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REFLEXIONES DIARIAS AA 25 DE SEPTIEMBRE

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    25 DE SEPTIEMBRE

    LO PRIMERO ES LO PRIMERO

    Algunos de nosotros hemos recibido golpes muy fuertes para aprender esta verdad: Con empleo o sin empleo, con esposa o sin esposa, sencillamente no dejamos de beber mientras antepongamos la dependencia de otras personas a la dependencia de Dios.

    ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 91

    Antes de llegar a A.A., siempre tenía pretextos para echarme un trago: “Ella dijo . . .”, “El dijo . . .”, “Me despidieron ayer . . .”, “Hoy conseguí un muy buen trabajo”. Ninguna área de mi vida estaría bien si volviera a beber. Mi vida en sobriedad mejorada cada día. Tengo que recordar siempre, no beber, confiar en Dios y mantenerme activo en A.A. ¿Estoy poniendo hoy algo antes de mi sobriedad, antes de Dios o antes de A.A.?

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    REFLEXIONES DIARIAS 25 DE SEPTIEMBRE
    269-97




    El Libro Grande, Capítulo VII, “Trabajando Con Los Demás”, vuelvo a encontrar, para mí, la parte fundamental del Tercer Paso y del Programa de Recuperación y que me comparte la misma experiencia que yo he vivido: “Algunos de nosotros sufrimos gravísimos reveses antes de aprender esta verdad: Trabajo o no trabajo, mujer o no mujer, el hecho es que no cesamos de beber mientras dependimos de otras personas, en vez de depender de Dios.”
     
    Que cierto fue en mi vida el binomio de mujeres y alcohol, porque muchísimas veces para obtener “seguridad” bebí para acercarme; bebí cuando no me hicieron caso; bebí cuando me correspondían; bebí cuando me despreciaron; bebí cuando terminé una relación; bebí para auto-conmiserarme, culpando a las “malas mujeres” de mi frustración; igualmente bebí cuando buscaba un logro profesional; bebí cuando obtenía algún triunfo laboral; bebí cuando perdí algún prestigio o asunto en mi trabajo; bebí cuando en algún instante me percataba que mi fracaso profesional se había dado por beber; en fin todo iba acompañado del consumo. Sin embargo, hoy sé que también sin consumir actué de manera muy egoísta y estúpida al ser infiel, tuve una mala conducta al no ser honesto en mi labores de trabajo, caí en la voracidad al querer cumplir mayores exigencias de lo que me correspondía; caí en la soberbia al pensarme y sentirme más e inclusive menos porque tenía una visión desproporcionada de mí mismo; me envolví en la lujuria porque siempre deseaba más y más sexo disfrazado de enamoramiento, más pasión disfrazada de romanticismo, más control sobre la persona y con mayor regularidad, más dependencia de otra persona para sostener mi autoestima.
    Las consecuencias de mis grandes y pequeñas fallas, en consumo y sin consumir, provocadas y sustentadas en mi alcoholismo como punta del témpano que conforma mi enfermedad de las emociones negativas no cesan al momento en que entro en recuperación o que me mantengo sobrio, hay facturas muy antiguas que los demás me hacen pagar, algunos quieren cobrarlas varias veces, normalmente son aquellos que están más cerca y paradójicamente que me cobran con mayor encono, fuerza y desquite por el resentimiento acumulado y que inconscientemente les lleva a realizar actos para que pierda la estabilidad emocional alcanzada y verme caer de nuevo.
    Haber vivido en el consumo me llevó a estados de intoxicación donde la incongruencia, la enajenación y la demencia se hacen muy evidentes porque muestran mis desvaríos, mis conductas torcidas, tergiversadas y biliosas; mis ideas desastrosas, funestas, desfavorables y amargas; mis expresiones provocadoras, ofensivas, agresivas, fatídicas y violentas; en fin una manera de crear caos, daño, afectación y un malestar generalizado y constante, que en ocasiones con personas muy cercanas se va prolongando en el tiempo y que además va sufriendo el aderezo de su propia imaginación, de su racionalización y de sus alegatos y motivos para mantener un resentimiento “justificado”, lo cual hoy entiendo porque he estado igual o más enfermo de mis emociones, de mis ideas y de mi espíritu, y la recuperación me ha dado un horizonte más amplio para ver más allá del árbol y comenzar a apreciar el bosque.
    No me es fácil hacer frente a este tipo de situaciones porque no sólo me afectan a mí en lo personal, afectan a mi esfera más cercana de convivencia como son mi esposa y mis hijos a quienes les imponen penas trascendentales haciéndoles pagar por lo que hice y por lo que no hice, pues me doy cuenta de que mi familia nuclear se desarrolló en la misma enfermedad emocional, ya que no es gratuito haber tenido un padre enfermo de adicción, contar con una madre codependiente, tener un hermano alcohólico activo, tener otro que sea bebedor problema y uno más que somatice constantemente sus frustraciones, en fin ser parte de una familia disfuncional.
    Al darme cuenta de que yo mismo he formado parte de estas dependencias insanas, de la dependencia psicológica al consumo, mi dependencia química por la compulsión, mi dependencia de otras personas tan enfermas como yo, y haber creído que dependo del dinero y de lo material, así como que otros dependen de mí, obviamente el resultado es que he vivido en un mundo que ha estado a modo para alentar mi consumo, mi adicción y mi enfermedad emocional. Entonces, al comenzar a vivir el Programa de recuperación y darme cuenta de la necesidad imperiosa de dejar todas estas dependencias malsanas he tenido que reconocer y adoptar la sugerencia de anteponer a Dios como la única dependencia sana a cualquier cosa en mi vida para que de manera muy consciente y con decisión firme poner primero y al frente a mi Poder Superior para percatarme que incluso no puedo depender de personas buenas, generosas, serviciales y espirituales pues son humanos y también pueden fallarme, como la experiencia me ha demostrado y me señala el Programa de recuperación.
    Los asuntos de índole puramente humano me causan conflictos cuando los enmarco en la dependencia de los demás, sea quien sea, así como cuando me creo que manejarlos puede depender de mí porque al hacerlo, mi soberbia me lleva a pensar que puedo tener el control de una vida que no he conseguido gobernar y que así como sólo he tenido la fortuna de dejar de beber por la gracia de Dios, tener la oportunidad de encauzar adecuadamente mis pensamientos, mis actitudes y mis emociones únicamente lo alcanzo si lo alineo y lo dejo en manos de mi Poder Superior.
    El Tercer y Undécimo Paso para mí son indispensables para afrontar mis adversidades para recibir guía y ponerme en la disposición correcta para accionar en el sentido de la Voluntad de Dios y no oponer ninguna traba a Su dependencia absoluta, de tal manera que tenga la buena voluntad de pedir que elimine el o los defectos de carácter que me impidan actuar positivamente y sin egoísmo como parte fundamental de anteponer cualquier cosa a mi recuperación, esta es mi manera de entender que “primero es lo primero”.
    Felices 24 horas, ¡Primero es lo Primero!
     

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