Dar
No tengas miedo de dar.
Durante un rato, quizá necesitemos abstenernos de dar mientras aprendemos a discernir la diferencia entre dar sanamente y cuidar en exceso, lo cual nos deja sintiéndonos victimados y a los otros, resentidos.
Esto es temporal.
Para estar sanos, para hacer la parte que nos toca en esta forma espiritual de vida, para ser parte del infinito ciclo del universo, guiado por nuestro Creador, necesitamos dar y recibir. Ambas partes son importantes.
¿Qué es dar sanamente?
Es una conducta bien definida que cada uno de nosotros debe tratar de entender. Es dar de manera que nos sintamos bien y que no nos deje con la sensación de haber sido victimados.
Es dar de manera que tanto el que da como el que recibe queden con la estima en alto.
Es dar basándose en el deseo de hacer en vez de dar a partir de un sentimiento de culpa, de lástima, de vergüenza o de obligación.
Es dar sin condiciones. O es dar basándose en un trato limpio, directo.
Ya sea que se trate de dar nuestro tiempo, esfuerzo, energía, consuelo, cariño, dinero o de darnos nosotros mismos, es un dar que podemos permitirnos.
Dar es parte de la cadena del dar y recibir. Podemos aprender a dar sanamente; podemos aprender a dar con amor. Necesitamos mirar bien cómo damos, para asegurarnos de no cruzar la línea de lo que ya es cuidar excesivamente a los demás. Pero necesitamos aprender a dar de manera que nos funcione a nosotros y que le funcione a los demás.
“Hoy, Dios mío, guíame en mi forma de dar. Ayúdame a darles sanamente a los demás. Ayúdame a dar lo que sienta correcto, lo que sienta bien, lo que sienta limpio y lo que esté dentro de mi capacidad”.