Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
22 MARZO
«NO MÁS PELEAS»
Y hemos cesado de pelearnos con todo y con todos, aun con el alcohol.
— ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 84
Cuando A.A. me encontró, yo creía que me esperaba una lucha, y que A.A. me daría la fortaleza que necesitaba para vencer al alcohol. Victorioso en esa pelea, quién sabe qué otras batallas podría ganar. Pero tendría que ser fuerte. Todas mis previas experiencias en la vida lo habían demostrado. Hoy yo no tengo que pelear ni ejercer mi voluntad. Si doy esos Doce Pasos y dejo que mi Poder Superior haga el verdadero trabajo, mi problema con el alcohol desaparece por sí mismo. Mis problemas de la vida también cesan de ser batallas. Yo sólo tengo que preguntar si es aceptación —o cambio— lo que se requiere. No es mi voluntad, sino Su voluntad lo que hay que hacer.
Del libro Reflexiones diarias
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Al dejar de pelear con el alcohol aprendí a dejar de pelear conmigo mismo, aceptar que soy impotente ante la sustancia así como soy ingobernable en mi vida; al hacer este trabajo con buena voluntad, tolerancia y sinceridad, empezaría a estar capacitado para no pelear con los demás y realmente volver mi código de vida el amor y la tolerancia.
Al inicio dejar de beber era algo que llevaba como una gran carga, sentía una lápida muy pesada a mis espaldas y me lamentaba constantemente por no poder consumir. Fue una verdadero suplicio, ya que en realidad lo sostenía en el autocontrol y no le había dejado esa tarea a mi Poder Superior, mi soberbia hacia que olvidara que mi enfermedad es !falta de poder!.
Un buen día cuando con base de: asistir a mis juntas; escuchar las experiencias; aprender de los compartimientos; apadrinarme en el Programa y con seriedad estudiar y practicar los Doce Pasos quedé habilitado para encontrar y tener mi Poder Superior, así de esta forma realmente acepté el Segundo Paso y empecé a vivir el Tercero.
Esa pesadez me abandonó y comencé a vivir la recuperación, dejé de ser un borracho arrepentido para realmente iniciar el milagro de ser alcohólico anónimo (un adicto en recuperación).
Dejé de satanizar a una sustancia inerte y acepté que hay otras personas que pueden consumir sin causarse ni causar estragos, daños y tragedias; que por tanto debía enfocar mi trabajo en lograr mi sobriedad auténtica para dejar el vacío espiritual, la negatividad de mis emociones, lo funesto de mis pensamientos y hacer a un lado el consumo.
Al dejar de pelear con el alcohol aprendí a dejar de pelear conmigo mismo, aceptar que soy impotente ante la sustancia así como soy ingobernable en mi vida; al hacer este trabajo con buena voluntad, tolerancia y sinceridad, empezaría a estar capacitado para no pelear con los demás y realmente volver mi código de vida el amor y la tolerancia.
El Programa me lleva a pedirle a Dios que elimine mis resentimientos y mis temores, así dejo de discutir con todo, con todos, por todo y por nada; dejo de imaginar las tragedias que no sucederán pero que siempre me turban con ansiedad, angustia y desesperación.
La dinámica cotidiana pone a prueba mi tolerancia (soportar sin quejarme y ponerme en el lugar de otro) porque si bien, sólo por hoy, dejé de pelear con la sustancia, dejé de pelear con mi enfermedad de la adicción, qué difícil dejar de pelear, discutir, argumentar y “querer dar la clase” con la esposa, los hijos, la mamá, los hermanos y todos aquellos que me son muy cercanos, pues unas veces esto sucede porque yo regreso a los viejos moldes de mi egoísmo y otras tantas porque me enfrento a las actitudes de los demás como son: esa falta de responsabilidad de los propios actos; esa costumbre de justificarlo todo; minimizar consecuencias; culpar a otro, y una serie de actitudes cómo estás las cuales detecto porque me identifico fácilmente con ellas porque son características de mi enfermedad de mis emociones negativas y mi falta de una manera sana de pensar.
La tolerancia es algo que puedo ir desarrollando en el Programa, y puedo aplicarla por momentos cuando estoy en disposición de pedírselo a Dios y accionar de buena voluntad para no imponer “mi santa voluntad” sobre todo cuando hay diferencias y contrariedades con los demás.
Hacer la Voluntad de Dios es la meta de mis veinticuatro horas, entre más me acerque a unificar mi fuerza de voluntad a este objetivo es que iré teniendo un despertar espiritual y posteriormente podré ir teniendo un progreso espiritual, un día la vez.
Felices 24 horas sin peleas.