Permitamos que nos consientan
Deja que te consientan y te amen. Deja que la gente te apoye. Deja que te abracen cuando eso te haría sentir bien. Deja que alguien te escuche, te apoye y te aliente cuando lo necesites. Recibe el consuelo de la presencia física de alguien cuando lo necesites. Deja que se te apoye emocionalmente y que se te cuide.
Durante demasiado tiempo hemos estado en el fondo, atendiendo las necesidades de los demás y afirmando que no tenemos necesidades propias. Hemos cerrado, durante demasiado tiempo, la parte nuestra que anhela que la consientan.
Es tiempo, ahora, de afirmar esas necesidades, de identificarlas y de comprender que merecemos que se satisfagan.
¿Cuáles son nuestras necesidades? ¿Qué nos haría sentir bien? ¿De qué maneras nos gustaría que los demás nos consintieran y nos apoyaran? Entre más claros podamos ser acerca de nuestras necesidades, mayor la posibilidad de que se satisfagan. Abrazos. Un oído que escucha. Apoyo. Aliento. La presencia emocional y física de gente que se interesa por nosotros. ¿No suena bien eso? ¿No suena tentador?
Una vez alguien me dijo: “Los ochenta han sido una década de “yo”. Ahora, tal vez los noventa puedan ser una década de “tu”.
Mi respuesta fue inmediata. “Que los noventa sean una década de “tú” y “yo”.
No importa cuánto tiempo llevemos en recuperación, nunca sobrepasaremos nuestra necesidad de que nos consientan y nos amen.
“Hoy estaré abierto a reconocer mi necesidad de que me consientan. También estaré abierto a las necesidades de los que me rodean. Puedo empezar a adoptar una actitud de consentimiento, de amor hacía mí mismo y a asumir la responsabilidad de mis necesidades en las relaciones”.

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