El hambre en la cabeza
Los que comemos en exceso estamos respondiendo a señales distorsionadas. Cuando elegimos alimentos que dañan a nuestro cuerpo en vez de ayudarlo, estamos comiendo en respuesta a alguna demanda irracional que tenemos en la cabeza, en vez de hacerlo en respuesta a una legítima hambre física. La obsesión mental por la comida es una ilusión, pero a ella nos aferramos con gran tenacidad. Cuando sentimos “hambre” necesitamos detenernos y evaluar la señal. ¿Proviene del estómago o de la cabeza? A menudo, es después de la comida cuando se nos antoja comer algo más. Esto se debe a que comimos tan aprisa que nuestro estómago aún no ha tenido tiempo de mandar la señal que indique que está satisfecho, o a que el hecho de comer ha despertado un apetito gigante, insaciable, que pide más. Con frecuencia es nuestra mente la que quiere más, aun cuando nuestro cuerpo ya ha tenido más que suficiente.
Las emociones, tales como miedo, ira y ansiedad, pueden disparar el “hambre en la cabeza”. Necesitamos percepción y comprensión de nosotros mismos para saber si el hambre surge del cuerpo o de la mente.
Que aprenda yo a responder a las legítimas necesidades de mi cuerpo.