Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

23 DE SEPTIEMBRE

“YO ERA UNA EXCEPCIÓN”

Él (Bill W.) me dijo, gentil y simplemente. “¿Crees tú que eres uno de los nuestros”.

-ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 413

Durante mi vida de bebedor estaba convencido de que yo era una excepción. Creía que yo estaba más allá de los pequeños requisitos y tenía el derecho a estar dispensado. Nunca me di cuenta de que el oscuro contrapeso de mi actitud era la constante sensación de que yo no “pertenecía”. En un principio, en A.A. me identificaba con otros solamente como alcohólico. ¡Qué maravilloso despertar ha sido para mí darme cuenta de que si los seres humanos estaban haciendo lo mejor que podían, también yo lo estaba! Todos los dolores, confusiones y alegrías que ellos sentían no son excepcionales, sino parte de mi vida, como lo son de la vida de cualquiera.

Del libro Reflexiones diarias
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Al vivir endeble emocional; con una apreciación muy baja de mi mismo; intentando agradar siempre; guardando silencio; acallando mis legítimas demandas; diciendo sí cuando quería decir no; diciendo no cuando quería decir sí; yendo en contra de mí mismo por no tener conflictos […] cimenté los pilotes de mi enfermedad de las emociones negativas, di rienda suelta a mi pensamiento adictivo y encontré en el consumo: el autoengaño, la evasión y el método para sobrevivir a la vida que no me agrada, a mi propia personalidad que me disgusta, en fin al mundo en que me muevo y que quiero “ver” diferente a como es.

Recuerdo que de niño le pedía a Dios ser especial y diferente, no sabía lo que hacia … y sucedió aquello que en el Programa de recuperación he escuchado muchas veces: “Ten cuidado con lo que pides, no vaya a ser que se te conceda”. Me concedió ser especial y diferente: !Me hizo alcohólico!!!

Al vivir endeble emocional; con una apreciación muy baja de mi mismo; intentando agradar siempre; guardando silencio; acallando mis legítimas demandas; diciendo sí cuando quería decir no; diciendo no cuando quería decir sí; yendo en contra de mí mismo por no tener conflictos; en fin alimentando mis temores, mis resentimientos y viviendo continuas frustraciones cimenté los pilotes de mi enfermedad de las emociones negativas, di rienda suelta a mi pensamiento adictivo y encontré en el consumo: el autoengaño, la evasión y el método para sobrevivir a la vida que no me agrada, a mi propia personalidad que me disgusta, en fin al mundo en que me muevo y que quiero “ver” diferente a como es.

Me llegué a sentir una persona “excepcional” porque me creía muy inteligente, porque me suponía que tenía muchos conocimientos, porque presumía de una gran cultura, porque me imaginaba simpático, en fin porque usaba una serie de máscaras para cubrir mi inseguridad, mi envidia, mi poca autoestima, mi necesidad de ser aceptado, mi urgencia de ser amado, en fin ese deseo incesante de ser reconocido para lo cual recurrí a ser estudioso, a ser compartido, a ser servicial, a ser comprensivo, en fin “ser bueno”.

Parecería que si actuaba así no debería de haber tenido problemas que alimentaran a mi enfermedad adictiva; sin embargo, el hecho es que generalmente yo no actuaba por un auténtico a amor por mis semejantes, ni mucho menos por un genuino amor a Dios, sino que la motivación radicaba en mi total egoísmo y en querer ser “excepcionalmente bueno”, por tanto que todos me rindieran, que todos me quisieran, que todos estuvieran conmigo para cumplir mis caprichos, que todo saliera como yo imaginaba, que todos adivinarán mis anhelos y los cumplieran, en fin la suma perfecta del egoísmo, egocentrismo, egolatría y egotismo para ser el dios de mi propia sin razón y de mi propia locura porque no sé realmente cómo entablar relaciones interpersonales con los demás en una forma sana, igualitaria, libre y fraternal.

Cuando llegó, por primera vez, al Programa de recuperación en una clínica ni siquiera me siento identificado porque comenzó a fijarme que solamente hay dos “alcohólicos puros”, que los otros pacientes son “drogadictos” y que sus historiales “están gruesos” e incluso compro una frase que me dicen sarcásticamente algunos compañeros “te subiste a la rueda de la fortuna, te mareaste y te viniste para acá”. Entonces tiene que pasar un tiempo para comprender que no importa el escenario, ni las anécdotas, ni las consecuencias más graves o más leves, ni siquiera la sustancia de consumo, sino que lo verdaderamente importante es que tienen la enfermedad de la adicción igual que yo, por lo que únicamente requiero tiempo y sustancia para llegar a realizar los mismos o más funestos actos, pues la raíz de mi emoción devastadora y de mi pensamiento destructivo y nocivo se identifica con esa parte oscura.

En ese momento tuve que decidir si quería para mí, la parte luminosa que se observaba en aquellos que realmente comenzaban a abocarse a la recuperación y al salir de la clínica convivir con aquellos sinceros compañeros de la Comunidad de la recuperación. A pesar de ello fallé porque me vino la idea de “yo era una excepción” y desafié a mi Poder Superior volviendo a consumir, la pasé muy mal y al regresar al Programa de recuperación elegí con fruición ser uno más de la Fraternidad y mantenermeen ella, pues de lo contrario sé que perderé primero la dignidad, mi espíritu y finalmente la vida.

Recomienzo a asistir a mis juntas y llega el momento en que se actualiza sincera y profundamente las preguntas ¿soy alcohólico? ¿creo que soy un enfermo de adicción que quiere ser de la Comunidad de la recuperación? Y me contesto afirmativamente. Entonces es cuando de manera congruente, honesta y honrada me declaro miembro de la Fraternidad y me decido a empezar a vivir conforme a los principios espirituales que me sugieren los Doce Pasos y a querer poner en acción, por periodos de veinticuatro horas, el Programa de recuperación. Al fin me siento que pertenezco completa y absolutamente a algún lugar, a algo y me doy cuenta que he elegido una manera excepcional de vivir y dejo atrás la vergüenza de mi pasado para tener la esperanza de la auto-dignificación, que un día a la vez, puede darme la oportunidad de reconstruir mi vida y fundamentalmente restablecer la salud y la fuerza de mi espíritu.

Al poner en práctica en todos los asuntos de mi vida los Doce Pasos, me convierto en una persona que busca ser un buen ser humano, que hago el firme propósito de llegar a ser hombre, y tengo la oportunidad de formar parte de las filas de los hombres y mujeres que buscan superar lo bueno para ofrecer lo mejor, a través del servicio, mediante dar lo mejor incesamente, mas de manera trascendental elijo ser un adicto en recuperación más, miembro de la Fraternidad que se dirige al Camino Feliz.

Sólo por hoy, de todas las agrupaciones que conozco de la que no deseo despegarme nunca, la que más admiro y la que me ha salvado el alma, la mente y el cuerpo es la Comunidad de la recuperación de la que forma parte, muy especialmente, mi grupo de A.A.

Felices 24 horas siendo un enfermo de adicción en recuperación. 

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