Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
11 JULIO
«UN MOMENTO CRUCIAL»
Llegamos a un punto decisivo en nuestras vidas cuando nos pusimos a conseguir la humildad como algo que realmente queríamos, y no como algo que debíamos tener.
— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 72-73
La manera de vivir de A.A. se convierte en vida de alegría o regreso a la obscuridad y a la desesperación del alcoholismo. La alegría me llega cuando mi actitud concerniente a Dios y a la humildad se torna en actitud de deseo y no de carga. La obscuridad de mi vida se convierte en luz resplandeciente cuando llego a darme cuenta de que ser honesto y sincero al hacer mi inventario, tiene como resultado una vida llena de serenidad, libertad y alegría. Se profundiza la confianza en mi Poder Superior y un baño de gratitud cae sobre todo mi ser. Estoy convencido de que ser humilde es ser sincero y honesto respecto a mí mismo y a Dios. Entonces la humildad es algo que “realmente deseo”, y no “algo que debo tener”.
Del libro Reflexiones diarias
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Hay una diferencia entre ser humilde y ser humillado, porque en la humildad no se trata de perder la autoestima, sobajarse ni dar cabida al servilismo, así como tampoco a ser agredido, ofendido y pisoteado soportando humillación de los demás; ya que se trata de tener una clara concepción de mí mismo que me permita equilibrar mis defectos y mis cualidades, mis debilidades y mis fortalezas, mis logros y mis derrotas, mis aciertos y mis errores.
El Séptimo Paso es muy insistente en mostrarme la necesidad de que adquiera humildad y por eso dice tan enfáticamente: “Fue determinante aquel momento de nuestras vidas cuando empezamos a procurar humildad, no como una obligación, sino como algo que realmente deseábamos conservar. En ese momento empezamos a darnos cuenta de todo lo que encierra el Séptimo Paso: “Humildemente le pedimos a Dios que nos librara de nuestros defectos”.
La nobleza y magnitud de la humildad se hace presente y me invita a entender que hay una diferencia entre ser humilde y ser humillado, porque en la humildad no se trata de perder la autoestima, sobajarse ni dar cabida al servilismo, así como tampoco a ser agredido, ofendido y pisoteado soportando humillación de los demás; ya que se trata de tener una clara concepción de mí mismo que me permita equilibrar mis defectos y mis cualidades, mis debilidades y mis fortalezas, mis logros y mis derrotas, mis aciertos y mis errores. La humillación, en principio para mí, es negativa, cuando implica rebajamiento, menosprecio, injustica y desprecio por el otro.
En mi caso personal considero que la humildad es una condición y una vinculación; es una situación y es una relación, no con las cosas, sino con las personas: en esencia con mis semejantes y con Dios. Y en este sentido debo recordar que todo lo que tengo y todo lo que soy es algo que me ha otorgado Dios y que además he recibido dones directos de Él, así como su gracia para estar sobrio, limpio y en mejora emocional; sin embargo también debo aceptar mi situación existencial, de que, en cierta manera he dependido y dependo continuamente de los otros, desde que nací hasta que muera. Aunque mi dependencia sana de modo directo y radical es en relación con Dios, y en modo directo o indirecto con los demás, empezando por mis compañeros y mi grupo con referencia al compartimiento de experiencia, fortaleza y esperanza. La vida que vivo, la cultura que tengo, la ropa que llevo, la casa que habito, el agua que bebo, la computadora en que escribo, y tantas cosas más me han venido por medio de otros seres humanos, aunque yo también haya colaborado desde mi persona para asumir esos valores en mi personalidad.
Con acierto, santa Teresa de Jesús decía que «la humildad es la verdad». Es como un balance económico, una radiografía, una analítica que no me deja auto-engañarme sobre el estado de mi economía o de mi salud. Tengo definida edad, estatura, determinadas posibilidades – pocas – y comprobadas limitaciones – muchas más-. La misma etimología me indica mi condición, ya que humildad viene de “humus” (barro, tierra), y recuerdo, conforme a mis confesión religiosa, que el símbolo de la creación del hombre es el polvo de la tierra, por lo que recuerdo esa frase “polvo eres y en polvo te convertirás”. Vengo de la tierra, vivo en la tierra y vuelvo a la tierra.
La humildad es una virtud que también tiene una gran importancia en mi interacción familiar, profesional y social pues me ayuda a facilitarme la convivencia con los demás. Mientras que la soberbia me induce a pretender ser en todo el número uno y el más importante, suscitando y estimulando la envidia y la discordia, la humildad me ayuda a saber mis límites, aceptando y aprendiendo a reconocer las fortalezas y valías de los demás, y si logro ejercer este acto de humildad tengo una oportunidad de suprimir los obstáculos que pudieran impedir mi relación con los demás, mi amistad, mi colaboración y mi compañerismo. Algo que sé es que no hay ningún hombre que en el campo del conocimiento que sepa todo, ni posea todo el bien, que tenga todo el equilibrio emocional. Como tampoco hay nadie que no tenga algo de verdad o de bien, ni la persona más inculta ni el criminal más depravado.
En mi caso, yo necesito de todos, seguramente en diferente proporción que los otros y en diversas circunstancias, por lo que honestamente tengo que reconocer la complementariedad que me dan mis compañeros, mi padrino y los demás, para ir progresando espiritualmente. Si tengo diez compañeros sentados en el grupo, sé que hay diez percepciones distintas; las diez reales y auténticas, las diez verdaderas, mas todas complementarias entre sí, lo cual me ayuda a tener un avance en el accionar de los Pasos y en la práctica del Programa. La maravilla de la Comunidad de la recuperación, es que he aprendido a dejar de discutir para imponer mi percepción, mi opinión como s fuera el único válido y verdadero.
La soberbia me impide y me dificulta el servicio, la unidad, la comprensión, la cooperación, el apoyo, el compañerismo y la amistad, porque me incita a utilizar a los otros como objetos para lograr mis fines egoístas, para buscar escalar social, profesional, grupal y familiarmente, me inclina a la intriga, a la crítica destructiva, a la hipocresía, a la difamación y a la mentira.
Mi soberbia siempre tiene a sus inseparables cómplices que son la ambición y la envidia que son origen de muy constantes enemistades, discordias, injurias, tristezas, pleitos y divisiones entre los seres humanos como individuos, parejas, familias y grupos. En contraposición la humildad me permite facilitar el consuelo, la comprensión, la colaboración, el perdón, la armonía, la solidaridad, la alegría, la paz y la amistad con mi esposa, mis hijos, mi madre, mis hermanos, mi familia, mis compañeros, mis amigos, mi grupo, en fin con los demás.
He ido llegando a la convicción de que primero por la imperiosa necesidad de dejar de beber encontré un Poder Superior, y por amor decidí poner mi voluntad y mi vida al cuidado de Dios con la intención de hacer Su Voluntad en todos los asuntos de mi vida.
Así, los Doce Pasos que camino me llevan hacia lo más hondo y profundo de mi humildad humana y paradójicamente desde el fondo de mis miserias como alcohólico y/o adicto en la actividad me levanta a la altura de la gloria y gracia divina de la recuperación.
Felices 24 horas deseando humildad.