Deja ir la candidez
Podemos ser gente amorosa, confiada y, aun así, no permitir que se nos use o se abuse de nosotros. No tenemos por qué dejar que la gente nos haga lo que le venga en gana. ¡No todas las peticiones son legítimas! ¡No todas las peticiones requieren un sí!
La vida podrá probarnos. La gente podrá buscar nuestros puntos flacos. Nosotros podremos ver un común denominador en los límites que están siendo probados en nuestra vida. Si tenemos un punto débil en un área, podemos descubrir que somos probados repetidamente en esa área por familiares, amigos, compañeros de trabajo y vecinos. La vida, la gente, nuestro Poder Superior y el universo pueden estar tratando de enseñarnos algo específico.
Cuando aprendamos esa lección, encontraremos que disminuyen los problemas en esa área. Se ha fijado el límite, se ha adueñado uno del poder. Por ahora se ha aprendido la lección. Quizá necesitemos estar enojados durante un rato con gente que ha presionado nuestra tolerancia más allá de los límites. Eso está bien. Pronto podremos dejar ir la ira y cambiarla por gratitud. Esta gente ha estado allí para ayudarnos a aprender acerca de lo que no queremos, de lo que no toleraremos, y cómo adueñarnos de nuestro poder. Le podemos agradecer lo que hemos aprendido.
¿Cuánto estamos dispuestos a tolerar? ¿Qué lejos dejaremos llegar a los demás con nosotros? ¿Cuánto menospreciaremos nuestra ira y nuestra intuición? ¿Dónde están nuestros límites? ¿Tenemos algún límite? Si no es así, estamos en problemas.
Hay tiempos de no confiar en los demás, sino confiar en nosotros mismos y fijar límites a quienes nos rodean.
“Hoy estaré abierto a una nueva conciencia acerca de las áreas en las cuales necesito límites más sanos. Abandonaré mi ingenua suposición de que la otra persona siempre tiene la razón. Cambiaré ese punto de vista por el de confiar en mí mismo, escucharme a mí mismo y el de tener y fijar límites sanos”.

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