No te comas el primer bocado compulsivo
CCA nos enseña que si uno no se como ese primer bocado compulsivo, no comerá en exceso; pero es precisamente ese primer bocado extra el que nos mete en problemas. El primer bocado puede ser tan “inofensivo” como un trozo de lechuga, pero si se come entre comidas y no forma parte de nuestro plan diario, invariablemente nos llevará a otro bocado, a otro, y a otro más. Entonces habremos perdido el control; ya no habrá manera de parar.
Ese primer bocado compulsivo es el que rompe la abstinencia. Cuando lo comemos nos engañamos a nosotros mismos y volvemos a ser esclavos de nuestro apetito. Aunque lo racionalicemos y digamos que una pequeña desviación no hará ninguna diferencia, es como decir que alguien está “un poquito embarazada”.
A lo único que debemos renunciar es a ese primer bocado compulsivo. Luego, ya no tendremos que preocuparnos por el resto. Es sencillo. Una vez que hemos decido no comernos el primero, nuestro problema está resuelto. La abstinencia es un bote salvavidas en el que podremos mantenernos a flore siempre y cuando nos brinquemos por la borda al comer ese primer bocado compulsivo.
Gracias, Señor, por el don salvador de la abstinencia.