Envidia
Cuando mi interior veía tu exterior, yo comía en exceso. La envidia de lo que los otros aparentaban ser y de las posesiones que tenían era el principal gatillo que disparaba la conducta de comer en forma compulsiva, ya que recurría a la comida para compensar una carencia aparente. Ninguna cantidad de comida puede satisfacer la envidia.
¿Por qué es que otra persona parece ser mucho más afortunada, talentosa o feliz que nosotros? Estamos dolorosamente conscientes de nuestras incapacidades y presos a envidiar a cualquiera que parezca “tenerlo todo”. Mirar a la imagen externa o a la máscara es engañoso; sin embargo, nos impide ver que detrás de ella hay un ser humano que también tiene problemas y dificultades, como nosotros.
Quiénes somos, cuál es nuestra situación y qué tenemos son regalos que Dios nos ha dado. Lo que hacemos de nosotros mismos es el regalo que le damos a Dios. Entre más busquemos hacer su voluntad, menos envidiaremos las capacidades y posesiones de nuestro vecino. La paz interior que recibimos a través de este programa nos llena de tal gratitud que cada vez hay menos lugar para la envidia.
Señor, aparta de mí la envidia.