Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

18 SEPTIEMBRE

«RECUPERADO POR EL AMOR»

Toda nuestra atesorada filosofía de independencia tuvo que ser puesta a un lado. Esto no fue hecho con nuestra bien conocida fuerza de voluntad; era más bien una cuestión de desarrollar la disposición de aceptar estas nuevas realidades de la vida. Ni huimos ni peleamos. Pero sí aceptamos. Y entonces fuimos libres.

-LO MEJOR DEL GRAPEVINE, Vol. I, p. 198

Yo puedo ser liberado de la esclavitud de mi viejo ego. Después de un tiempo reconozco y creo en lo bueno dentro de mí. Veo que mi Poder Superior, que me envuelve, me ha hecho recuperar por su amor. Mi Poder Superior se convierte en esa fuente de amor y fortaleza que está haciendo un milagro continuo. Estoy sobrio . . . y estoy agradecido.

Del libro Reflexiones diarias
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262-104

El segundo párrafo del numeral 109 del libro Tal Como la Ve Bill dice: “Nuestra querida filosofía de autosuficiencia tenía que abandonarse. Esto no se hizo por medio de la mera fuerza de nuestra voluntad, sino que nos vino como consecuencia de haber desarrollado la buena voluntad para aceptar estas nuevas verdades de la vida. No huimos ni luchamos, pero sí aceptamos. Y entonces comenzamos a ser libres.”

En mi educación, me fue inculcada la idea suprema de que yo podía lograr cualquier cosa; que tenía toda la capacidad para desarrollarme en cualquier sentido; que mi inteligencia servía tanto para el bien como para el mal y por ello cualquier cosa era fruto de mi razón, de mis conocimientos, de mis habilidades y de mi cultura; que era cuestión de temple y de echarle ganas alcanzar el éxito; que solamente se requería que quisiera o deseara algo para que me encaminara a lograrlo; que no dependía de nadie sino exclusivamente de mi mismo obtener cualquier cosa; que no podía confiar en los demás porque si quería que algo saliera bien tenía que hacerlo yo mismo; que además yo tenía toda la libertad y la capacidad de decidir, elegir y controlar; en fin una apología a mi fuerza de voluntad, a mi independencia y a mi libre albedrío.

A Dios solamente me habían enseñado que debía amarlo sobre todas las cosas pero no comprendía bien cual era su papel en mi vida diaria puesto que si tenía libre albedrío no podía existir algo predestinado, algo que ya estuviera escrito, mucho menos que lo que me sucediera favorablemente fuera su voluntad, sino solamente cuando algo salía mal, cuando había algún tipo de desgracia, cuando se me negaba algo, en fin cuando no conseguía mis pretensiones, entonces esto era el resultado de la voluntad de Dios.

Al repasar estas ideas me doy cuenta que yo tenía a Dios fuera de mi vida porque no lo requería para obtener nada que estuviera dentro de mi capacidad, de mi control, de mi inteligencia, de mis habilidades y de mis talentos, solamente necesitaba su ayuda cuando los problemas, las dificultades y las adversidades de la vida me superaban para lo cual debía manifestarse de manera “milagrosa”, en realidad mágica, otorgándome lo que yo ansiaba, apetecía y esperaba. Aunque en ocasiones entendía que un padre no puede darle todo lo que le pide su hijo y que Dios actúa igual, me molestaba porque consideraba “que nunca le pedía nada” y que si le solicitaba algo era porque sería “muy importante y necesario para mi vida o la de otro”.

En virtud de esta instrucción y enseñanza en que conformé mi pensamiento y por consecuencia mi personalidad egoísta, egocéntrica, ególatra y egotista, obviamente me fue muy costoso aceptar que no podía consumir; admitir que no tenía ningún control; reconocer que de nada me servía toda mi inteligencia; aprobar que me era imposible resolver nada con mi disciplina y mi fuerza de voluntad; en pocas palabras que no había manera de que pudiera tener la potencia para no volver a consumir, mucho menos para controlar mi consumo.

Más aún me fue y me ha sido muy conflictivo consentir que no había tenido ninguna gobernabilidad sobre mi vida, que no había tenido la docilidad de aceptar mi desequilibrio emocional, de afrontar mis temores, admitir mis resentimientos, de enfrentar todos mis malos actos y mucho menos tener la humildad suficiente para no solamente reconocerlos, sino remediarlos.

Para poder hacer parte de mi vida el Primer Paso tuve que confrontar todas mis consecuencias, darme cuenta que de las afectaciones causadas, de mi conflicto con las emociones negativas, de toda mi impotencia, mi incapacidad y mi ingobernabilidad, rindiéndome al hecho de que sólo un acto de la Providencia podría ayudarme a parar de consumir y más trascendente auxiliarme en tener un profundo cambio de personalidad porque sería quien eliminara mis defectos de carácter y quien me daría la fortaleza para tener un profundo cambio de personalidad, viviendo conforme a principios espirituales y valores morales positivos.

Precisamente porque es incurable sé que tengo que tener la disposición de asentir y poner en práctica las indicaciones de índole espiritual que me proporciona el Libro Grande y los Doce Pasos, pues me obsequian la experiencia positiva de haber actuado conforme me guía el Programa de recuperación y por tanto me permiten quedar habilitado para descubrir a mi Poder Superior y concebirlo de tal manera que sea eficiente y eficaz en mi vida al ponerlo de manera activa al frente de mi ser, de mi mente, de mis emociones y de mis actos cotidianos, poniendo en práctica la generosidad, el altruismo, la tolerancia, la humildad, la honestidad, la caridad, la indulgencia, en fin el genuino amor a Dios y a mis semejantes, reconociendo que dependo de Dios, como yo lo concibo, y que Él se hace cargo de mi voluntad y de mi vida al eliminar por veinticuatro horas mi obsesión por consumir, al extirpar los defectos de carácter que pueden impedirme mi progreso espiritual, al darme la gracia para buscar mi estabilidad emocional; en fin al proporcionarme la certeza de que me ama y que por eso todo está bien aquí y en el más allá, aún en contra de lo aparente de los asuntos de índole puramente humano.

Hoy sé que mi coeficiente intelectual sólo me ayuda a resolver asuntos de índole puramente humano y si le doy una mayor apertura me otorga la oportunidad de abrirme a la espiritualidad que me otorga la facultad para reconocer percepciones, dolores, pasiones, estremecimientos, inquietudes, excitaciones, angustias, ansiedades, en fin alteraciones propios y ajenos, así como el conocimiento para manejar estas emociones y sentimientos. Y en esta parte espiritual para mí es indispensable contar con el cuidado y la protección de mi voluntad y de mi vida por parte de Dios.

Ahora entiendo que amar a Dios sobre todas las cosas requiere que lo haga presente en mi vida y lo ponga al frente para que cuando yo entre a cualquier situación lo haga con mayor serenidad, valor y sabiduría.

Felices 24 horas en recuperación por el amor.

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