Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.
7 MARZO
«LA CLAVE ESTÁ EN LA BUENA VOLUNTAD»
Una vez que hemos metido la llave de la buena voluntad en la cerradura, y tenemos la puerta entreabierta, nos damos cuenta de que siempre podemos abrirla un poco más.
— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 33
La buena voluntad para entregar mi orgullo y mi obstinación a un Poder superior a mí mismo, ha resultado ser el único ingrediente absolutamente necesario para resolver todos mis problemas hoy.
Aun la más pequeña dosis de buena voluntad, si es sincera, es suficiente para permitir que Dios entre y se haga cargo de cualquier problema, dolor u obsesión.
Mi nivel de bienestar está en relación directa con el grado de buena voluntad que yo tenga en cualquier momento dado para renunciar a mi obsesión y permitir que se manifieste la voluntad de Dios en mi vida. Con la buena voluntad, mis preocupaciones y temores son poderosamente transformados en serenidad.
Del libro Reflexiones diarias
Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.
¿La voluntad es la capacidad para determinarme a mí mismo para obrar según mi razón?
Yo entiendo que la voluntad es la capacidad para determinarme a mí mismo para obrar según mi razón, bajo este concepto exclusivamente intelectual nada en sí mismo es bueno ni malo, de hecho el Programa me ha enseñado que no se trata de moral, sino de principios espirituales.
Por ejemplo la capacidad de decidir respecto al control de mi consumo, en mi caso está nulificada, y esta capacidad de decisión como cualidad en muchas otras personas puede ser buena y deseable pero en el mío ha llegado a ser negativa y nada deseable.
Mi egocentrismo tergiversó mi capacidad de decidir sobre la abundancia económica (riqueza), el poder y la fama porque como no tenía buena voluntad para acomodar estos atributos nunca los pude ordenar a un fin correcto, ya que siempre eran guiados por la envidia, la avaricia, la prepotencia, el “quedar bien”, la hipocresía, la necesidad de “cumplir expectativas”, todo para complacer a mi egoísmo.
Mi voluntad, al fin y al cabo humana, no estuvo siempre acorde con un sano juicio ni conforme a una inteligencia emocional positiva, sino que siempre estuvo sometida a mis impulso, mis deseos y sobre todo mis defectos de carácter.
La motivación fundamental que determinaba “mi voluntad” era el deseo de consumir para “ver el mundo con el propio cristal de mis copas”; buscar satisfacer mi consumo para aminorar todas mis emociones de inseguridad, angustia, ansiedad, desesperación, sufrimiento, temor, etcétera, por lo que mi mente obsesionada tenía una sensación de “agrado” por la euforia y la evasión y el “desagrado” por las consecuencias que se derivaban de mi escape, al grado de que por “no perderme un momento de relajación o diversión” era capaz de abandonar un trabajo importante o cualquier otro acto que debiera realizar.
Yo entiendo que mi buena voluntad es la facultad que aplico cuando adopto buenos principios (los Doce Pasos) y me propongo actuar acordemente con ellos, porque los buenos principios espirituales me ponen en disposición de estar en armonía a mis inclinaciones con la Voluntad de Dios, conforme a la experiencia que me regala el Programa.
Mi fuerza de voluntad era determinada, además de mi razón (racionalización) por la inclinación que tengo a consumir (impotencia e ingobernabilidad), por la tendencia que tengo a hacer las cosas como yo quiero (egoísmo, egocentrismo, egolatría), y esta inclinación y tendencia (obsesión) me movía a realizar una serie de acciones contrarias a lo que es correcto, de hecho contrarias a los principios espirituales.
Con los Doce Pasos, en mi caos personal, entiendo que lo contrario a la Buena Voluntad y a la generosidad que de ella emana es que: me adoro a mí mismo, no hay nada por encima de mí (ególatra); no quiero nada para nadie sino sólo y exclusivamente todo para mí. Puedo no necesitar algo, pero con tal que otro no lo tenga me lo quedo (egoísta); quiero que los demás me vean como el centro de todo, que piensen primero en mí, que mis penas son las más sufridas, que mi hambre es la peor, primero yo, después yo, y siempre yo (egocéntrico).
Hoy, entiendo que la Buena Voluntad consiste en ser útil, oportuno, simple, creyente, sencillo, compasivo, honrado, virtuoso, recto, justo, honesto, servicial, benévolo, bienhechor, caritativo, piadoso, sincero, misericordioso, comprensivo, indulgente, amable, tender a la generosidad en general para reducir mi egoísmo y de esta manera aplicar las doce sugerencias fundamentales del Programa.
En lugar de imponer mi “santa voluntad”, que es lo mismo que desear que todo sea como yo digo, como yo veo, como yo pienso, como yo decido, como yo opino, como yo considero, como yo quiero; decido aplicar la Buena Voluntad de aceptar que no soy omnipotente, que no soy el dueño de mi mundo, que no soy el propietario de los sentimientos, pensamientos y actos de los demás, que no soy lo más importante ni lo único de que tienen que ocuparse los demás, que no soy al que quieren perseguir ni dañar los demás; en fin que soy uno más por tanto tengo que aprender a vivir con sinceridad, comprensión, tolerancia e interés auténtico por los demás, y ante todo amar a Dios para ponerlo al frente de mi vida y mi voluntad.
La frase final, sentencia positivamente que: “Con la buena voluntad, mis preocupaciones y temores son poderosamente transformados en serenidad”.
Es la prueba y testimonio de vida: Aceptación (o buena voluntad), lo demás viene por añadidura. Lo que me regala actuar de buena voluntad es la serenidad.
En la literatura, en lo que escribo, inclusive en los compartimientos que escucho en mi grupo encuentro testimonios fáciles de que se puede vivir con Buena Voluntad; sin embargo sé que la transición para ejercerla es eso, un paso para sanar a mi espíritu enfermo que está roto en una de sus potencias que es la voluntad, y precisamente el camino de comenzar a reestructurarla a partir de la buena voluntad me permite tener una esperanza de que todo puede y va a ser mejor.
¡Lo que viene, conviene!