Sabias que…

El Grupo de la Estufa Barrigona

La chispa de la atracción

Después de toda una vida de beber en el pequeño pueblo de Raymond, Alberta ––no una tarea fácil porque es un pueblo “seco”–– Gordon L. logró la sobriedad el 15 de mayo del 2000. El único problema era que no había reuniones en Raymond. La más cercana era un grupo 12 y 12 en Letheridge, un pueblo a veinte millas de distancia.

Eso no detuvo a Gordon, carpintero y constructor local. “Hacía el viaje de ida y vuelta todos los sábados y martes para asistir a esa reunión”, dice. Incluso llegó a ser el RSG del grupo. Pero un miércoles por la noche de un día de noviembre de 2008, estaba sentado en su garaje enfrente de una estufa barrigona de más de 100 años ––una estufa que irradia tanto calor que calienta perfectamente el sitio, incluso cuando la temperatura está bajo cero–– y deseaba desesperadamente una reunión. Llamó a un ahijado que se presentó con “una taza de café y un poco de compañerismo”, como dice Gordon, y así con dos personas, empezó el Grupo de la Estufa Barrigona.

Ese grupo ofrece el ejemplo perfecto del principio de atracción, no promoción. “La reunión pasó de tener dos personas a veinte personas en tres semanas”, dice Gordon. Empezó con sus (en aquel momento) cinco ahijados, la mayoría de los cuales eran de pequeños pueblos vecinos. Estos hicieron correr la voz a otras personas de esos pueblecitos, quienes a su vez pasaron la información a más gente.

Gordon volvió a la reunión de Letheridge y puso una nota en su tablón de anuncios para informar que había una nueva reunión en Raymond y puso una foto de la estufa barrigona.
El grupo tiene ahora 32 miembros regulares, de edades comprendidas entre los veintitantos y los setenta y tantos. Se reúne los miércoles a las ocho de la tarde. Se enciende una hoguera en el jardín de atrás a las 6:30 y la gente empieza a llegar y se para frente al fuego para tomar café o chocolate caliente, y comer sopa, estofado, pan recién hecho por uno de los miembros, y otras comidas deliciosas. “La gente me suele decir, volveré la semana que viene, me gusta tu sopa”, dice Gordon. “Hay un mensaje en la sopa y el chocolate caliente”. Gordon ha construido una casita de árbol en el bosquecillo de abetos que hay en la parte de atrás de su casa.

Antes de las reuniones, a doce pies de altura, hace allí el trabajo de los Pasos con sus nueve ahijados. (La copa aplastada del árbol que atraviesa el suelo hace el papel de mesa para escribir las listas de inventario del Cuarto Paso.)

A las ocho suena una campana de hierro forjado y todos se dirigen hacia el garaje, donde se han colocado sillas plegables alrededor de la estufa barrigona. Se apagan las luces eléctricas y la única iluminación viene de un candelabro de 17 velas que cuelga de una polea y de la estufa misma. La reunión empieza con la lectura de un pasaje de Como lo ve Bill, y luego continúa con compartimientos de los presentes hasta las 9:00, aunque a menudo la gente se queda hablando varias horas después.

Tener una reunión así en tu propio jardín de atrás, una vez a la semana, todas las semanas, no es cosa pequeña, pero Gordon cita a Bill al responder: “La experiencia práctica demuestra que no hay nada que asegure tanto la inmunidad contra la bebida como el trabajo intensivo con otros alcohólicos”.

Se calcula que 3,500 han asistido a las reuniones del Grupo de la Estufa Barrigona desde aquella noche de noviembre de 2008. Tal vez lo que atrae a la gente es el formato poco corriente de la reunión ––o tal vez sea la sopa–– pero una vez que llegan, se suelen quedar.


“La gente sigue viniendo”, dice Gordon. “La chispa les despierta el interés”.

Box 459, Otoño 2013

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