Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

13 ABRIL

«EL FALSO CONSUELO DE LA AUTOCONMISERACIÓN»

La autoconmiseración es uno de los defectos más infelices y que más nos carcomen que conozcamos. Es un obstáculo para todo progreso espiritual y puede cortar toda efectiva comunicación con nuestros compañeros, debido a su reclamación exagerada de atención y simpatía. Es una forma sensiblera del martirio que difícilmente nos podemos permitir.

— COMO LO VE BILL, p. 238

El falso consuelo de la autoconmiseración me saca de la realidad sólo momentáneamente y después exige, como una droga, que yo tome dosis cada vez mayores. Si yo sucumbo a esto, me puede llevar a una recaída en la bebida. ¿Qué puedo hacer? Un antídoto eficaz es poner mi atención, aunque sea muy ligeramente al principio, en otros que son verdaderamente menos afortunados que yo y preferiblemente en otros alcohólicos. Mi propio sufrimiento exagerado disminuirá en el mismo grado en que demuestre activamente mi simpatía con ellos.

Del libro Reflexiones diarias
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Si con la misma persistencia, insistencia, fuerza y continuidad pusiera mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios mi Tercer Paso sería fervientemente súper firme; sin embargo cuánto trabajo me cuesta pedirle a mi Poder Superior que maneje mi vida; que me diga que hacer, en fin que sea quien tripule mi vida.

Mi auto-conmiseración es mi postura y modo pesimista y una disposición persistente de desgracia, desdicha, adversidad, infortunio e infelicidad, porque tengo una una intensa y continua concentración en mí mismo y en todo lo que sucede a mi alrededor, considerándome que siempre soy el siendo siempre el actor de la tragedia más grande sin tomar en cuenta, con total desconsideración, los asuntos, problemas y tribulaciones de mis seres cercanos, de quienes me rodean, en fin de los demás.

Yo al principio pensaba que la auto-conmiseración era natural porque mis problemas eran reales, lo que no veía es que nada salía como yo quería y lo enfocaba exclusivamente a mi egoísmo pero no sabía cómo ubicarla en mi inventario moral, y me di cuenta que en realidad la raíz de mi auto-conmiseración es el miedo, porque me castigo, porque me impongo aflicciones y padecimientos, porque siento pena de mí mismo y no soy capaz de reconocer, ni de aceptar que merezco algo bueno incluso mejor; y hace que salgan a flote muchas de mis carencias internas, aunque por mi enfermedad de la adicción tengo que admitir que me auto-saboteo porque me da miedo que las cosas buenas y aún las mejores sucedan en mi vida.
La auto-conmiseración es una inmensa dificultad y oposición para mi despertar espiritual y con mayor razón para intentar cualquier progreso de mi espíritu, me corta la auténtica comunicación con mis compañeros, con mi padrino, con mi esposa, mis hijos, mis familiares y con los demás, porque siempre estoy reclamando mayor atención, cariño, afecto, simpatía, y es una forma en que me hago daño y me torturo a un grado tal que es algo, como la ira, que no puedo permitirme y que debo poner en manos de mi Poder Superior para que me la elimine.

Una parte fundamental de mi auto-conmiseración es culpar a otros, no asumir mi responsabilidad, y siempre ver los defectos de los demás (es más fácil hacer el Cuarto Paso de otro), y con base en esta forma rastrera de sentirme vil e indigno, traicionado, vejado, ofendido en cualquier sentido busco encontrar “la justificación” de mi adicción, de esa necesidad de auto-lastimarme, de tener sexo descontrolado, manejar el coche de manera peligrosa y expuesta; ser violento con otros (cuando me siento más fuerte y abuso); ser servil y temeroso con otros (cuando me siento débil y quiero complacer); dejar de cumplir con mis obligaciones; abandonar el trabajo; tratar mal a los que están cerca de mí, ser infiel, y una serie de chuladas como éstas.

El lamentarme constantemente de mi vida hace que me vaya haciendo uno con “mis problemas”, les doy mayor fuerza y hago que surja más conmiseración, entro en un círculo vicioso que no tiene fin y que cada vez me lleva a una mayor ansiedad, angustia y desesperación.

Hoy sé, que esta auto-conmiseración es fruto del padre de todos mi defectos, el egoísmo, que buscando atraer la atención y la suma preocupación de mi esposa, hijos y todos los que me rodean va tomando una dimensión que me sobrepasa. Además comienzo a ser rechazado por los demás pues los canso con mi cantaleta “todo me pasa sólo a mí”; “pobre de mí”, “me rebasan las circunstancias”, “no puedo con esto”, “soy una víctima”; incluso “me va hacer recaer” y este tipo de juegos que van resultando en mi contra, y en adición no observo que al decir, pensar y sentir así es “fácil que se me cumpla”.

En el fondo no quiero hacerme cargo de mi propia vida, que es a lo que me invita el Programa de recuperación, buscando que otros “me ayuden con mi vida”, “que la manejen por mí”, “que me digan que hacer”, “que hagan las cosas por mí”, y al mismo tiempo nace en mí la deshonestidad de acusarlos de que “me manipulan”, de que “quieren manejar mi vida”, cuando en la realidad fui yo quien les otorgó este poder, quizá hasta internamente supliqué porque sucediera de esa forma.

Si con la misma persistencia, insistencia, fuerza y continuidad pusiera mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios mi Tercer Paso sería fervientemente súper firme; sin embargo cuánto trabajo me cuesta pedirle a mi Poder Superior que maneje mi vida; que me diga que hacer, en fin que sea quien tripule mi vida.

He escuchado muchas veces en los grupos: “el dolor es necesario, el sufrimiento es opcional”, y la auto-conmiseración es un ejemplo muy claro de cómo puedo yo optar por sufrir o por tener una actitud de cambio para tener una nueva consciencia que me ayude a vivir de una manera correcta, útil y feliz, pues la auto-conmiseración se consume mi alegría de vivir y entonces se cumplo lo que pido “soy el más infeliz”.

Cuando veo todo mal y con un panorama negro tengo que reconocer que mis pensamientos y emociones negativos han paralizado mi fe (comienzo a discutir) y entonces hay una gran deficiencia en la entrega de hacer la Voluntad de mi Poder Superior, le doy cabida a la frustración, a los resentimientos y a mis temores; además invariablemente implica que estoy dependiendo de otra u otras personas, y bien dice el Libro Grande, que de alguna forma, en algún momento siempre me fallarán.

Sólo por hoy, en mi inventario diario, en mi actuar le pido a Dios me elimine el defecto de la auto-conmiseración y por el contrario agradezca a Dios, aún en medio de la problemática de lo cotidiano y de lo adverso, aceptando dar cada uno de los Pasos en medio de las vicisitudes de la vida hasta que llegue al Camino Feliz.

Felices 24 horas sin auto-conmiseración.

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