Erase una vez en un pueblo rico en artesanía en madera, dos artesanos reconocidos por su arte. Uno de ellos tallaba muebles en una técnica conocida como gótica, sus tallados eran codiciados sobre todo por los más ricos. No había en el territorio persona alguna que no tuviese algo elaborado por este artesano. Era tan conocido que cuando se paseaba por las calles todo el mundo lo reconocía y le saludaban.
Mas, este artesano tenía algo, con su arrogancia guardaba muy bien el secreto de sus tallados, siempre pensando en el futuro y como no deseaba competencia alguna, tallaba en solitario, así sus ganancias iban directamente y solamente para él.
El otro artesano tallaba cuadros majestuosos, eran verdaderas obras de arte de altísimo sus unos días a la semana para enseñar a sus discípulos la técnica que él utilizaba para realizar obra.
Por ende, sus trabajos carecían de tanta validez económica debido a la competencia que el mismo había provocado.
El artista en muebles siempre se reía del otro diciéndole que con esa actitud jamás llegaría a ningún lado si es que deseaba tener éxito.
A lo que el sencillo artesano contestaba que para él el éxito estaba en cada obra terminada con amor y si podía desarrollar esas mismas habilidades en otra persona pues bienvenido sea. Porque ya se sentía retribuido con el aprendizaje de sus alumnos.
Un día el engreído creador se enfermó gravemente y al verse tan mal pues presintió que le quedaba poco de vida, entonces tomó todos sus proyectos de dibujo y de escritos sobre las técnicas usadas, rompiendo y quemando todo.
Así decía él: El mundo me recordará como el mejor de los mejores artistas en tallado de este territorio y de sus alrededores.
Como ya no podía trabajar pues vivió los últimos días con sus ahorros de toda la vida. Entre medicamentos, alimentación especial y hospitalización, pues no pasó mucho tiempo y todo se acabó. De verse tan desamparado se desesperó recurriendo a la gente que lo conocía pero había pasado tanto tiempo que las personas para las cuales él había ofrecido ya estaban ancianos y algunos ya fallecidos. La descendencia de la población apenas lo conocía solo por traspaso oral de conversaciones de sus antepasados. Por esto, la ayuda tampoco llegó.
Se sumergió en un abismo de tristeza y depresión, situación que hizo acelerar su enfermedad y finalmente falleció.
El otro artesano que también se encontraba ya en avanzada edad, había capacitado a tantas personas durante el transcurso de su vida que todo el mundo le conocía como el Maestro de los cuadros tallados.
Era reconocido y admirado por toda la ciudad, si bien es cierto nunca sus obras tomaron un valor excedido era querido por toda la ciudad.
Se encontraba cansado y enfermo, más siempre tuvo la ayuda de sus leales discípulos acompañándolos hasta el fin de sus días.
Hoy se comenta que sus obras han crecido e su valor en forma extraordinaria, todos quieren una pieza de arte de él.
Sus discípulos siguen trabajando con éxito ya que la gente al conocer su historia deciden de alguna forma plasmar parte de lo que fue y es el lugar donde ellos habitan.
Es más su tumba jamás permanece sin flores ya que sus fieles admiradores cada vez que pasan por allí le dejan una flor en señal de agradecimiento.