CULPAR A LOS DEMAS. HABITO NEGATIVO

NO ACHAQUES A LOS DEMÁS TUS PROPIOS ERRORESEl hombre empezó a sospechar que su esposa Anita se estaba quedando sorda y, un día, decidió comprobarlo. Entró en silencio en la sala, sin que ella lo viera y se escondió. Ella estaba plácidamente sentada en el mueble pegando unos botones a una camisa.-¡Anita! –dijo-, ¿puedes oirme? No hubo respuesta. Entonces, avanzó hasta quedarse a escasos metros de ella.-¡Anita! –repitió-, ¿puedes oirme? Tampoco ahora hubo respuesta. El hombre se acercó todavía más a ella y volvió a preguntar una vez más: -Y ahora, ¿puedes oirme? -Sí, querido –respondió Anita amablemente-, no entiendo por qué me lo preguntas tantas veces, si te he dicho ya tres veces que sí.
Con frecuencia, proyectamos en los demás nuestros propios errores y lesachacamos nuestros fallos y defectos. Los prejuicios y miedos no nos dejan ver alas personas como son en realidad, sino que las vemos como somos nosotros.Como posiblemente somos mezquinos y pequeños pensamos que todos losdemás también lo son y esperamos que actúen como actuaríamos nosotros. “Creeel ladrón que todos son de su condición”, dice el viejo refrán y con frecuenciaexcusamos nuestro actuar en la supuesta actuación de los demás. Decimos queno somos puntuales, responsables, honestos…, porque los demás no lo son, yestamos proyectando en los otros y tratando de excusar nuestra propiairresponsabilidad. Si quieres conocer a tus alumnos, ponte en sus zapatos,esfuérzate por mirar su mundo, sus problemas, su actuación, con sus ojos, no conlos tuyos que están cargados de malicia:
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Es muy conocida la historia japonesa de aquellos dos monjes, Tanzan y Ekido, a quienes, cuando regresaban a su monasterio, les agarró una lluvia torrencial. Al cabo de un rato, vieron que una mujer joven, vestida con un precioso kimono de seda, vacilaba en cruzar un pequeño torrente que bajaba de la montaña y había inundado por completo el camino. Tanzán acudió en su ayuda,la cargó en sus brazos, atravesó la corriente y la dejó sana y salva al otro lado del camino . Ekido permaneció en silencio, visiblemente molesto, durante todo el resto del camino. Por fin, cuando ya llegaban a la puerta del monasterio, Ekido soltó con ira toda su queja:
-Se supone que los monjes no deben tocar a las mujeres, mucho más si son bellas y jóvenes como la que tú cargaste sobre el agua. No sé cómo pudiste cometer una falta tan grave…Su queja y sus palabras sorprendieron a Tanzan que se había olvidado por completo del incidente. Miró fíjamente a los ojos de Ekido y le dijo: -Mira, yo dejé a la mujer allá al otro lado del camino cubierto por el agua.Pero parece que tú todavía la sigues cargando
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