Ignora el antojo
Los viejos hábitos calan hondo, y puede ser que experimentemos por largo tiempo nuestro viejo antojo por ese “pequeño” bocadito compulsivo. El antojo nos hará daño, y con el tiempo pasará si lo ignoramos. Si cedemos ante el antojo, éste no desparecerá, sino que se hará más fuerte. Darle gusto al antojo es como echarle gasolina al fuego.
Cuando experimentamos el antojo por algún alimento innecesario, es conveniente que dirijamos nuestra atención a alguna otra cosa. Si es posible, debemos apartarnos físicamente de la tentación. Si no es así, necesitaremos pedirle fortaleza a nuestro Poder Superior para permanecer en abstinencia y para ignorar las demandas de nuestro desproporcionado apetito. Dios nunca permite que seamos tentados más allá de la capacidad que tenemos para soportar la tentación. Él siempre está ahí para apoyarnos cuando recurrimos a Él para pedirle ayuda.
Que te escuche a Ti e ignore los antojos dañinos.