Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

6 AGOSTO

«ACOSADOS»

Acosados por cien formas de temor, de vana ilusión, de egoísmo, de autoconmiseración, les pisamos los pies a nuestros compañeros y éstos se vengan.

— ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 62

Mi egoísmo era la fuerza acosadora detrás de mi forma de beber. Bebía para celebrar el éxito y bebía para ahogar mis penas. La humildad es la respuesta. Aprendo a poner mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios. Mi padrino me dice que el servicio me mantiene sobrio. Hoy me pregunto a mí mismo: ¿He tratado de saber la voluntad de Dios para conmigo? ¿He prestado servicio a mi grupo de A.A.?

Del libro Reflexiones diarias
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Acosados por cien formas de temor, de vana ilusión, de egoísmo, de autoconmiseración, les pisamos los pies a nuestros compañeros y éstos se vengan.

He ido concluyendo que efectivamente la raíz de mi enfermedad de la adicción es mi egoísmo, mi egocentrismo y esto me lleva a mi egolatría y mi egotismo, porque me manejaba en la vida con ese dicho popular que expresa: “¡primero yo, después yo, siempre yo y que se hunda el mundo!”, aunque me costaba trabajo entender que el hecho de “ver por mí mismo” estuviera mal lo que demuestra un mecanismo de defensa para evitar la aceptación.

Lo que sucedía es que confundía el legítimo interés en mí persona con un excesivo afán fuera de lugar, descomunal, desmedido, desorbitado y exclusivo de que mi persona, mis intereses, mis ideas, mis deseos, mis actos y en general mi vida solamente tuviera como centro y como objetivo: a mí mismo. Por eso el Libro Grande, en el Quinto Capítulo, “Cómo Funciona”, me advierte muy claramente: “Egoísmo y egocentrismo. He aquí la causa de nuestras penas.

Llevados por múltiples formas de temor, miedo, preocupaciones, autoconmiseración, pisamos a los otros y ellos reaccionan. A veces nos hacen daño, sin que haya mediado una provocación de nuestra parte; pero si reflexionamos sobre cuánto hemos hecho, podremos reconocer que dimos motivos suficientes para provocarlos, porque bajo nuestro egocentrismo y nuestra autoconmiseración no pensamos mas que en nosotros, sin preocuparnos de los demás.”

En la actividad y cuando no aplico los principios espirituales de la recuperación es fácil que la inercia de mi vida me lleve al pensamiento de querer imponer mis instintos naturales descoyuntados sobre los demás; a estar en pugna constante con quienes no se rinden a mis deseos y mis fantasías; agredir a quienes contradicen mis ideas de grandiosidad, a quienes se oponen a mis conductas de prepotencia; en fin a todo aquel que no está dispuesto a someterse a mí persona, a no ser controlado por mí, sea dependiendo o dominando.

Y este enfrentamiento de egoísmo y egocentrismo es algo que, en los asuntos de índole puramente humano, de manera cotidiana tengo que vivir con y contra los demás; y cuando confundo que fuera de la Comunidad de la recuperación puedo actuar distinto, tengo que reconocer que me equivoco porque precisamente el Paso Doce me sugiere que lleve los principios espirituales a todos los asuntos de mi vida, en virtud de que precisamente este tipo de instintos sociales, sexuales, emocionales y de seguridad material no satisfechos, -según mis juicios, constantemente amenazados según mis emociones, y según la imperiosa necesidad de buscar satisfacer hasta el más mínimo de mis caprichos-, me llevan a desplegar mis malas actitudes que invariablemente me han llevado a consumir por la frustración, la deshonestidad, la desconsideración y la depresión de no lograr el éxito que he imaginado.

Tengo que reconocer que mi tendencia a la negación puede hacerme dejar de lado que la grandísima mayoría de las veces, el hecho de que una persona esté molesta conmigo es porque yo he hecho algo al respecto, pues no es fácil reconocer que los errores son míos, ya que normalmente tiendo a culpar a los demás, a justificar mis actos, a no tener conciencia de lo que he efectuado y a pensar que los demás deben olvidar rápidamente cualquier falla que yo haya tenido. Es por esto que el Programa de veinticuatro horas me funciona, ya que no tengo que hacerme el firme propósito de que para siempre me portaré de manera distinta reconociendo todo el tiempo mis errores, mis defectos, mis fallas y disculpando a los demás, revisándome, sino simplemente pedir a Dios que en los momentos difíciles entre primero y pueda eliminar mi defectos de carácter para no dañar a otro, para no ofenderlo, para no pisarlo, para no ensoberbecerme y buscar aplicar la tolerancia, la comprensión, el consuelo, el perdón y el amor auténticos.

He aprendido, que mi inventario diario, sirve para detectar, admitir y corregir lo más inmediatamente posible, listar a quienes he dañado y estar pronto a reparar los daños causados, puesto que el Octavo y Noveno Pasos no son algo que únicamente deba revisar en mi pasado lejano, en el pasado de mi actividad sino inclusive en este pasado reciente de un presente continuo en el que debo buscar actuar en todos los aspectos posibles para reducir mi ego y de esta manera asegurar, sólo por hoy, la gracia de mi sobriedad.

Actuar de tal manera que pueda considerarse que soy un buen ser humano, aunque sea por un instante, esa es la forma en que yo concibo que puedo hacer la Voluntad de Dios.

Felices 24 horas sin estar acosado por el temor.

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