Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
11 ABRIL
«UNA PALABRA PARA ELIMINAR»
A muchos de nosotros nos costaba mucho tiempo ver lo engañados que estábamos por nuestras volubles emociones. Podíamos verlas rápidamente en otras personas, pero tardábamos mucho en verlas en nosotros mismos. Ante todo, era necesario admitir que teníamos muchos de estos defectos, aunque el hacerlo nos causara mucho dolor y humillación. En lo que respecta a otra gente, teníamos que eliminar la palabra “culpa” de nuestro vocabulario y de nuestros pensamientos.
— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 44
Cuando yo di mi Cuarto Paso, siguiendo lo sugerido por el Libro Grande, noté que mi lista de quejas estaba llena de mis prejuicios y de echar la culpa a otros por no haber podido triunfar y no aprovechar plenamente mis talentos.
También descubrí que me sentía diferente porque era negro.
Según seguía trabajando en el Paso, me di cuenta de que siempre había bebido para deshacerme de esos sentimientos. Sólo cuando logré mi sobriedad y trabajé en mi inventario, pude dejar de echar la culpa a otras personas.
Del libro Reflexiones diarias
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Me parecía “normal” que mis mecanismos de defensa me llevaran a evitar los efectos y consecuencias de mis actos porque “es natural que intente tener el menor daño y sufrimiento en mi persona”, aún a costa de que “culpen” a otro, que se ponga en duda su reputación, su integridad, su honradez.
Recuerdo que desde niño, aún en cosas triviales, me costaba mucho trabajo asumir mi responsabilidad, eso que comúnmente escuchaba como pregunta ¿quién tiene la culpa?, ¿fue tu culpa?, ¿quién fue el culpable?, pues inmediatamente mi mecanismo de defensa me hace buscar que “otro sea el culpable”, que “otro tenga la culpa”, ” que “otro cargue con el problema”, y lo justificaba porque tenía miedo de las consecuencias, de un regaño, de una paliza y/o de un castigo.
El concepto de ser responsable lo ligaba estrictamente con mi quehacer académico, asistir a clases, cumplir mis tareas, estudiar, pasar mis exámenes, en fin ser un excelente alumno; y aún con esa posición que da privilegios con maestros, la escuela e incluso con algunos compañeros, cualquier situación que fuera comprometida y en la que yo hubiera participado buscaba que fuera “la culpa de otro”, zafarme de la situación, incluso aprovecharme de que pensarían que podía cometer la falta cualquiera menos yo. Lo mismo hice con la situación profesional y laboral, pues ahí cumplía con todo rigor, porque eso era la responsabilidad, que se contraponía con la irresponsabilidad de la actividad que daba al traste con todo lo logrado y construido, según yo, con responsabilidad.
Me parecía “normal” que mis mecanismos de defensa me llevaran a evitar los efectos y consecuencias de mis actos porque “es natural que intente tener el menor daño y sufrimiento en mi persona”, aún a costa de que “culpen” a otro, que se ponga en duda su reputación, su integridad, su honradez.
Al irme adentrando en el Programa, y sobre todo al estudiar el Capítulo V del Libro Grande y el Cuarto Paso, tuve que enfrentarme a mi realidad de no querer aceptar y reconocer mis propios actos, las consecuencias de los mismos, el daño causado, la deshonestidad ejercida, la falta de consideración con los demás, incluso tuve que hacerle cara a mis sentimientos de culpa que me llevaban a beber porque no podía con ellos, tejiéndose este círculo vicioso y muy enfermo de mi adicción y sobre todo de mi ingobernabilidad.
Cuando comienzo a practicar con autenticidad el Programa voy descubriendo que en la actividad cuando desconocía mi enfermedad “no era culpable” pero sí era responsable de mis actos; muy responsable de no hacer algo por mi adicción; así mismo he eliminado “la culpabilidad” de los errores cometidos al ya conocer de que trata mi enfermedad de la adicción para asumir con sinceridad la responsabilidad de mis malas decisiones que favorecieron que ganara la impotencia, y al hacerme responsable veo que hay una solución y pongo acción para vivirla, por un día a la vez.
Elimino la palabra y el sentimiento de “culpa” porque no me sirve, no me aporta y solamente favorece un sentimiento de incomodidad, de frustración, de depresión, de auto conmiseración, de enojo, hasta de desesperación y esto no me ayuda en nada, pues a diferencia que hacerme responsable implica responder por mis actos a quien me interpele con derecho o aún cuando nadie me exija cuentas porque lo importante es estar bien conmigo y hacer la Voluntad de Dios.
La culpa es un sentimiento, incluso un apego de mucho sufrimiento que a veces nace de los actos realizados pero que, en mi experiencia, surge principalmente de la creencia o sensación de haber traspasado mis normas éticas, morales y sociales, sobre todo y muy especialmente si he perjudicado a alguien. Y digo que nace de esta creencia porque muchas veces la culpa viene de cosas que no hice, que desconozco y/o que imagino; y recuerdo que en las crudas era fácil sentir culpa sin siquiera saber por qué, con el simple hecho de imaginar, por eso no quería hablar con nadie, tenía miedo de abrir los ojos, y de ese temor paso a fingirlo transformado en ira o siendo servil. Finjo tanto que me decía “no pasa nada”.
La culpa en mí es una sensación desagradable de incomodidad que, si me descuido, rige tanto en mi vida, que en ocasiones cuando alguien me pide algo que no quiero hacer (aún cuando está debida y correctamente sustentado) por mi inseguridad dudo en negarme porque temo experimentar culpa; y lo malo es que muchas veces creyendo dar un servicio y actuando en favor de alguien, actúo en contra mía y me siento culpable y enojado conmigo mismo.
La culpa es fácil que me haga sentir la necesidad de mantenerme en determinada situación (adicción activa, conductas negativas, pensamientos obsesivos); y cuando experimento esto en el camino de la recuperación traigo a mi mente uno de los axiomas que a diario veo en el grupo. “Vive y Deja Vivir”, pues el permitirle a otra persona vivir su vida, a la vez me permite a mí vivir la mía; y lo mismo busco aplicar conmigo mismo para vivir mi vida en recuperación y no la que mi mente, emociones e intuiciones negativas pretenden para mí.
Pensaba que el Cuarto Paso no tenía caso pues implicaba recordar los errores del pasado y que ya había cumplido su utilidad al aprender de ellos y hacer mi Primer Paso, pues consideraba auto lacerante aumentar el sentimiento de culpa a través de hacer un inventario de toda mi inmoralidad, mi falta de responsabilidad, mi frustración, mi deshonestidad, mi desconsideración, mi depresión, mi conducta sexual, en fin toda mi actividad contra la Voluntad de Dios, además de que esto requeriría un gran derroche de energía que sería mucho mejor utilizar para algo más positivo.
Cuando reflexioné me di cuenta que precisamente la forma de darle la vuelta era enfrentándome responsablemente a mi auto conocimiento, para ver cómo soy (que es lo que no quiero ver y por eso huyo del Cuarto Paso); y que la manera más positiva de emplear esta energía es hacer mi inventario moral con valor para el propósito de mi propio beneficio porque al irme conociendo y reconociendo podré estar en aptitud de que Dios elimine mis defectos de carácter y pueda yo dirigir mi buena voluntad a ejercer las cualidades y fortalezas que ayuden a refrenar los mismos.
Sólo por hoy, procuro eliminar la palabra “culpa” de mi vida, que me lleva a pensar en la volubilidad de mis emociones, y sobre todo practicar los Doce Pasos para no sentirla, puesto que no me ayuda, ni me es útil y si abona a mi ego en la parte de la desproporcionada apreciación de mi mismo en forma de auto conmiseración.
No soy culpable, soy responsable y por eso en estas veinticuatro horas elijo el compromiso de buscar y hacer la voluntad de mi Poder Superior.
Felices 24 horas eliminando la culpa.