Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

4 FEBRERO

«CUANDO FALTA LA FE»

A veces el programa de A.A. les resulta más difícil a aquellos que han perdido o han rechazado la fe que a aquellos que nunca la han tenido, porque creen que ya han probado la fe y no les ha servido de nada. Han probado el camino de la fe y el camino de la incredulidad.

— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 26

Tan convencido estaba de que Dios me había fallado que acabé tomando una actitud desafiante, aunque sabía que no debía hacerlo, y me lancé a una última parranda. Mi fe se volvió amarga y eso no fue por una mera casualidad. Aquellos que una vez tuvieron gran fe tocan fondo con más fuerza. Aunque me uní a A.A., tardaba tiempo en reavivar mi fe. Intelectualmente estaba agradecido por haber sobrevivido una caída tan vertiginosa, pero me sentía todavía duro de corazón. No obstante, seguía ateniéndome al programa de A.A.: las alternativas me parecían demasiado lúgubres. Seguía asistiendo a las reuniones y, poco a poco, iba renaciendo mi fe.

Del libro Reflexiones diarias
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Del tamaño de mi dificultad para aceptar las cosas que puedo y las que no puedo cambiar, de ese mismo tamaño, por lo menos, es mi falta de fe.

Muy buen día. En mi caso personal “yo no me sentí con falta de fe”, ni en la actividad ni cuando conocí el programa; de hecho había una “gran fe” de que Dios me protegía de manera especial y que por eso “nunca me pasaría nada”. Esto es una muestra de la grandiosidad de mi enfermedad que, en este caso, toma la forma de “mi propia omnipotencia” para realizar todo aquello que me venga en gana “porque Dios debe cuidarme”.

“Mi creencia y mi fe” eran bastante unilaterales y egoístas porque tenían como propósito “obtener lo que deseo, “evitar lo que me molesta”, “solucionarle la vida a los demás”, en fin yo podía “hacer sacrificios” para que se cumplieran mis peticiones, además “era buena persona”.
Aprender a tener fe, para mí, es estar en buena disposición de aceptar que se haga en mí y a través de mí la Voluntad de Dios, lo cual es bastante fácil cuando las cosas me van bien, tan bien que llego a olvidar que estoy enfermo de adicción y por tanto olvidar que estoy muy enfermo de mis emociones negativas.

Cuando las cosas no suceden como yo quisiera, cuando existen “pruebas”, cuando el dinero falta, cuando hay problemas en las relaciones interpersonales, cuando aparece la impotencia y la frustración, en fin, cuando hay aflicciones y calamidades en mi vida, tener fe para conocer y hacer la Voluntad de Dios evidentemente se me dificulta y, en mi caso, sé que del tamaño de mi dificultad para aceptar las cosas que puedo y las que no puedo cambiar, de ese mismo tamaño, por lo menos, es mi falta de fe.

Cuando permito que el resentimiento y la ira se apoderen de mí sé que estoy en contra de la Voluntad de Dios. Cuando dudo, cuando siento temor e inseguridad sé que soy desleal a Dios. Esto sucede cuando flaquea mi fe, o quizá me muestre que no la he adquirido.

La fe por sí misma no produce ningún resultado en mi vida, si yo no le pongo acción a lo que me toca hacer, que en mi caso personal es trabajar en mi recuperación.

Felices 24 horas de Fe.

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