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REFLEXIONES DIARIAS AA 30 AGOSTO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    30 AGOSTO

    «EL ÚNICO REQUISITO»

    En aquella época… cada grupo de A.A. tenía muchos reglamentos para hacerse miembro. Todos estaban aterrados de que algo o alguien hiciera zozobrar la embarcación… La lista completa medía más de una milla. Si todos los reglamentos hubieran estado en vigor en todas partes, a nadie le habría sido posible hacerse miembro de A.A.…

    — DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 135-6

    Yo estoy agradecido de que la Tercera Tradición solamente requiere que tenga el deseo de dejar de beber. Por años había estado rompiendo promesas. En la Comunidad no tenía que hacer promesas, no tenía que concentrarme. Solamente tenía que asistir a una reunión, en una condición nublada, para saber que estaba en casa. No tuve que jurar amor eterno. Aquí, gente desconocida me abrazó. “Todo mejorará”, decían, y, “tú puedes lograrlo un día a la vez”. Ellos dejaron de ser desconocidos para convertirse en amigos cariñosos. Le pido a Dios que me ayude a llegar a la gente que desea sobriedad y que me mantenga agradecido.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    Voluntad fue lo que necesité para desear, querer y pretender no tuve que obligarme sino simplemente dejarme contener por la clínica, por mis compañeros, por mis terapeutas, por mis consultores, por mi padrino, por mi grupo, en fin por quienes forman parte de la Comunidad de la recuperación;[…]; no tuve que seguir luchando solo.

    La Tercera Tradición señala que el único que requisito para ser miembro de la Comunidad de la recuperación es el deseo de dejar de consumir [beber y/o drogarse], el deseo dejar de apostar, el deseo dejar de comer compulsivamente, el deseo dejar de realizar las conductas que me son tóxicas para mi salud física, mental y espiritual, en fin el deseo de dejar los hábitos compulsivos, y que en el caso de la codependencia el único requisito es tener un pariente o amigo con alguno de estos trastornos; por lo que la práctica de los Doce Pasos, de todo el Programa de recuperación es con la finalidad de descubrir que clase de persona soy, como soy, que quiero ser, tener un despertar espiritual, lograr un progreso espiritual sobre la base indispensable de haber quedado habilitado para descubrir, encontrar, creer en un Poder Superior y poner mi voluntad y mi vida a Su cuidado.

    Esto me ha sido transmitido y regalado muy desmenuzadamente gracias a la experiencia de los primeros alcohólicos que iniciaron este maravilloso Programa y que sufrieron los embates de la prueba y el error para poder tener una Comunidad de recuperación que ha trascendido en el tiempo, en la geografía y a muchos enfermos de adicción y de sus emociones negativas, tal como lo describe la glosa de la Tercera Tradición de A.A.: “En aquella época cada grupo de A.A. tenía muchos reglamentos para hacerse miembro. Todos estaban aterrados de que algo o alguien hiciera zozobrar la embarcación y arrojarnos a todos nuevamente a un mar de alcohol. La oficina de nuestra Fundación pidió a cada grupo que enviara su lista de reglamentos ‘protectores’. La lista completa medía más de una milla. Si todos los reglamentos hubieran estado en vigor en todas partes, a nadie le habría sido posible hacerse miembro de A.A. – a tal extremo llegaban nuestras inquietudes y nuestro temor.”

    Con seguridad si (cuando yo llegué a A.A.) hubieran existido una serie de requisitos, me hubieran dado la oportunidad de esgrimir un sinnúmero de excusas para no quedarme, porque a pesar de saber que tengo problemas con mi manera de beber me hubiese justificado pensando que era preferible hacer el intento por mi parte y no con un grupo que exige, en su organización, una serie de elementos que con seguridad no estaría dispuesto a cumplir o que en su caso podría haber confundido, a mi conveniencia, el hecho formal de cumplir obligaciones, restricciones y prerrequisitos de asistencia, puntualidad, disciplina, respetabilidad y prestigio que darían al traste con los principios espirituales que los Doce Pasos y el Programa me sugieren para tener un auténtico cambio profundo de mi personalidad y adquirir, poco a poco, un nuevo estado de conciencia.

    La Tercera Tradición de A.A. continúa: “Habíamos decidido no aceptar como miembro a nadie que no formase parte de esa hipotética clase de gente que nosotros denominábamos ‘alcohólicos puros’. Aparte de su afición a la bebida y sus desastrosos resultados, no podían tener otras complicaciones. Así que no queríamos saber nada de los pordioseros, los vagabundos, los confinados en manicomios, los presos, los homosexuales, los chiflados y las mujeres perdidas. ¡Sí señor!, sólo nos dedicaríamos a los alcohólicos puros y respetables. Los de cualquier otra clase sin duda nos destruirían. Además, si aceptáramos a esa gente rara, ¿qué dirían de nosotros la buena gente? Construimos una cerca de malla muy fina alrededor de A.A.”

    Al leer este párrafo de la Tercer Tradición de A.A., me identifico con mi postura al llegar a la clínica y compararme con otros enfermos de adicción puesto que yo discriminaba distinguiendo entre alcohólicos y adictos, como si en el fondo y raíz de la enfermedad hubiera diferencia, cuando en realidad el mismo sufrimiento me lleva a beber, a consumir drogas, a apostar, a comer compulsivamente, a tener sexo desmedido, a comprar desaforadamente, a explotar neuróticamente, a querer controlar a las personas, en fin a tener una dependencia química, una dependencia psicológica, una dependencia de las cosas y una dependencia de las personas, cualquier tipo de dependencia que altere mi estado de ánimo y que obviamente no sea la dependencia de Dios ni de un Poder Superior, porque eso en la actividad ni por asomo se me ocurre.

    Aparentemente yo sólo soy alcohólico aunque no dejo de tener conductas compulsivas derivadas de mis emociones apremiantes, imperantes y dominantes que se muestran en diferentes facetas de mi vida y que se entrelazan con mis instintos material, sexual y social, por lo que siempre debo estar alerta por mi pensamiento adictivo y por tanto, de buena voluntad, puedo hacer un puente de comprensión con cualquier adicto y darme cuenta que en la cuestión emocional estoy tablas.

    Así que, en la Comunidad de la recuperación he ido conociendo primero a mis compañeros de la enfermedad de la adicción; he ido construyendo la amistad con otros tantos adictos; he ido aprendiendo de aquellos, que como yo, fueron considerados basura de la sociedad, empezando por mi propia familia; he ido compartiendo mi historial y he escuchado atentamente el historial de otros; he tenido la mente abierta para dejarme guiar por borrachos, drogadictos y otros adeptos de las adicciones quienes han logrado una vida buena y tranquila; he ido auto-dignificando mi propia persona con un cambio de mi forma de pensar y de mi forma de actuar como resultado de que Dios sostiene y se lleva mi enfermedad; en fin he ido avanzando por periodos de veinticuatro horas habiendo comenzado únicamente con el deseo de dejar de consumir y de actuar con la locura de hacer lo mismo y esperar diferentes resultados.

    Buena voluntad fue lo que necesité para desear, querer y pretender no tuve que obligarme sino simplemente dejarme contener por la clínica, por mis compañeros, por mis terapeutas, por mis consultores, por mi padrino, por mi grupo, en fin por quienes forman parte de la Comunidad de la recuperación; y una vez hecho esto tener la mente abierta para experimentar poner en acción las sugerencias de los Doce Pasos; no tuve que seguir luchando solo, buscando autocontrol, ni persiguiendo soluciones mágicas y esotéricas, ni exigiéndome y privándome del consumo sino simple y sencillamente aceptar que, sólo por hoy, no consumo y no caigo en las conductas ni pensamientos que me alteran. Así, un día a la vez, desde luego puedo lidiar con mi adicción, al principio de una manera simplista y con el pasar de las veinticuatro horas ir practicando cada uno de los Pasos para poder ir percibiendo mi experiencia espiritual.

    Felices 24 horas con el deseo sincero de no consumir.

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