Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
23 AGOSTO
«LLEVAR EL MENSAJE AL HOGAR»
¿Podemos llevar a nuestras desordenadas vidas familiares el mismo espíritu de amor y tolerancia que llevamos a nuestro grupo de A.A.?
— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 109
Los miembros de mi familia sufren los efectos de mi enfermedad. Amarlos y aceptarlos como ellos son —tal como amo y acepto a los miembros de A.A.— hace retornar el amor, la tolerancia y la armonía a mi vida. Ser cortés y respetar las fronteras personales son prácticas necesarias en todos los aspectos de mi vida.
Del libro Reflexiones diarias
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En el fondo se trata de cumplir la recomendación que me hacía mi abuelita “¡pórtate bien!” con todo lo que esto significa de vivir honestamente, no dañar a nadie, ser tolerante, no hacer a otros lo que no quiero que me hagan a mí, no decir mentiras, ser leal, ser fiel, ser servicial, ser trabajador, ser generoso, ser altruista…
El Doceavo Paso me ayuda a considerar cómo puedo llevar los principios espirituales a todos los asuntos de mi vida, y al hacerlo me cuestiona: “¿Podemos llevar a nuestras desordenadas vidas familiares el mismo espíritu de amor y tolerancia que llevamos a nuestro grupo de A.A.? “, y al principio la respuesta me parecía simple porque estando dentro de la “nube rosa” y sobre todo por mi tendencia a la soberbia pensaba que al estar bien yo, todos los demás estarían bien, aunque debo reconocer que mi “estar bien” lo constreñía al asunto de no consumir, no consideraba el hecho de que “estar bien” implica encontrarme en sobriedad genuina, abstinencia más equilibrio emocional.
En la medida que adecuadamente he ido practicando y formalizando cada uno de los Pasos, me fui dando cuenta que el Programa de recuperación y los Doce Pasos en sí son simples y sencillos porque en el fondo se trata de cumplir la recomendación que me hacía mi abuelita “¡pórtate bien!” con todo lo que esto significa de vivir honestamente, no dañar a nadie, ser tolerante, no hacer a otros lo que no quiero que me hagan a mí, no decir mentiras, ser leal, ser fiel, ser servicial, ser trabajador, ser generoso, ser altruista, amar a mi prójimo, amar a Dios sobre todas las cosas. Sin embargo, esas enseñanzas las veía como obligaciones, como imposiciones a mi persona, como límites a “mi libertad”, así como no reflexionaba en que tenían que partir de tener una autoestima de buena calidad, actuar con buena voluntad, ser sincero y tener la mente abierta para escuchar a los demás, prestarles por un momento la razón, ponerme en su lugar y de esta manera actuar mejor en beneficio de los demás y que esto se convendría en una gracia para mí mismo.
Regresando al primer pensamiento de que sí yo estaba bien todos los demás estarían bien, tengo que admitir el egoísmo, egolatría y egocentrismo que esto significaba mental y emocionalmente porque pretendía que por el simple hecho de que yo no consumiera se arreglaran todos los problemas, desaparecieran todas las consecuencias, se olvidarán todas las ofensas que he proferido, se perdonaran todos los daños que he causado, se eliminaran todos los resentimientos a los que les di origen, se extirparan los temores que suscité, en fin que mágicamente se acomodara todo el desorden de vida causado por la mentira, la infidelidad, el libertinaje sexual, la torpeza de mis relaciones interpersonales, la desvergüenza de la necesidad de comprar innecesariamente, la indecencia de mi terquedad, en fin la conducta obsesiva y compulsiva escabrosa y exagerada que tantas afectaciones, perjuicios y daños causó, muy especialmente a mi familia.
El código de tolerancia y amor que distingue al Programa de recuperación lo puedo aplicar con bastante éxito, un día a la vez, con mi padrino, mis compañeros y la Comunidad, pues son hermanos de sufrimiento y de padecimiento; y aún así hay ocasiones en que exijo más de lo debido, que me atrevo a criticar a mis compañeros, que me erijo en juez para determinar quien tiene o no tiene una recuperación adecuada, quien sabe o no sabe vivir conforme a los Doce Pasos, incluso a quien respeto a quien no, a quien acepto y a quien rechazo.
Sin embargo, puedo lograr tener una convivencia más armónica porque los veo en las juntas de mi grupo, porque de pronto convivo fuera del grupo y esto permite que haya más libertad de movimiento; cosa muy distinta sucede con los miembros de mi familia, con mi esposa y mis hijos porque al tener una convivencia diaria, al participar del entramado que implican todos los asuntos de índole puramente humana como son gastos, pagos, necesidades, diferentes personalidades y caracteres; surge necesariamente el enfrentamiento de los instintos materiales, sociales y emocionales con los miembros de la familia, y hasta los sexuales con mi esposa.
Aplicar ser sincero y por tanto no decir mentiras; ser humilde y reconocer ante la esposa y los hijos mis capacidades, mis fortalezas, mis debilidades, mis errores y mis limitaciones; ser tolerante para ponerme en sus zapatos y tratar de comprender el por qué de sus acciones; decidir perdonar aún cuando siento que me han ofendido; decidir sacarlos del error aún cuando esto vaya en mi contra; darle esperanza; llevarles alegría cuando se sienten tristes, en fin poder llevar fe y amor en todos los actos de mi día, a veces es muy complicado porque quiero imponer “mi progreso espiritual” cuando en realidad muchas de mis “preocupaciones” van dirigidas a mantener mis ideas propias, mis intereses personales, mi comodidad y por tanto parten exclusivamente de mi egoísmo.
¿Cuántas veces me preocupo de que mis hijos no lleguen muy tarde de sus compromisos porque en realidad lo que quiero es dormir y que no me molesten?, ¿Cuántas veces insisto en “la importancia” de un evento, de una fiesta, de una salida, de un plan porque en realidad solamente me interesa a mí sin importarme nadie más?, ¿Cuántas veces miento para que no me regañen, para no tener una discusión porque en realidad lo que no quiero escuchar es que solamente me estoy imponiendo?, ¿Cuántas veces me pongo como víctima, me auto-conmisero para que me levanten, me elogien y satisfaga mi necesidad de reconocimiento y aceptación? ¿Cuántas veces finjo ser “el hombre exitoso” para cubrir todas mis deficiencias?…
Aplicar que mi libertad termina donde empieza la de otro miembro de mi familia o cualquiera de los demás; Escuchar antes de decidir; Evitar la discordia y llevar armonía; Dejar de querer ser el director, el jefe, el actor y todo para aceptar y respetar el lugar de cada miembro de mi familia; Dar generosa, desinteresada y amorosamente lo que debo proveer en mi familia sin esperar grandes reconocimientos, sin exigir el agradecimiento y sin quejarme; Reconocer las capacidades y aptitudes de mi esposa y de mis hijos; No condenar por los errores y deficiencias de mis hijos, de mi esposa, de mi madre, de mis hermanos; y Aceptar que soy uno más en la familia con un rol específico, son unas de las tantas formas en que he empezado a aplicar los principios espirituales de los Doce Pasos en todos los asuntos de mi vida, empezando por mi casa.
Felices 24 horas de llevar el mensaje al hogar.