Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

9 AGOSTO

“… DE TODAS AQUELLAS PERSONAS…”

… y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.

— DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 75

Una de las palabras claves en el Octavo Paso es la palabra todas. Yo no puedo seleccionar unos pocos nombres para la lista e ignorar los demás. Es una lista de todas aquellas personas a quienes he ofendido. Inmediatamente puedo ver que este Paso supone el perdón, porque si no estoy dispuesto a perdonar a alguien, hay muy poca probabilidad de que ponga su nombre en la lista. Antes de escribir el primer nombre en mi lista, rezo una pequeña oración: “Perdono a cualquiera y a todos los que me han perjudicado en cualquier ocasión y bajo cualquier circunstancia”.

Cada vez que se dice el Padrenuestro, me resulta muy conveniente pensar en un par de palabras muy significativas. Estas palabras son así como. Yo pido, “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. En este caso, así como significa, “de la misma manera”. Pido que se me perdone de la misma manera que yo perdono a otros. Si estoy abrigando odio o resentimiento mientras digo esta parte de la oración, estaré invitando más resentimientos cuando debería estar invocando el espíritu del perdón.

Del libro Reflexiones diarias
Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

El auténtico perdón a mí mismo es y será el resultado de lograr mi plena disposición y mi acción para reparar de cualquier manera todo lo que he afectado, así como aceptar que hay cosas irreparables que me servirán como experiencia para ayudar a otros a poder evitarse esos tramos de sufrimiento, y el compartirlo es una forma de reparación si se puede observar un profundo cambio de mi personalidad que transmita realmente una vida feliz y útil.

La segunda parte del enunciado del Octavo Paso ya implica una acción interna de plena disposición, decisión y aptitud que de manera natural me lleve a desear con sinceridad a reparar el daño que he causado, para lo cual habré de encontrar, junto con mi padrino, como llegar y mantener esta disposición para estar en posibilidad de componer y restaurar.

El trabajo para hacer mi lista de todas las personas a las que he dañado, presentes, ausentes, viva, difuntas, sean individuos o instituciones, es importante para tener el estado de ánimo y la actitud necesaria para hacer la reparación correspondiente y con el soporte de los Pasos anteriores tener la aptitud para desplegar la actividad necesaria para poder reparar los daños.

En este Octavo Paso en mi caso se presentó el hecho de que aún en mi inconsciente buscara obtener el perdón y la satisfacción de actuar de manera adecuada, por lo que mi padrino me sugirió que revisara la motivación real, profunda y honesta de poner a determinada persona en mi inventario de reparaciones. Al respecto tuve que actualizar el hecho de que el Programa es ego-reductor y aún en estos casos en que la parte sensible de la nobleza humana funcione en quienes he dañado debo humildemente dirigir mi conducta con verdadera tolerancia para comprender al otro e intentar sentir su molestia, su enojo, su resentimiento, su temor hacia mí, así como comprender toda la afectación que le he causado, pues más de uno fue conmigo como el árbol del sándalo que perfuma el filo del hacha que lo hiere.

En perdonarme a mí mismo y perdonar a los demás tengo que tener presente que es muy probable que haya casos en los que no pueda manifestárselos, así como es altamente factible que el perdón que pudiera pretender recibir no llegue o materialmente sea imposible obtenerlo porque quien o quienes podrían dármelo han partido por el rumbo del Camino Feliz. También es previsible que me prepare espiritualmente para no ser perdonado porque yo no he perdonado a la misma persona o no lo he hecho con otras; pues al respecto me recuerdo que la Oración de San Francisco dice “perdonado es como soy perdonado” y esto implica que funciona de la misma manera en que espiritualmente estoy realmente dispuesto, en que efectivamente actúo y que eficazmente decido en la acción de perdonar.

“Perdonado, es como Tú nos perdonas” se lee en otras traducciones de la Oración de San Francisco de Asís, en apego a la frase del Padre Nuestro “Perdona nuestras ofensas (deudas), así como nosotros perdonamos a nuestros ofensores (deudores)”, lo que me sugiere de manera muy clara que en este proceso del perdón debo partir de la aceptación de todo lo que he dañado, de todos mi errores, de todas mis consecuencias, de todos mis defectos de carácter, de la naturaleza exacta de lo deformado de mi personalidad y conociendo mis fortalezas, mis debilidades y mis limitaciones me perdone de manera muy honesta y honrada para de ahí partir a un perdón auténtico y sincero de los demás, de tal forma que tenga un avance más en mi reconciliación conmigo mismo, con mis semejantes y con mi Dios.

En la disposición para hacer reparaciones, así como en el momento de hacer reparaciones el perdón puede ser un obstáculo porque no debo perseguir ni buscar el perdón de nadie, ni se trata de erigirme en juez de nadie para perdonarlo, se trata de ser congruente con mis Cuarto y Quinto Paso de eliminar los resentimientos. Entonces el perdón puede ser la consecuencia de admitir cara a cara con el ofendido el daño que he causado y reparar el daño, tener plena disposición de hacerlo y actuar en consecuencia, aunque haya casos en que no sea posible ni conveniente la confesión de mi daño o recordar el mismo, ya que lo importante es repara de manera directa, cuando esto es posible, y de manera indirecta por ser más conveniente.

En mi caso personal, el auténtico perdón a mí mismo es y será el resultado de lograr mi plena disposición y mi acción para reparar de cualquier manera todo lo que he afectado, así como aceptar que hay cosas irreparables que me servirán como experiencia para ayudar a otros a poder evitarse esos tramos de sufrimiento, y el compartirlo es una forma de reparación si se puede observar un profundo cambio de mi personalidad que transmita realmente una vida feliz y útil.

La reparación de daños debe seguir el espíritu de mi Programa de vida de ser generoso, altruista, tolerante, humilde, comprensivo y amoroso con mis semejantes y de amar auténticamente a Dios, de tal manera que con mi cotidiano vivir se muestre que aplico los principios espirituales en todos los asuntos de mi vida; sin ponerme de obstáculo u de objeción que estoy trabajando o que estoy en un determinado Paso, puesto que la idea es aprender a vivir fraternalmente y en paz con todas las personas, sean como sean.

error: Content is protected !!