Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

1 AGOSTO

«VIVIRLA»

La vida espiritual no es una teoría. Tenemos que practicarla.

— ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 83

Cuando era nuevo en el programa, yo no podía comprender eso de vivir el aspecto espiritual del programa, pero ahora que estoy sobrio, no puedo comprender vivir sin ese aspecto. La espiritualidad era lo que yo había estado buscando. Dios, como yo lo concibo, me ha dado las respuestas a los “porqués” que me hicieron beber por veinte años. Viviendo una vida espiritual y pidiendo ayuda a Dios he aprendido a amar, a cuidar y sentir compasión por mis semejantes y sentir alegría en un mundo, donde antes, sentía solamente temor.

Del libro Reflexiones diarias
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Al recordar todas las “linduras” de la enfermedad de la adicción, la cual no tiene cura y siempre continua progresando, me enfrento, con la poca conciencia adquirida, a la raíz de mi enfermedad de las emociones negativas y entonces con la humildad de irme auto-conociendo en mis limitaciones, fortalezas y debilidades, puedo comenzar a tener una vida espiritual que me otorgue la posibilidad de suspender diariamente mi obsesión por consumir y que me proporcione las sugerencias para iniciar una forma de ser y actuar que vaya reduciendo mi egoísmo para dar cabida a la generosidad de poder vivir con honestidad, tolerancia, auténtico amor a Dios y a mis semejantes.

En el Libro Grande, Capítulo VI, “En Acción”, transmite la siguiente experiencia, que una y otra vez en mí y en mis compañeros he podido ver que es una realidad total: “La vida espiritual no es una teoría. Es necesario que la vivamos. A menos que los nuestros no nos manifiesten su deseo, no deberemos apurarlos a vivir según los principios espirituales. Y no deberemos tampoco hablar continuamente con ellos al respecto. Cambiarán con el tiempo, ya lo veremos. Nuestro comportamiento los convencerá más fácilmente que los discursos.”

Cuando comencé a saber del Programa de recuperación me imbuí fácilmente en una especie de “sentimiento espiritualoide” porque en realidad ni entendía bien que era la espiritualidad y estaba muy lejano de siquiera comenzar a practicarla, lo único que tenía claro era que soy impotente ante la sustancia y por tanto no puedo tomar la primera copa, ni la primera dosis, ni incurrir en el primer acto de conducta desviada repetitivo al que esté inclinado desmesuradamente.

Entonces comencé a utilizar las palabras del argot de la recuperación y a querer aplicárselas a todos los que me rodean, señalando que su principal motivo para realizar todas sus cosas era el egoísmo, que determinada conducta era soberbia, que les faltaba humildad, que no estaban siendo honestos conmigo, que les faltaba tolerancia entre ellos, con los demás y por supuesto conmigo, que no tenían fe para dejar que Dios fuera quien se hiciera cargo de los resultados, que no se ponían en acción, que deberían practicar los Doce Pasos, y así una serie de cosas que con toda seguridad suenan disparatadas e ininteligibles para quien no conoce el Programa y mucho menos tiene idea de cómo se practica; además de que incurro en el error de seguir culpando a otros y de ser muy egoísta por querer imponer “mis ideas” a los demás.

En realidad cuando me voy dando cuenta que el sencillo juego de herramientas espirituales que me regalan los Doce Pasos y el Programa de recuperación en general se trata de actuar correctamente, de hacer un intento sincero y con autenticidad de ser un buen ser humano, de darle paso a la comprensión, al consuelo, a la consideración, al perdón, a la armonía, a la verdad, a la fe, a la alegría y en fin a la luz que muestra por donde y cuando debo dar cada los Pasos para cambiar mi forma de ser, mi forma de pensar, mi forma de actuar y adquirir una nueva conciencia resultado del cambio de mi personalidad; es entonces cuando me doy cuenta de que los principios espirituales o valore morales positivos no son ideales abstractos, no son enseñanzas morales, éticas o teológicas, tampoco se trata de esoterismo sino que son simples formas de actuar para una mejor convivencia conmigo mismo y con los demás, que deben actualizarse y mostrarse en mis conductas diarias, en mis pensamientos, en mis reacciones y que se hagan patentes en mi forma de vivir, por periodos de veinticuatro horas, de tal manera que se vayan convirtiendo en una disciplina con aceptación y responsabilidad para poder dar a los demás y darle mi propio espíritu una nueva dimensión para renacer en esta vida exterior y en mi vida interior.

La vida espiritual comienza, un día a la vez, por dejarle a Dios que me retire la obsesión por consumir, para perder también la obsesión de continuar con un estilo de vida al que me he habituado y que se caracterizó por mis conductas peligrosas, exigencias de satisfacción sexual, consumo de alcohol y sustancias, de lo que no podía prescindir por mi dependencia química, psicológica y emocional. Mi vida se caracterizó por sucesos e incidentes crónicos, incesantes, persistentes e invariables de total falta de control en mi consumo que me llevaron siempre al abuso de la sustancia, de mi persona y de los demás, aún y cuando había consecuencias hostiles, desfavorables adversas, fatales e irremediables, con total distorsión de mi pensamiento, sentimiento, regido siempre por mi negación.

Al recordar todas estas “linduras” de mi enfermedad de la adicción, la cual no tiene cura y siempre continua progresando, me enfrento, con la poca conciencia adquirida, a la raíz de mi enfermedad de las emociones negativas y entonces con la humildad de irme auto-conociendo en mis limitaciones, fortalezas y debilidades, puedo comenzar a tener una vida espiritual que me otorgue la posibilidad de suspender diariamente mi obsesión por consumir y que me proporcione las sugerencias para iniciar una forma de ser y actuar que vaya reduciendo mi egoísmo para dar cabida a la generosidad de poder vivir con honestidad, tolerancia, auténtico amor a Dios y a mis semejantes.

Es claro que no se trata de una teoría, ni de máximas o frases de auto-motivación, de superación personal y de una euforia momentánea o “nube rosa”, sino de vivir, sólo por hoy, de una manera altruista, considerada, tolerante, humilde y amorosa.

La palabras jalan pero el ejemplo arrastra, por eso tengo que vivir conforme a lo que me sugiere el Programa si realmente quiero transmitir por atracción los principios espirituales de los Doce Pasos y de esta manera hacer atractivo esta nueva forma de existencia para mi esposa, mis hijos, las personas que me rodea, y ante todo para el enfermo de adicción que está sufriendo.

De pronto cuando me pregunto ¿por qué mi madre, mis hermanos, mi esposa y/o mis hijos dudan de mi recuperación?, recuerdo lo que dice el Libro Azul y encuentro la respuesta: “Debemos meternos en la cabeza que vivir con quien ha sido alcohólico por veinte o treinta años hace dudar a todos.”

Gracias a Dios, hoy lo leo y en lugar de auto-conmiserarme me pongo en acción y agradezco la oportunidad de cambiar y auto-dignificarme, con la gracia de Dios.

Felices 24 horas de vida espiritual.

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