Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

17 FEBRERO

«EL AMOR EN SUS OJOS»

Algunos de nosotros no queremos creer en Dios, otros no podemos creer, y hay otros que, aunque creen en Dios, no confían en que Él haga este milagro.

— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 23

Los cambios que yo veía en la gente nueva que llegaba a la Comunidad eran lo que me ayudaba a perder mis temores y transformar mi actitud negativa en positiva. Podía ver el amor en sus ojos y estaba impresionado por la gran importancia que para ellos tenía su sobriedad de “Un Día a la Vez”.

Honradamente habían considerado el Segundo Paso y llegaron a creer que un poder superior a ellos mismos estaba devolviéndoles el sano juicio. Esto me infundía fe en la Comunidad y la esperanza de que podría funcionar para mí también.

Llegué a darme cuenta de que Dios era un Dios bondadoso y no aquel Dios castigador a quien había temido antes de unirme a A.A. Además, me di cuenta de que Él había estado conmigo en todas esas ocasiones que estuve en dificultades antes de llegar a A.A. Hoy yo sé que fue Él quien me condujo a A.A. y que yo soy un milagro.

Del libro Reflexiones diarias
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Más de una vez he sentido dentro de mí, una recuperación de buena calidad en “los nuevos”, lo que a veces observo se pierde “en los de tiempo”, tal cómo me pasó a mí.

Yo “creía en Dios”, pues fui educado en la religión católica, estuve en escuelas de Hermanos Maristas, de la Orden de los Jesuitas e incluso hice post grados con el Opus Dei, lo que se combinaba con mi adoctrinamiento espiritista, vidas pasadas e incluso el estudio de otras religiones. No tuve ni he tenido la visión de un Dios Castigador pero sí la de un Dios que me da un libre albedrío tal que me permite negarlo, y en ese libre albedrío llegué a estar convencido que el que debía actuar era yo y no Dios.

Mi concepto de Dios pretendía partir de la filosofía (amor al conocimiento intelectual), tratar de comprender algo de teología, y con el espiritismo entrar al camino del más allá, todo a través de la razón, de la inteligencia y “tener una fe consciente”, basada en un cúmulo de conocimientos.

Como idea es magnífica si no fuera porque hoy estoy convencido que intentar entender a Dios, para mí es imposible, ya que ni siquiera me entiendo ni me conozco a mí mismo.

Entonces si ni siquiera puedo transmitir adecuadamente quién soy, qué soy, cómo soy mucho menos puedo pretender explicar a un Ser Superior que está fuera del alcance de mi manera de pensar.

Grandiosidad, soberbia e ignorancia supina pues quiero encuadrar lo infinito en lo finito de mi inteligencia, en lo finito de mis emociones, en lo finito de mis deseos, en lo finito de mi ser. De hecho la omnipotencia que le reconocía a Dios consistía, en mi confundida manera de ver las cosas, bajo la premisa de que nunca me pasara nada porque Dios estaba conmigo, de lo cual me ufanaba, en lugar de agradecerlo.

El hecho de que Dios me cuidara es algo no tan alejado de la realidad, pero yo lo veía como un resultado de “mi propia omnipotencia”, ni siquiera me daba cuenta que era muy soberbio al pensar que Dios solamente debería estar ocupado en “librarme de todo mal”, aunque yo actuara siempre mal. El hecho de que me fuera bien, no era tan importante, quizá en algún momento agradecía, mas invariablemente los “éxitos” se debían a “mi gran capacidad”.

Cómo dice el Undécimo Paso, al ir conociendo el programa tomé con renovada energía mi creencia en Dios, y por eso he podido orar y meditar para tener un contacto consciente con Él, para hacer Su Voluntad y pedir la fortaleza para cumplirla. Al llegar a creer que solamente un Poder Superior podía, en mi caso, darme sano juicio (no devolverme porque no creo haberlo tenido) y tomar este paso con toda seriedad, el efecto inmediato fue darme cuenta de que yo no estoy a cargo de mi enfermedad de la adicción y que solamente este Poder Superior tiene la energía, la capacidad, el dominio y la eficacia de hacer a un lado mi obsesión mental de que algún día podré controlar la sustancia y que podré vivir emocionalmente equilibrado por mis propios medios.

Remover mi pensamiento y sentimiento de superioridad intelectual, así como promover mi crecimiento emocional es un trabajo que le dejo a mi Poder Superior con base a estudiar, practicar y vivir conforme a los principios que me sugiere el Programa, que tiene su propio instructivo en el Libro Grande, Texto Básico y los Doce Pasos, los cuales se desglosan en toda la literatura de AA, NA y Grupos de Doce Pasos.

Cuando en mis inicios dentro de AA escuchaba a los veteranos y a los que iban delante de mí, me llenaba de cierta desesperación pues quería correr para alcanzarlos, para llegar a “dar todos los pasos”, para vivir como decían; sin embargo lo que más me daba aliento eran y son los recién llegados porque inmediatamente me identificaba y me identifico con ellos, vuelvo a tocar el fondo de dolor de las consecuencias inmediatas y tengo la gran oportunidad de ver la esperanza con que se acogen al programa, ver sus dudas que fueron similares a las mías, ver cómo se van desarrollando y obteniendo cambios. Más de una vez he sentido dentro de mí, una recuperación de buena calidad en “los nuevos”, lo que a veces observo se pierde “en los de tiempo”, tal cómo me pasó a mí.

Hoy, prefiero sentirme recién llegado cada día, puesto que no importa el día de ayer, sino las veinticuatro horas de hoy, como en este momento no tiene ningún significado mañana; y al comenzar pienso que el que tiene más veinticuatro horas es el que se levantó más temprano, y con este pensamiento y sentimiento me aboco al programa dejando que Dios sea el que esté al frente, que entre primero en cada circunstancia, que me deje conocer y hacer Su Voluntad, que no es otra que viva bien mental y emocionalmente siendo congruente en mis acciones.

Dejar actuar al Poder Superior no es fácil porque he estado acostumbrado a “orar” como algo que puede serme útil para cuando se me presenta una emergencia y de esa misma manera que he hecho oración es la forma en que he manejado mi creencia, pues he querido que Dios responda a mis demandas egoístas, lo cual hoy sé es desconcertante y absurdo.

En mi experiencia la fe es el efecto de: poder vivir que el Programa da resultados prácticos y tangibles; ver en otros el cambio de juicios y actitudes; percibir la mejora de vida de mis compañeros; observar que ser humildes y tener la mente abierta permite la modificación profunda de la personalidad; todo esto como parte de ir adquiriendo el sano juicio que Dios me da.

Sólo por hoy, he decidido poner mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios, como yo lo concibo, gracias a que he descubierto que recibo dirección de mi vida en el mismo grado que dejo de hacerle a Dios peticiones y he comenzado a agradecer, considerando la humildad, la justicia y el amor como verdades eternas y reales de la vida, pues sé que cuando me acerco a Dios, todo estará bien en mí. ¡Esto sí es un milagro!

Felices y Milagrosas 24 horas.

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