Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
4 ABRIL
«LLORAR POR LA LUNA»
“Este auténtico sentimiento de inferioridad se ve exa- gerado por su sensibilidad pueril y esta situación es la que genera en él esta ansia insaciable y anormal de aprobación personal y de éxito ante los ojos del mundo. Niño todavía, llora por la luna. Y parece que la luna no quiere escucharle”.
— LENGUAJE DEL CORAZÓN, p. 101
Cuando bebía, parecía oscilar entre sentirme totalmente invisible y creerme el centro del universo. La búsqueda de ese elusivo equilibrio entre los dos ha llegado a ser una parte de mi recuperación.
La luna por la que constantemente lloraba, ahora en mi sobriedad rara vez está llena; en vez de eso, me enseña sus otras muchas fases, y en todas ellas hay lecciones que aprender.
Un verdadero aprendizaje frecuentemente ha sido precedido por un eclipse, momentos de oscuridad, pero con cada cielo de mi recuperación, la luz se hace más fuerte y mi visión es más clara.
Del libro Reflexiones diarias
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Ahora, en recuperación, la vida es diferente porque no necesito una copa en la mano para realmente reflexionar, pues mi mente se ha ido aclarando para poder discernir; además mi experiencia (mi historial) me permite mirarme primero, sopesar las cosas, no tener estos arranques emocionales de sube y baja, aprender a tener un justo medio en mi forma de ser, sentir y pensar
¡Hola!, buen fin de semana. Al leer la reflexión del día de hoy de AA me viene a la mente que alguna vez escuché – sentado en un coche, con el sunroof (quemacocos) abierto y por supuesto un trago en la mano – la canción del “Hijo de la Luna” de Mecano. Qué fácil era ponerme a filosofar sobre mi inferioridad ante el universo, intentar comprender la leyenda gitana y dar mi interpretación de la contradicción humana, el egoísmo, los celos, la incomprensión; pedir algo y que se conceda a sabiendas de que será en mi perjuicio, simple y sencillamente porque quiero que se me cumpla un deseo.
Nunca se me ocurrió pensar que eso que racionalmente podía explicar era lo que me sucedía con esa copa en la mano que me “ayudaba” a que pudiera “emocionarme hasta las lágrimas” con una canción, que me permitiera “sufrir a morir por un amor” fuera correspondido o no; “adorar el desamor”; justificar mis faltas pues “todos podemos una mancha llevar, en este mundo tan profano, en el que quien muere limpio no ha sido humano”; cuantas letras que eran acomodadas por mi insana forma de pensar y que en mi vida cotidiana se convertían en “verdades”, no me daba cuenta de que esa necesidad de que se me cumplan mis deseos y mis caprichos, como niño, me llevó a momentos dolorosos, peligrosos, dañinos, inmorales, desastrosos y tendientes al sufrimiento de la ansiedad, angustia y desesperación.
Así las cosas, consumir me hacía pasar de esta hipersensibilidad de mi inmadurez emocional depresiva a la grandiosidad que las mismas copas ayudan a que brote, tan evidente que más de una persona podía decir que “era bipolar”; lamentablemente conocen muy poco de la enfermedad de la adicción, porque mis emociones negativas, mi funesta manera de pensar hacen que me sienta el “más desdichado, olvidado, agredido y ofendido de todos”; y para contrarrestarlo hay momentos en que “me vendo la idea contraria y entonces soy el mejor, el más inteligente, el más alegre, el mejor amante, el que más tiene, el más derrochador”, recuerdo que hubo un tiempo en que cambié de ser el que invitaba a todos a “exigir” que todos me invitaran a mí “por el privilegio de que contaran con mi presencia”. ¡Qué cambio tan radical!, esos bandazos de ciento ochenta grados que me llevan de un extremo a otro.
Mi necesidad de ser aceptado, de ser tomado en cuenta, de que me vean como una persona triunfadora profesionalmente (en el fondo busco la aprobación social y por ello el enriquecimiento económico), incluso que me vean como una persona “estable” (que alejado de mi propia personalidad adictiva); todo con el fin de buscar esa aprobación de los demás en forma de “amor”, “amistad”, “respeto”, “deseo”, “temor” y “adoración” hacia mí. Esto muestra mi parte egoísta, egocéntrica y ególatra que es la piedra angular de toda mi enfermedad de la adicción.
La frustración de no poder conseguir todo esto, de no obtener lo que “me corresponde en justicia” desembocaba en una alud de emociones depresivas que me llevan a sentir ira de tal manera que establezco resentimientos; esta misma ira me hace elucubrar temores; asumir una postura de víctima y hundirme en la tristeza: En este círculo vicioso estos resentimientos y temores de pronto crean una caricatura de “fuerza” y entonces “me siento poderoso” para vengarme; “me siento siento valiente” para vencer mis miedos; “me siento justiciero para castigar y ser victimario”; “me siento eufórico para tener alegría”; “me siento respetado y por eso soy desconsiderado”; “me siento temido para esconder mis miedos”; hasta “me siento santo para apaciguar mi inconsciencia y mi inmoralidad”.
Ahora, en recuperación, la vida es diferente porque no necesito una copa en la mano para realmente reflexionar, pues mi mente se ha ido aclarando para poder discernir; además mi experiencia (mi historial) me permite mirarme primero, sopesar las cosas, no tener estos arranques emocionales de sube y baja, aprender a tener un justo medio en mi forma de ser, sentir y pensar, todo con base a fortalecer y hacer crecer mi espiritualidad, esta espiritualidad que es el trabajo interno al que realmente he venido, pues el trabajo cotidiano es un servicio para mí y para los demás, con la finalidad de que tenga ocupada mi mente que está hecha para tener unas mil doscientas imágenes por minuto (pensamientos) y que me volverían loco si no tuviera nada que hacer (no quiero ni imaginarme si le agrego la parte obsesiva de mi enfermedad adictiva).
El Programa de recuperación con sus Doce Pasos me sugieren habilitarme para encontrar un Poder Superior, y para ello, en mi caso personal, lo primero que me sugirieron fue terminar con “la creencia” que nació por ahí del año ciento ochenta de nuestra era, respecto de que Dios o lo divino está afuera de nosotros, de nuestro planeta e incluso de nuestro universo.
Con este cambio de pensamiento pude sentir que la divinidad está dentro de mí (en mi espíritu, en mi mente, en mi alma o donde considere según mi confesión de fe o de mis ideas). Entonces lo importante es conectarme y dejarme fluir porque tengo una parte de la divinidad en mi cuerpo espiritual y por tanto puedo acceder a los principios espirituales, ejercitarlos, practicarlos y vivirlos.
Ahora ya no me lacero ni me tiro al piso sino que con fe me digo que por derecho divino merezco toda la salud, la felicidad y la abundancia espiritual y como consecuencia de ello podré gozar de la salud, la felicidad y la abundancia material, y que lo que Dios me conceda sea para mi mejor bien y el de los demás (esto último es como ´hágase Tu Voluntad”), partiendo siempre de la confianza de que lo que se me conceda y lo que no se me conceda es para mi bien.
Una forma de evitar estos vaivenes emocionales que normalmente se dan por las cuestiones materiales del dinero, las relaciones interpersonales, la búsqueda de prestigio y mi necesidad de contrarrestar mis sentimientos de inferioridad, es tener claro que tengo abundancia espiritual porque estoy sobrio, porque trabajo con otros alcohólicos y adictos; y que esto me ayuda a evitar negatividad en mi vida y atraérmela, no es fácil y menos con mi enfermedad, mas se puede porque tengo ese insospechado recurso interior a que se refiere la literatura (yo lo llamo la imagen y semejanza con Dios).
La verdadera abundancia es la espiritualidad, tengo presente que lo material jamás precedió a lo espiritual, hay veces que tengo abundancia real y no la veo porque pienso en billetes, olvidando que el dinero (invención del hombre) simplemente es un tipo de energía para llegar a un fin. Que el simple hecho de tener lo indispensable es digno y es abundante, si lo acepto tengo tranquilidad, parte necesaria para la felicidad.
Felices 24 horas de luz más fuerte y visión más clara.