Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
21 DE SEPTIEMBRE
«LA ULTIMA PROMESA»
De pronto comprendemos que Dios está haciendo por nosotros lo que nosotros mismos no podíamos hacer.
-ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 78
La última Promesa del Libro Grande se hizo realidad para mí el primer día de mi sobriedad. Dios me mantuvo sobrio ese día, y todos los demás días en que le permití a Él obrar en mi vida. Él me da la fortaleza, el valor y la orientación para cumplir con mis responsabilidades en la vida y para que pueda llegar a otros y ayudarles a mantenerse sobrios y a desarrollarse. Él se manifiesta en mí, haciéndome un conducto de Su palabra, de su pensamiento y de sus actos. Él trabaja con mi ser interior, mientras yo produzco en el mundo exterior, porque Él no hará por mí lo que yo puedo hacer por mí mismo. Tengo que estar dispuesto a hacer Su trabajo para que Él pueda funcionar con éxito a través mío.
Del libro Reflexiones diarias
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La Promesa número Doce, cuando la leí por primera vez no me parecía nada extraordinario porque racionalmente sí tenía la idea de que Dios es Todopoderoso y por tanto saber que puede hacer por mí lo que yo no puedo hacer por mí mismo, me parecía bastante lógico y de sentido común. Entonces, ¿por qué estipularla cómo algo verdaderamente raro y sorprendente?, y ¿por qué establecerlo cómo algo que me indica que se volverá cotidiano, si es tan asombroso?
En la medida que he ido avanzando en comprender y vivir el Primer, Segundo, Tercer, Cuarto, Quinto, Sexto, Séptimo y Undécimo Pasos observé que son la mitad de todos los Pasos y que en su enunciado hacen alusión a Dios, como yo lo concibo, y que además en todo los Pasos hay un referencia a mi Poder Superior y a Hacer la Voluntad de Dios, lo que necesariamente me ha demostrado que no hay forma de desligar mi recuperación a tener en mi vida un Poder Superior (Dios, en mi caso) que sea quien tome mi enfermedad y se eche a cuestas mi obsesión por el consumo, mi pensamiento adictivo y extirpe mis defectos de carácter, por periodos de veinticuatro horas, cargando mi enfermedad al despertarme y regresándome esa carga hasta que estoy dormido.
Sin embargo, precisamente porque es parte del Programa me parecía que era redundante la Décimo Segunda Promesa hasta que en el intento, de un día a la vez, de vivir dentro del Programa de recuperación, me llegó la luz suficiente para realmente maravillarme, cómo enseña Aristóteles, de que las cosas sean como son para no perder la capacidad de asombro y con ello el progreso en el verdadero conocimiento que implica no sólo el intelectual sino el espiritual.
Me di cuenta que intenté muchos métodos para dejar de consumir, desde la fuerza de voluntad hasta el esoterismo y la brujería, y que hubo muchísimas ocasiones en que pensé que yo podía, que yo estaba en control y otras tantas en que el remedio lo busqué fuera de mí con limpias, hipnosis, intentos de regresiones, pociones mágicas, medicinas, poderes parapsicológicos y fenómenos paranormales.
Lo anterior quiere decir que tenía una pequeña chispa que en mi poca conciencia, en mi tenue voz interior que me decía que requería de algo fuera de mí, de algo más poderoso, algo mágico, de la misma manera que yo había puesto todos mis talentos y capacidades dentro de una copa. Así que, cuando me hice consciente de esto mis barreras se vencieron porque reconocí que andaba en busca de un Poder Superior, y que lo había hecho muy mal, por lo que poner en marcha las sugerencias del Segundo Paso me ayudaron a identificarlo y al poner en acción el Tercer Paso tuve la dicha de poder concebir a mi Dios y entregarme a Su protección y cuidado, en principio respecto de mi enfermedad de la adicción y poco a poco en todos los campos de mi vida.
Al haber descubierto a mi Dios, al confiar en Él y estar buscando continuamente Su contacto para conocer Su Voluntad y pedirle la fortaleza para cumplirla de pronto se va haciendo un hábito en mi existencia que Dios me acompañe en todos los asuntos de mi vida para que me auxilie a que pueda poner en acción los principios espirituales de la generosidad, consideración, humildad, tolerancia, perdón, armonía, verdad, esperanza, comprensión, consuelo, alegría, fortaleza, fe y amor.
Sutilmente de pronto me percato que no tengo la obsesión por consumir, que desaparecen mis pensamientos adictivos al sexo, a las compras, al consumo, a las malas relaciones, a mi egoísmo, a mi soberbia, a mi ira, a mi inseguridad, a mis temores, en fin a mis emociones, ideas y conductas torcidas, nocivas y desastrosas, lo cual es contrario a mi personalidad y me vuelvo un observador de mi propio cambio de juicios y actitudes, de la adquisición de una nueva conciencia y de la sensación constante de tener un despertar espiritual. Esto nunca lo pude lograr solo, ni hubo ningún otro ser humano, ni remedio físico que me lo hubiera otorgado.
Efectivamente sin tener que hacer, sólo por hoy, un esfuerzo sobrehumano vivo de manera tan diferente y positiva que aprecio en todo su esplendor a la última Promesa: !Dios está haciendo en mí, lo que yo nunca pude hacer por mí mismo!
Ahora puedo unificar mi fuerza de voluntad a la Voluntad de Dios para tener una vida feliz y útil, pues dejé de ubicar fuera de mí a Dios y encontré ese insospechado recurso interior donde yo formo parte de la divinidad y Dios forma parte de mi ser; y al morar en Él y existir Él en mi espíritu encuentro el milagro fehaciente de que Su energía, capacidad, fuerza, dominio y eficacia, realizando lo que para mí es imposible pues para Él todo es factible.
Por la Gracia de Dios hoy estoy en recuperación.
Felices 24 horas viviendo la Promesa Doce.