible ocultarnos bajo la grasa y matar el tiempo comiendo, aunque es muy probable que nuestros problemas sigan ahí. ¿Qué hacemos?
Se necesita valor para cambiar, para convertirse en una persona nueva. Tal vez decidamos a los cuarenta años aprender a jugar tenis. Pero para eso también se necesita mucho valor. La realización de nuevas actividades, nuevas actitudes, los cambios en las relaciones con los demás, todo requiere de valor.
El cambio es atemorizante, pero es también una aventura. No estamos solos. Tenemos a CCA. Otros comedores compulsivos que han pasado por los mismos cambios aseguran que es cierto aquello de ir paso a paso.
Que no tenga miedo a cambiar

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